Recientemente conocimos del enorme hueco fiscal que dejaron el expresidente Luis Guillermo Solís y su exministro de Hacienda, Helio Fallas: ¢600.000 millones que no se incluyeron en el presupuesto del 2018 y que tendrán que ser incluidos en un primer presupuesto extraordinario, adicionados con un segundo presupuesto por ¢300.000 millones, lo que implicará un aumento del 10 % del presupuesto nacional, rompiéndose así con las intenciones de la ministra de Hacienda para congelar el plan de gastos.
Si la situación fiscal del país ya era inquietante, se complica aún más por un supuesto error de cálculo del gobierno anterior. Errores de cálculo pueden ocurrir, pero este desliz no es una equivocación; revela impericia grave o cálculo electorero.
Solís y su exjerarca de Hacienda deberán comparecer ante el Congreso para explicar este desaguisado. El promotor de la “casa de cristal” ha quedado desnudo; no basta con cortar unas cuantas ramas frente a la Casa Presidencial para vanagloriarse de transparente.
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Bien ha hecho una diputada en presentar una moción para llamar a estos dos señores a comparecer ante una comisión legislativa. Solís debe dejar de escudarse en su incontinencia verbal, explicar porqué mantuvo en la opacidad esta situación y no comunicó al presidente Alvarado y a la nueva ministra de Hacienda esta delicada circunstancia.
Las consecuencias son muy graves y han obligado a la administración Alvarado Quesada a pagar ¢48.000 millones sin permiso legislativo, abriendo un nuevo frente de controversias por la presunta ilegalidad de las actuaciones de doña Rocío Aguilar.
El exministro Fallas haría bien en dejar de esconderse y proceder a dar declaraciones claras, más allá de sus pueriles explicaciones en Facebook. Su negligencia ha sido puesta en evidencia por la actual Ministra, quien en declaraciones ante la Comisión de Hacendarios reconoció que don Helio no le advirtió del faltante presupuestario que tendría que enfrentar el nuevo gobierno. Los errores de Fallas serán ahora investigados por Hacienda para indagar sobre las razones y pertinencia de las colocaciones de deuda a muy corto plazo, a finales del 2017, y por no haber enviado un plan de gastos extraordinario para ajustar el presupuesto del 2018, a pesar que la administración Solís era consciente de la necesidad de hacerlo.
Pobre justificación
El exministro de Comunicación, Mauricio Herrera, ha querido justificar el serio resbalón fiscal aduciendo que el faltante es resultado de una caída de ingresos del gobierno que se agravó este año. Esgrimir el peregrino argumento que el problema se origina en la indecisión legislativa por aprobar nuevos impuestos es esconder el pasado. Flaca memoria tiene el propagandista, pues olvida fácilmente que el expresidente Solís llegó al gobierno soslayando el tema del déficit fiscal y anunciando que no consideraría impuestos en dos años.
El retraso en la reforma fiscal creó incertidumbre económica y es uno de los factores que han causado desconfianza, menor recaudación y desaceleración de la economía. Es irónico que el gobierno de Solís haya caído en el ocultamiento más grosero cuando se jactó, durante cuatro años, de su translucidez y terminó alardeando de un heroico manejo de las finanzas públicas.
La ausencia de justificaciones hace presumir otro tipo de motivaciones, sobre todo cuando durante la discusión del presupuesto el año pasado, el gobierno saliente ocultó que existiese este faltante. En esa ocasión se advirtió que el gobierno de Solís sólo estaba presupuestando gastos para seis meses y de la existencia de partidas presupuestarias incompletas, pero era más importante dar la demagógica imagen de normalidad frente a un proceso electoral que no se revelaba favorable.
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Tapar la realidad fiscal de tan grosera manera transforma al gobierno de Solís Rivera en uno de los más prominentes exponentes de la pos verdad en las últimas décadas. La irresponsabilidad fiscal de Solís Rivera y su exministro Fallas es flagrante; el daño que le han hecho al gobierno de su propio partido también, pues colocan al Ministerio de Hacienda en la difícil situación de pedir dos presupuestos extraordinarios para resolver una pesada herencia, al tiempo que tratan de que la Asamblea Legislativa apruebe nuevos impuestos.
Arrinconada por el secretismo de Solís, a la ministra de Hacienda no le ha quedado más que señalar que sin esos ingresos adicionales estaríamos transitando hacia una seria crisis por ausencia de confianza en los mercados.
La comparecencia ante los diputados debe ser ordenada pronto y con miras a establecer responsabilidades políticas claras. Se trata de un asunto político que complica de manera inesperada el trámite de la necesaria reforma fiscal. Luis Guillermo Solís y quien fue su ministro de Hacienda deben asumir las serias responsabilidades políticas que les corresponden, luego de pasar cuatro años achacando —no sin razón— la crisis fiscal a los gobiernos anteriores.
En el centro de este desbarajuste está la errada visión de la macroeconomía por parte de Solís, desfasada desde el inicio de esa administración por ausencia de claridad intelectual.
La ausencia de políticas inteligentes para encontrar remedio a la difícil situación fiscal, el posible enmascaramiento y maquillaje de la realidad con la finalidad que los faltantes no se discutieran durante la campaña electoral, figuran también en este triste escenario. Solis y Fallas deben comparecer ante la comisión legislativa a la mayor brevedad. La salud de la República lo exige.