¿Alguna vez le ha pasado que le describen algo que suena tan delicioso que empieza a salivar; o quizás, que le narran un accidente tan terrible que se frota la parte del cuerpo accidentada de la que le están contando? Ese es el poder de la mente. Es tan grande, que con solo pensar en las imágenes indicadas logra producir efectos físicos reales .
Pero cuando hacemos ejercicio no nos gusta pensar: nos gusta distraernos. Distraernos del cansancio, de la pereza, de la fatiga, del aburrimiento, tanto así que creemos que, sin el tele, el libro o la música que estamos oyendo mientras nos ejercitamos, no seríamos capaces de terminar la sesión.
Lo que no sabemos es que si dejáramos de distraernos y le pusiéramos mente al ejercicio que estamos realizando lograríamos mejores resultados en cada entrenamiento.
Y para muestra, dos botones.
Un estudio de Harvard reveló que, con solo hacer que los sujetos de investigación (mucamas) estuvieran más conscientes de la actividad física que estaban realizando (subir y bajar gradas, barrer, restregar, etc), estos lograron reducir su presión arterial, su talla, su peso y su grasa corporal.
Existen investigaciones que demuestran que, cuando ensayamos mentalmente una actividad, activamos las mismas partes del cerebro que cuando la ejecutamos físicamente. Y recordemos que el cerebro es el encargado de reclutar las fibras musculares que trabajan en nuestra fábrica corporal.
Así, investigadores en Ohio lograron que un grupo de participantes incrementaran su fuerza (no el tamaño) de sus bíceps un 13,5% con solo ponerlos a hacer sesiones de entrenamiento mentales, en las que imaginaban que estaban levantando mucho peso con sus brazos.
Ya esto para mí suena demasiado bueno para ser verdad. Sinceramente, dudo mucho que sentada en una silla imaginando que mi grasa corporal se desaparece y que mis músculos crecen voy a lograr que efectivamente esto suceda.
En lo que sí concuerdo es en que “podemos estar más saludables e incluso perder peso con solo estar más conscientes del ejercicio que hacemos”, dice Andy Puddicombe, cofundador de Headspace, empresa que capacita en meditación. Esto sin necesidad de tener que incrementar la cantidad de tiempo que invertimos en ello, sino, más bien, mejorando la calidad de lo que hacemos.
Si estamos pendientes del movimiento que estamos realizando, nos aseguraremos de que la técnica está correcta y de que la respiración es adecuada, lo cual no solo evitará lesiones, sino que logrará que el entrenamiento sea más efectivo.
“Cuando se enfoca en el ejercicio que está realizando, qué músculos está trabajando y para qué le sirve eso, saca más provecho de cada sesión de ejercicio”, dice la entrenadora personal Paige Waehner.
Además, añade el fundador de Multi Coaching International, Malti Bhojwani, se aprende a escuchar las señales del cuerpo: a sentir si están o no trabajando los músculos que deberían, si está en la zona en la que desea estar sin necesidad de revisar el Polar y si ese entrenamiento es el más adecuado para su personalidad deportiva o no.
Los que me conocen saben que no soy muy fan del yoga (a menos de que sea aéreo) y que no soy muy amiga de meditar. Pero sí soy BFF de hacer las cosas lo mejor posible y si, logrando en cada actividad física esa famosa conexión mente-cuerpo que tanto persigue el yoga, gano más fuerza, más músculo y quemo más grasa, pues ¡bienvenido sea!, ¿o no?
Póngale mente al ejercicio y me cuenta cómo le va.