La vez pasada hablamos de por qué, al hacer ejercicio, el cuerpo se deshidrata, aún si no está sudando a chorros; y de cómo este fenómeno no está ligado a quemar grasa.
¿Cuál es la mejor forma para recuperar todo ese líquido perdido? Depende del estado de deshidratación en el que se encuentre.
(Advertencia: siguen dos párrafos científicos; son solo dos y luego retomo el diálogo coloquial).
Los líquidos corporales están compuestos por una serie de partículas que le dan una osmolaridad de entre 280-320 mOsm/kg (ignore las letras; recuerde la cifra).
Al ingerir cualquier líquido, sucede el fenómeno de osmosis, mediante el cual se moviliza el líquido de donde hay menos concentración hacia donde hay más.
(Aquí termina la clase de ciencia).
A lo que iba con eso es que, dado que la osmolaridad del cuerpo es de entre 280-320 mOsm/kg, si está deshidratado, lo que necesitará tomar es una bebida que sea rápidamente absorbida por el organismo. Para ello, esta debe tener una osmolaridad menor a 280, como el suero.
Si toma una que tenga una osmolaridad igual a la del organismo, como una bebida hidratante terminada en –ade, la absorción no será tan rápida. Además, podría llegar a aportarle más calorías que las gastadas durante el ejercicio.
Por eso, para sesiones cortas de ejercicio, tomar agua de forma constate es suficiente para mantenerse hidratado.
Solo si fuera a realizar un entrenamiento prolongado por más de tres horas tendría sentido hidratarse con una bebida de ese tipo, que se irá reponiendo el líquido ---y las calorías--- perdidas paulatinamente.
¿Y si toma una bebida con una osmolaridad mayor, como un “batido de frutechas”? Le dará diarrea.
Ahora sí: amárrese las tenis, aliste el paño y la botella de agua y póngase en movimiento.