Si hemos logrado tantas cosas tan maravillosas con frenos absurdos, la pregunta es ¿dónde estaríamos si no tuviéramos esos frenos?”
Esas palabras reflejan la visión de desarrollo, los sueños de modernidad y los desafíos políticos de Costa Rica desde la perspectiva del presidente, Carlos Alvarado Quesada.
Así se manifestó el Mandatario el pasado miércoles 22 de agosto, durante una entrevista de 48 minutos que le concedió al periódico El Financiero.
El intercambio de preguntas y respuestas se basó, en gran parte, en citas textuales de la novela Las posesiones, escrita por el Gobernante y publicada por Uruk Editores.
Se trata de una obra literaria ambientada en la Segunda Guerra Mundial, específicamente en los campos de internamiento en que Costa Rica –al igual que otros gobiernos de Latinoamérica– recluyeron a ciudadanos alemanes, italianos, japoneses y a sus descendientes.
“Hemos hecho cosas maravillosas, pero tenemos que desencadenar el potencial desperdiciado”, afirmó Alvarado, quien compartió dos experiencias sobre el tipo de absurdos que obstaculizan el desarrollo del país.
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Una de ellos, el hecho de que el presidente de la República tenía que firmar liquidaciones salariales de funcionarios públicos por ¢20.000. Otra, la ocasión en que, siendo ministro de Trabajo en el gobierno anterior, tuvo que firmar una compra de audífonos por ¢5.000.
En una sala decorada con dos esculturas sobre la maternidad y cuatro piezas indígenas de la colección del Museo Nacional de Costa Rica, Alvarado habló también sobre sus planes en materia de carbono neutralidad, mercado laboral, reactivación económica, finanzas públicas y el futuro de instituciones como Recope y Japdeva.
Se refirió, además, a la negociación política, ideología y pensamiento, obcecación y determinación, las tormentas políticas, el ego y lo que calificó como “una gran maraña de intereses cruzados que detienen” la modernización del país.
Ofrecemos un resumen de la entrevista:
Vivimos en un país donde difícilmente alguien con carro opta por –dice su novela– “andar sin vehículo. Se contamina menos, se asemeja más al estilo progresista europeo, de andenes y trenes, de bicicletas y ciclovías, de andar a pie a lo carbono neutro”. ¿Qué espera dejar listo en su gobierno para modernizar la manera en que los costarricenses nos movilizamos?
En lo material, el tren eléctrico en su primera etapa y la sectorización. En lo intangible, pero creo que más profundo, una concepción donde hay una movilidad centrada en las personas, no en los vehículos.
“Es un poco lo que experimenta un costarricense cuando está en una ciudad de Europa o de Colombia. Es una experiencia muy distinta del espacio público, donde se puede caminar, se puede disfrutar de los entornos de una manera segura y se puede uno movilizar en muchas distancias. Eso en Costa Rica aún no es una realidad”.
De esos elementos materiales y esas aspiraciones, se ha hablado durante años. ¿Cómo garantizar que al final de su gobierno los costarricenses vamos, por fin, a ver obras concretas?
En el discurso del 8 de mayo dije: ‘No prometo más que trabajar, para que estas cosas pasen’. Mucha gente dice: ¿usted cómo me garantiza, cómo me asegura? Yo no quiero llenar de falsas expectativas a la gente, pero sí de cosas que están pasando.
“Por ejemplo, se inauguró la etapa cuatro de la Circunvalación, Triángulo de la Solidaridad. Esa es mi visión de las cosas. Prefiero no decir: ‘Yo se los prometí’. Prefiero decir: ‘Lo logramos’. Y eso creo que lo podemos hacer con el tren, con la sectorización y con otras obras importantes”.
Costa Rica tiene un desempleo casi estructural del 10%. ¿Cómo dinamizar el mercado laboral?
La educación tiene que preparar para la vida, pero también para el mundo de hoy y de mañana que es el tecnológico. Por eso, tenemos dos iniciativas muy importantes en el área educativa. El plan para que todos los 4.500 centros educativos tenga una red de Internet de banda ancha. También hemos lanzado un plan para que Costa Rica sea un país bilingüe, iniciando con universalizar el acceso al inglés en la primera etapa para que todas las personas tengan dos lenguas.
La longeva discusión fiscal ha impedido que el país debata temas importantes, entre ellos cómo acelerar un crecimiento económico ¿Cuál es su apuesta?
Una apuesta en dos líneas. Una tiene que ver con la parte macroeconómica, muy de la mano también con el plan fiscal. Con el plan fiscal no solo tendríamos estabilidad, sino que lograríamos bajar las tasas de interés y generar más certeza para la inversión.
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“Por otro lado, tenemos el carril de la reactivación económica que contiene elementos importantes como lo que ya estamos haciendo con Setena (Secretaría Técnica Nacional Ambiental), para reducir la fila de expedientes. Eso se ha llevado también, por ejemplo a Senara (Servicio Nacional de Aguas Subterráneas, Riego y Avenamiento), Ministerio de Salud y las Municipalidades.
“En la parte de reactivación, el tema de formación alterna o dual, es clave para el mercado laboral y el sector productivo. Vamos a impulsar también el teletrabajo. Es clave entender la seguridad social como un agente de salud, de desarrollo humano y pensiones, pero obviamente también como un agente económico”.
Hay instituciones como Japdeva que deben reinventarse. Usted escribió en su novela: “Hay apego a lo conocido y el cambio llega a generar miedo o molestia”. ¿Cuál es su visión para Japdeva cuando empiece a operar la TCM?
Japdeva cambiará su forma de operación y será más bien un gestor en materia de desarrollo. Tiene que reducir su operación y eso ocurrirá antes de la entrada en funcionamiento –de la TCM–. Tiene que replantearse su rol, no tanto en la parte operativa, aunque conservará eso, sino pensando proyectos que generen ingreso y desarrollo para la provincia.
En su opinión, ¿cuál es el papel de Recope en una economía descarbonizada?
Tener el monopolio (en este campo) tiene una ventaja: incentivar la reducción del combustible fósil. Recope tiene que transformarse, convertirse en un centro ya no solo de combustibles fósiles, sino de biocombustibles, hidrógeno y otras tecnologías limpias.
¿Usted visualiza el futuro del mercado de los combustibles bajo un monopolio estatal?
De los combustibles fósiles, sí. De los combustibles en general, no. El rol que tiene que jugar Recope –o como se llame la institución–, es ser un catalizador de esa transformación que va a empezar con aditivos a la gasolina, como el etanol o de otras fuentes.
“Esto tiene que hacerse en alianza público-privada, por ejemplo con el sector azucarero, el de la palma o con otros que ya están en ese nicho. Eso en una primera etapa de transición”.
¿Cree que Recope visualiza esa transformación y acepta que dejará de ser monopolio?
Habría que preguntarse quién es Recope. Las instituciones deben tener un sentido para la sociedad. Recope tiene o tenía un sentido para la sociedad como estaba en el siglo XX. En el siglo XXI, las sociedades se están transformando; con esto, el rol que tiene Recope y sus capacidades instaladas tienen que transformarse. ¿Cuál es el fin? Energías limpias. Como sociedad, tenemos que direccionar la institucionalidad hacia ese fin.
Recordemos las palabras del anciano Apolíneo Brenes a Ana:“Hay cosas en la vida que uno no quiere pero que tiene que aceptar” ¿El trabajo en los recortes de gasto no puede haber terminado con las acciones ya anunciadas o sí? ¿Cuáles son las tareas pendientes?
Una es consistencia. Hemos adoptado, en el primer mes, medidas que ya se reflejan en este presupuesto. Creo que no se ha dimensionado el impacto que tiene lo ya hecho en el largo plazo, en el tema de ahorro y de atenuar la curva de crecimiento del gasto.
“Dos, el Presupuesto de la República que se va a presentar viene con un crecimiento cero de lo que controlamos. Los invito a que busquen cuándo ha pasado eso. Hay un compromiso claro. Y si mantenemos ese compromiso estaremos en un mejor lugar".
“Después vienen las discusiones sobre las instituciones. Tenemos que proyectar para qué queremos la institucionalidad. Y no que la institucionalidad sea un fin en sí mismo.
“Esa discusión tiene que verse no con un ánimo recortista o expansionista, sino con un ánimo transformador”.
Hay un alto grado de resistencia en algunas instituciones. ¿Cómo abordar ese debate con un nivel de madurez que permita llegar a soluciones?
Hay que abordarlo a nivel de los fines y pensando en las personas que trabajan. Cuando se da garantía a las personas de que van a tener una buena ruta, las cosas se pueden lograr.
“Es el mismo dilema que tenía Kodak, empresa exitosa en un negocio que desapareció. Eran líderes, pero no se adaptaron al cambio tecnológico y la empresa básicamente desapareció.
“Algunas de nuestras instituciones podrían estar en ese ámbito, que es el momento para hacer la transformación, responder a las necesidades de la ciudadanía dando garantías en los temas laborales”.
En Costa Rica se discute todo mil veces. ¿Cómo pasar del debate a la acción con un panorama político complicado?
Es uno de los retos que tiene la política y el desarrollo en Costa Rica hoy. Yo he escogido el tema que debemos solucionar pronto para invertir el capital político: el tema fiscal. Después de eso, hay muchos temas por abordar, un panorama que veo positivamente.
En su novela dice: “No se puede tener a todo el aparato del poder contento durante mucho tiempo”. ¿Debe usted asumir un rol más protagónico en las negociaciones de alto calibre?
En general, me siento satisfecho con la negociación política realizada hasta ahora, porque he encontrado una muy buena disposición.
Se está desgastando rápido la figura del ministro de la Presidencia?
El ministro de la Presidencia ha hecho un gran trabajo y se han visto sus resultados en el diálogo con el Poder Legislativo y con diferentes actores políticos. Quien mejor describe este contexto fue el mismo expresidente Rodríguez, cuando en una nota dijo: “Somos oposición y somos gobierno. Una parte del partido es parte del Gobierno y otra parte está en la Asamblea Legislativa. En ese contexto hay que construir. Yo creo que (Rodolfo Piza) ha permitido que haya buenos vasos comunicantes incluso con Liberación Nacional.
En su novela dice: “La lección es que vale más pensar que tener ideología”. ¿Vale más pensar que tener ideología?
Absolutamente, porque la ideología se la da a uno alguien más. Es mejor pensar por sí mismo. Cuando Costa Rica ha sido Costa Rica es cuando ha pensado por sí misma y ha adoptado sus soluciones y modelos.
Si ponemos al país en una balanza ¿Está más ideologizado o es más pensante?
Es una lucha constante. Siempre es más fácil adoptar una ideología porque elimina el costo de pensar. Hay un vaivén fuerte, pero hay un gran esfuerzo porque prevalezca la razón, las soluciones. Esa es parte de la lucha.
En su novela, Ana, enojada, le dice a Samuel: “Lo hiciste porque tenés el ego del tamaño de un zeppelín”. Tras de 100 días de Gobierno, ¿cómo le va a su ego?
(Risas) No es algo que me pregunto mucho. Una cosa importante en la política es tener mucha conciencia del propio ego, que puede ser una limitación para la toma de decisiones o para los objetivos. Lo que yo quiero es que Costa Rica salga adelante y me entiendo como instrumento para eso, no como un fin.
“Un día me preguntaron ‘¿cuál quiere que sea su legado?’ Mi legado no importa. Lo que importa es que Costa Rica esté bien, eso es lo verdaderamente importante.
“La investidura del presidente es un instrumento para que pasen cosas”.
En relación con el carácter de Ana, se dice en su libro: “La línea entre la obcecación y la determinación es muy delgada”. ¿Reconoce esa línea? ¿Cuándo es obcecado y cuando determinado?
Determinado se es cuando el país requiere de algo, sobre todo cuando lo requiere a pesar de que muchas otras personas o fuerzas no lo quieran. Obcecado es cuando hay empecinamiento sin entendimiento. Es una línea delgadita, pero en todo caso yo soy una persona muy de diálogo, abierta…
“Yo trato de hablar de último y siempre escuchar. Con un gabinete tan diverso, cuando la gente exterioriza su opinión todas las vertientes están ahí, los puntos de vista. Al final hay que sopesarlas porque a mí me toca tomar decisiones”.
En una carta que le escribe en la Penitenciaría Central, Stefan Schmitz le dice a Beatriz: “Ese es el consuelo propio de quien quiere por un momento ignorar que la tormenta es inminente e inevitable”. ¿Cómo enfrenta esas tormentas inevitables?
A mí me enseñaron que hay un ciclo normal de los humanos cuando enfrentamos un problema. Primero viene la negación, luego resignación, después uno lo acepta y a veces hasta termina entusiasmado. En la medida que uno transite la negación lo más rápido posible puede pasar de resistirse a resolver. Eso ayuda mucho, ahorra tiempo, energía y emoción.
“Yo sabía a lo que venía. Conocía muchas de las situaciones y porque las conozco quiero estar aquí, porque es hay que resolverlas. Procuro una acción hacia resolver, canalizar el esfuerzo, la emoción e incluso la sensación de frustración o rabia –que no resuelve nada–, hacia resolver. Eso es lo que necesitamos, volcar el país hacia resolver”.
En otra carta de Stefan a Beatriz: “Vivir en el absurdo es uno de los mayores castigos”. ¿Cuáles son los mayores absurdos que ha detectado en el aparato estatal en estos 100 días?
(Risas) En general el aparato (estatal) tiene muchos absurdos. Si uno tuviera que rediseñarlo tendría que impulsar el principio de que cualquier acción de la institucionalidad tiene que transformar positivamente la experiencia de vida de las personas.
“Estamos atorados en una sucesión de choques institucionales. Somos más como un mecanismo que como un organismo. El mecanismo solo puede hacer lo mismo repetidamente; un organismo se adapta a las condiciones... Uno empieza a encontrar trabas absurdas. Se me ocurren varias, pero…
¿Por ejemplo?
El Presidente firmaba liquidaciones salariales de funcionarios por ¢20.000; un papel que viene de una institución y pasa a otra papel para que (finalmente) llegue al escritorio del Presidente. En el Ministerio de Trabajo me entregaron para firmar una compra de audífonos por ¢5.000.
“A la institucionalidad no le gusta tomar decisiones porque eso es asumir responsabilidades, entonces elevan la gestión a los siguientes niveles. Yo delegué las firmas, que en niveles más bajos de la jerarquía se tomen esas decisione. Hicimos eso y un medio de comunicación publicó: ‘Presidente deja sin supervisar tantas instituciones’. Es cuando uno dice, ¡esto es kafkiano!
¿Somos un país adicto a lo absurdo?
Somos un país contradictorio Tenemos elementos maravillosos, así como hay cosas absurdas. Si hemos logrado tantas cosas tan maravillosas con frenos absurdos, la pregunta es ¿dónde estaríamos si no tuviéramos esos frenos?
“Hemos hecho cosas maravillosas, pero tenemos que desencadenar el potencial desperdiciado. Por eso cargo mucho la energía en lo positivo, en lo constructivo. Nos enfocamos mucho en lo que está mal, no en resolver”.
Otra vez en su novela, Samuel le dice a Ana, en relación con la carta que ella recibió del padre biológico: “O es que alguien quiere joder”. ¿Siente usted que alguien lo quiere perjudicar?
No personalmente, pero siento que hay una gran maraña de intereses cruzados que detienen. Yo siento que represento una gran coalición de esperanza y buenas voluntades unidas para que el país avance.
“Esa es la gran tarea que tenemos y lo que debemos demostrar es que ese esfuerzo sí se puede materializar en cosas.
“No veo que alguien quiera perjudicarme deliberadamente… O puede que tal vez el zeppelín de mi ego no lo esté percibiendo (risas), pero siempre me gusta pensar primero en lo bueno. Si logramos encauzar esa fuerza positiva para el progreso del país, ese sería un buen legado.
Lo dice el presidente de la República, Carlos Alvarado Quesada: “Somos un país contradictorio Tenemos elementos maravillosos, así como hay cosas absurdas. Si hemos logrado tantas cosas tan maravillosas con frenos absurdos, la pregunta es ¿dónde estaríamos si no tuviéramos esos frenos? Hemos hecho cosas maravillosas, pero tenemos que desencadenar el potencial desperdiciado. Por eso cargo mucho la energía en lo positivo, en lo constructivo. Nos enfocamos mucho en lo que está mal, no en resolver”.