La colocación de crédito del sistema financiero está congelada, como no se había visto desde hace ocho años y esta realidad está lejos de disiparse.
La demanda de financiamiento aumenta cuando la producción también lo hace, porque se necesitan más recursos financieros, ya sea para la expansión del negocio, una inversión en el hogar o la compra de un bien duradero.
Sin embargo, si la economía reduce el ritmo o se estanca, difícilmente el crédito acelerará el paso.
Esto es precisamente parte de lo que experimenta el mercado financiero. La economía crece poco o nada y a esto se le suman otros factores como el alza en las tasas de interés, los recientes eventos del tipo de cambio y la incertidumbre fiscal.
Todo se suma para conformar un ambiente difícil para concretar proyectos de inversión y producción, por tanto, la demanda de crédito es insuficiente para dinamizar las carteras de las entidades financieras.
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En adelante, es difícil pensar que la actividad económica encontrará incentivos para crecer, al menos en los tres meses restantes del año.
Lo que sí podría ocurrir es que las empresas y la población tengan un poco más de certidumbre si se aprueba la reforma fiscal, y entonces, esto inyecte cierto nivel de optimismo.
Eso sí, la reforma en sí misma generaría un efecto transitorio de enfriamiento de la economía, puesto que el bolsillo de muchos debe acoplarse a las nuevas cargas impositivas. Después de superada esa etapa, se esperaría un repunte en la producción.
La cruda realidad del crédito
A agosto del 2018, el saldo de la cartera total de crédito creció apenas 0,8%, muy de lejos del 10,6% visto un año atrás.
Esta variación elimina el efecto inflacionario, ya que si este se incluye el panorama es un tanto mejor (3,8%).
Tanto las carteras en colones como las de dólares experimentan esta cruda desaceleración. Siempre en el mismo periodo de análisis, el crédito en colones pasó de crecer 14,7% a 2,6%; en dólares, de 5% a un decrecimiento de -1,9%.
¿Qué han hecho los bancos en medio de esta desaceleración? “Los bancos se han dedicado a cobrar, a efectuar arreglos de pagos, a repagar pasivos de sus competidores para crecer y a colocar nuevos créditos midiendo al detalle el riesgo crediticio, evitando al máximo riesgos de impago a futuro”, explicó el exbanquero Carlos Fernández.
¿Qué explica la desaceleración del crédito?
Independientemente de la moneda, las razones del mínimo crecimiento son variadas.
La situación fiscal le inyecta riesgos a la economía y los demandantes de crédito se ponen cautos para comprar vivienda, invertir y tomar decisiones. Esto impacta a cualquiera de las dos monedas.
En dólares, la Reserva Federal de Estados Unidos anunció varias subidas para el 2018 y en la reunión de agosto decidió mantenerla sin cambios, pero alertó de próximas alzas.
Esto efectivamente se concretó en setiembre, cuando subió la tasa a un rango de 2% a 2,25%, su mayor nivel en 10 años. Además, se espera un nuevo incremento en diciembre.
Los préstamos en dólares se hacen más caros (cuotas más altas) y esto se le suma el mensaje del Banco Central de que permitirá que el tipo de cambio sea más flexible, de forma paulatina, algo que quedó en evidencia en las últimas semanas de agosto y primeros días de setiembre.
Mientras hay desincentivos para endeudarse en dólares, los colones están lejos de convertirse en el sustituto perfecto. La cautela prevalece.
La desaceleración de préstamos en moneda nacional se asocia a que, en medio de la incertidumbre fiscal, los agentes económicos (personas y empresas) esperan alzas en las tasas de interés y esto le resta atractivo a la posibilidad de adquirir una deuda.
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Las tasas ya han subido por la presión que ejerce el Gobierno en el mercado local, al demandar recursos a un costo más alto con tal de obtener el dinero que necesita para atender sus obligaciones.
“La menor colocación de crédito en colones no solamente estaría influida por una menor tasa de aumento del ingreso y la demanda reales, sino también por la expectativa de que la economía nacional no está bien”, explicó el economista Juan Muñoz.
El círculo vicioso entre el menor crecimiento de la economía y la demanda de crédito es una de las razones por las que el mercado está estancado.
Lo más llamativo es que la desaceleración afecta a las carteras de todos los sectores productivos.
Todas las actividades económicas redujeron el crecimiento de la demanda de crédito en el último año, e inclusive algunas lo contrajeron.
El financiamiento a los segmentos de ganadería, vivienda, construcción y consumo se redujo a la mitad o más.
Mientras, el sector servicios y el de agricultura demandan el mismo financiamiento que hace un año.
Entre los más afectados están industria, turismo, comercio y transportes. Estos sectores contrajeron el saldo de créditos.
“El sector comercio es un buen termómetro, porque la demanda responde más a lo que pasa en demanda interna. Este sector está más desacelerado que el promedio de la economía y no veo que se reactive en el corto plazo”, explicó el economista Ronulfo Jiménez.
El comportamiento del crédito es congruente con el de la actividad económica.
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Si bien el Índice Mensual de Actividad Económica (IMAE) mostró en julio el dinamismo más alto desde el cierre del 2016, es la construcción la que le acelera el paso. Sin este sector, la economía muestra una realidad muy distinta.
La industria, el comercio, la agricultura, el transporte, las actividades financieras y de seguros, electricidad, son solo algunos de los sectores que crecen menos o lo mismo que hace un año.
Por ahora, la construcción dota de impulso al IMAE, la duda inevitable es qué tan sostenible es esto.
Este sector es históricamente inestable. Muestra picos muy altos, pero luego decrece, sea por estacionalidad o por la presencia de proyectos grandes.
De entrada, este sector viene de mostrar tasas de crecimiento bajas o negativas, por lo que una mínima aceleración se ve magnificada.
El nuevo centro comercial Oxígeno, en Heredia, podría explicar la mayor tasa de expansión del sector.
Estas dos explicaciones podrían llevar a concluir que el efecto será transitorio, afirmó Muñoz.
Entre tanto, y en medio de una economía ya desacelerada, la huelga en contra de la reforma fiscal podría impactar aún más a la baja el dinamismo del IMAE.
Esto se verá hasta finales de año, cuando se publique el resultado de setiembre (las estadísticas mantienen un rezago y el dato más reciente es el de julio).
¿Qué se puede esperar al término del año? Por ahora, el mercado tiene recursos suficientes para prestar, pero si las necesidades del Ministerio de Hacienda se mantienen -sin encontrar una solución alterna que le dote de fondos mientras se aprueba la reforma- esto podría reducir el dinero disponible para préstamos de las entidades financieras.
Además, la actividad económica difícilmente encontrará grandes incentivos para dinamizarse y solo quedan unos cuantos meses para que el año concluya.
Así, el 2018 cerrará con un irremediable mínimo dinamismo del crédito.
Este artículo se actualizó con la información referente al incremento de las tasas de interés de Estados Unidos.