Con el tiempo en contra la Refinadora Costarricense de Petróleo (Recope) debe ampliar sus facultades para adaptarse a una economía descarbonizada. Alejandro Muñoz, presidente de la institución, dio a conocer la hoja de ruta con la que el país se despedirá de los hidrocarburos.
El plan es ambicioso, pues contempla sentar las bases y dar grandes pasos de aquí al 2020. Se trata de la implementación de la mezcla de etanol con gasolina, el biodiésel, el gas GLP e investigaciones para producir hidrógeno.
La incógnita que es si la refinadora está en la ruta adecuada.
Energías alternativas
Con la directriz que impuso la administración Alvarado Quesada, la refinadora ahora se embarca en una serie de proyectos nuevos.
El objetivo es sentar las bases en este cuatrienio y continuar trabajando hasta el 2037, cuando el país tendría una flota vehicular de 4,2 millones.
Proyecciones para el 2037 |
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80.000 motos eléctricas |
750.000 vehículos eléctricos |
750.000 vehículos híbridos |
Fuente: Recope. |
El primer paso es sustituir la gasolina súper de 95 octanos por una mezcla de combustible con etanol, fórmula que ya es conocida en Costa Rica, pero que ahora promete llegar para quedarse.
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Pese a que la mezcla sigue siendo contaminante, permitiría rebajar las emisiones de dióxido de carbono hasta en un 20%.
La mezcla tendría hasta un máximo de 10% de etanol y el cambio no implica que el combustible será de menor calidad, según Muñoz.
La mezcla con biodiésel es otra de las opciones. Sin embargo, el proyecto avanza más lento porque el país no cuenta con una planta para producir este combustible. De lo que sí dispone es de materia prima gracias a los cultivos de palma aceitera.
Este combustible tiene un precio superior al del diésel 50, por lo que la institución pone como condición, participar del proceso de industrialización y de distribución a granel para optimizar costos.
Si la refinadora desarrolla el proyecto sin acompañamiento el costo sería de $240 millones, y en caso de obtener alianzas con el sector privado –mediante una reforma a la ley– la inversión se reduciría a $180 millones.
Otra de las iniciativas es el gas licuado de petróleo (GLP), combustible que ya se utiliza en el país.
La idea es que a largo plazo un porcentaje de la flotilla vehicular –vehículos livianos y transporte público– migren hacia este sistema, para disminuir hasta en 15% las emisiones de dióxido de carbono.
Actualmente 53 estaciones de servicio proveen GLP y el cambio se ha dado de manera orgánica –por las necesidades del mercado– sin que Recope lo haya fomentado.
El hidrógeno impone mayores retos para el país, porque la tecnología aún está en proceso de investigación. Esta alternativa durará décadas en llegar al país pero Recope determinó que el gas se podría obtener de los residuos del biodiésel.
De momento, la estrategia de Recope se apega al criterio del Presidente de la República.
“Estamos hablando de biocombustibles, hidrógeno y otras tecnologías limpias para la generación de energía o movilidad que empiezan a sustituir el uso de gasolina, petróleo o diésel. Ese es el rol que debe tener Recope”, comentó meses atrás Alvarado.
¿El camino correcto?
La flotilla vehicular es la principal responsable de las emisiones de dióxido de carbono en el país. En el 2016 solo el transporte terrestre consumió el 61% del total de combustibles fósiles, según datos del Estado de la Nación.
La pregunta es si la estrategia de Recope es la más adecuada.
Cualquier iniciativa puede ayudar a reducir las emisiones de dióxido de carbono, pero se debe valorar el costo que representará en el precio final, según Carlos Roldán, investigador de energías del Instituto Tecnológico (TEC).
Para Roldán, a excepción del GLP, el uso de otras energías implicarían una alza en el precio.
El investigador impulsa un proyecto para que se explore petróleo en el país, la consulta se haría mediante referéndum y ya cuenta con el aval del Tribunal Supremo de Elecciones (TSE).
Según él, la exploración de petróleo permitiría reducir los costos de importación, esto se traduciría en un ahorro que permitiría financiar proyectos de energías alternativas y evitaría un impacto en los bolsillos de los usuarios.
En cuanto al uso del hidrógeno, los criterios están divididos. El químico Julio Mata y el electroquímico Orlando Trejos, especialistas de la Universidad de Costa Rica (UCR), consideran que no es una buena idea.
Los expertos se oponen por el alto costo energético que implicaría producir esta energía. Aunque el astronauta y físico Franklin Chang defiende su uso.
“En términos de impacto ambiental, el hidrógeno es el sustituto ideal de los combustibles fósiles. No contiene carbono, (...) es abundante y, al liberar su energía, produce electricidad, calor y agua pura como desecho”, indicó a EF Franklin Chang.