Aunque el cerebro no es un músculo, no solo se beneficia de la actividad física que hacemos, sino que también es necesario ejercitarlo.
Diversos estudios han comprobado que el ejercicio físico beneficia las capacidades cognitivas y el estado de ánimo, influye en la memoria de trabajo y en las funciones ejecutivas, lo cual podría prevenir el riesgo de desarrollar enfermedades cognitivas degenerativas, como la enfermedad de Alzheimer.
Además, cuando se practica de forma regular, se activan nuevas unidades neuromotoras, o sea, conexiones de neuronas a músculos. Estas nos permiten mejorar diferentes aptitudes físicas, como la fuerza, la coordinación, el balance, etc.
¿Pero cómo entrenar un órgano que no es un músculo?
Los neurólogos del Equipo de la Torre aconsejan nunca dejar de aprender: “las personas que estudian están ejercitando con mayor frecuencia y eficacia su memoria. Además, cuanto más practique, menos esfuerzo necesitará para aprender” porque el conocimiento pasará a la memoria a largo plazo, de donde podremos extraerlo de forma automática.
Es así cómo, aunque andar en bici o patinar requiere de gran coordinación entre cerebro y músculos, así pasen años sin practicarlo, nunca lo olvidamos, gracias a la “memoria muscular”, explican en una publicación de Oxford.
Como andar en bicicleta
Yo aprendí a andar en bicicleta a mis casi 30 años. Entonces esa no es una buena referencia para mí.
Sin embargo, sí aprendí a andar en patines desde kínder. Tato, mi abuelito, me llevaba todos los jueves a “tanda de 7pm” en el salón que había por La Sabana. Y mientras él patinaba exclusivamente sus ojos posados en mí, yo, que era la típica ñoña que sacaba 100 en todo menos en Educación Física, ni sabía que estaba haciendo ejercicio exitosamente.
Hace unos meses, estrenando mis 35 años, me lesioné la rodilla. No sé cómo. “Leda”, seguro, y mi fisioterapeuta me mandó a hacer ejercicios para fortalecer los aductores. Yo no quería dejar de hacer cardio de intensidad moderada, quería que fuera de bajo impacto, y no quería hacer únicamente steps y spinning, que eran los que cumplían ambas características.
Así fue cómo se me ocurrió retomar la patinada: cardio moderado, bajo impacto, que trabaja aductores y otros estabilizadores de articulaciones. Todo en uno.
Después de décadas (sí, décadas) de no patinar, me fui a comprar patines, me los encaramé y me deslicé como si nada por la cancha de básquet del condo. No me caí ni una vez. Y eso para Cofalito Ruiz, presente, ¡es todo un logro!
Y no solo no me caí, me sentí capaz de hacer más cosas y me entró el gusanito de querer aprender otros movimientos para sacarle mayor jugo a los patines, retarme más, fortalecer mis rodillas y tobillos de manera innovadora y seguirme ejercitando de pies a cerebro.
Tome nota
La moraleja de esto no es que se vayan todos a comprar patines, ni que se vuelvan a montar en la bici que dejaron tirada. Si quieren, adelante; pero no voy por ahí.
Lo que quiero compartirles es algo más integral:
1. Nunca es tarde, ni para retomar algo viejo, ni para aprender algo nuevo. Todo lo que sea de crecimiento personal, bienvenido sea.
2. Uno es responsable de su propio aprendizaje. En Internet puede encontrar desde la información que busca (aunque toca discernir) hasta el contacto de los especialistas que pueden enseñársela, si así lo requiere.
3. Se va de menos a más. Se parte de lo que se tiene y se construye desde ahí. Primero, quitando obstáculos (en mi caso, sanar la lesión) y luego, creando las bases y fundamentos sobre los que se va a construir. (En mi caso, trabajando ejercicios de fortalecimiento de aductores y balance antes de entrarle a los trucos nuevos sobre ruedas).
4. Aprender y celebrar. Puede que se equivoque, que no le salga a la primera o que no le salga como se ve en Pinterest, pero se vale seguir intentando, aprendiendo de los errores y de lo que sí funcionó y celebrando los pequeños ganes que se convertirán en enormes triunfos.