Rocío Aguilar, ministra de Hacienda, no se considera especialmente valiente. Ella se cataloga más como una mujer acostumbrada a tomar decisiones en entornos de incertidumbre.
Es una aptitud que comenzó a cultivar durante sus años en la banca comercial –cuando fungió como analista, gerenta de crédito y responsable del puesto de bolsa de la extinta Corporación Banex– y que ejercita todos los días en su función pública.
Aguilar se mostró decidida al aceptar su actual puesto en el gabinete del presidente Carlos Alvarado. Aquí no había ningún entorno incierto, el erario público está en problemas cada vez más serios. Quien reemplazara a Helio Fallas al frente del Ministerio de Hacienda habría de enfrentar las asfixiantes necesidades de dinero del Gobierno Central. Además, tendría que empujar –sí o sí– una reforma fiscal en la Asamblea Legislativa.
El reto que habría espantado a algunos fue precisamente lo que le atrajo a Aguilar. “Hay cosas que lo motivan a uno. El tema de las finanzas públicas siempre ha sido de mi interés, incluso con don Édgar Ayales y un grupo de personas intentamos hacer un propuesta de consolidación fiscal. Este es un problema que el país debe resolver”, afirmó.
También con decisión se presentó ante el pleno de la Asamblea Legislativa a escasos 22 días de sumir su cargo, para exponer un plan de contención del gasto y “evangelizar” a los nuevos legisladores sobre la imperiosa necesidad de tramitar con rapidez el proyecto de reforma fiscal.
En el paquete de medidas con que el Gobierno quería ponerle bridas al gasto desbocado se incluyen cambios en el sistema de beneficios de los empleados públicos. Por ejemplo, se estableció un monto fijo para reconocer las anualidades. Decisiones que –evidentemente– podrían haber tomado administraciones anteriores.
Más recientemente, se decidió resucitar la figura de las letras del tesoro. Optar por el financiamiento con el Banco Central implicó despertar los fantasmas de crisis anteriores y elevar los temores de inversionistas extranjeros tenedores de la deuda externa. “Teníamos que proteger al país del peligro de un default”, argumentó Aguilar.
El panorama en ocasiones ha estado nublado, e incluso el destino le ha lanzado un par de sorpresas. La ministra destaca dos: la ausencia de contenido presupuestario para hacerle frente a vencimientos de bonos y la desaceleración de la actividad económica más aguda de lo esperado. “Además, no deja de sorprenderme que todas las semanas hagamos esfuerzos para pagar el salario de funcionarios que siguen en huelga”, comentó.
Por el momento, esta licenciada en derecho y administración de empresas de la Universidad de Costa Rica celebra la luz verde que otorgó la Sala Constitucional al proyecto de reforma tributaria. Falta el empujón final, el segundo debate que los diputados proyectan celebrar en algún momento de la semana que inicia el 5 de diciembre.
“Es importante contar con presidente con el liderazgo de don Carlos, quien tiene la convicción de que este es el momento en que debemos hacer el cambio, de que el tema fiscal es importante aunque tenga un alto costo político”, dijo Aguilar.
Por su gestión al frente del Ministerio de Hacienda en tiempos de angustia fiscal y su impulso al proyecto de la reforma fiscal, El Financiero reconoció a Rocío Aguilar como Figura Pública en el marco de la premiación Empresario del Año.