
Convertir un trozo de madera en una joya cultural es parte de los quehaceres de un artesano.
Lijar, cortar, pintar y detallar a mano, un proceso que da vida a obras espectaculares.
Con la incorporación de la tecnología, los trabajos manuales se han vuelto más precisos y ágiles. Además de aportarle al artesano más control de lo que produce.

Sin embargo, los fabricantes tienen claro que la tecnificación se restringe a ciertos procesos con el fin de mantener la esencia del trabajo elaborado a mano.
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Productos artesanales como la cerveza, los quesos, decoración y muebles son parte de los sectores que están implementando el uso de artefactos tecnológicos en sus procesos productivos.

Más demanda, más capacidad
La principal diferencia que existe entre un proceso artesanal y uno industrial, es que en el primero el fabricante actúa en todo el proceso de producción, desde el inicio hasta el final. Mientras que en el industrial hay fases automatizadas.
La cerveza, una bebida que seduce el paladar de los costarricenses, ha visto un crecimiento interesante en su oferta artesanal, con las 78 marcas que han sido registradas ante el Ministerio de Salud en los últimos cinco años.
Con este auge, los fabricantes más importantes por volumen de ventas han visto la necesidad de aumentar su capacidad.
Ignacio Castro, gerente de producción de Treintaycinco Cerveza Artesanal, explicó que con la incorporación de mejores artefactos para la confección de la bebida, buscan un mejor control de calidad y más capacidad para satisfacer la demanda.
Treintaycinco está en el proceso de traslado de su fábrica, a una con mejores equipos y mayor capacidad de almacenamiento.
A pesar de este crecimiento, Castro afirmó que el producto sigue siendo artesanal porque hay un cervecero en la plataforma que se encarga de velar por cada etapa del proceso.
“Lo que tenemos son equipos que nos ayudan a usar menos la fuerza física, pero sigue siendo artesanal”, agregó.
Para producir cerveza se tarda entre seis y siete horas, tanto en una cocina de una casa como en la fábrica de Treintaycinco.
“Ahora necesitamos más personal, porque si bien es cierto hay mejores equipos, pero todo se sigue controlando de forma manual”, añadió.
En Treintaycinco, donde se producen unos 10.000 litros mensuales, actualmente trabajan 24 personas.
Otro sector en el que se usa la tecnología es en la fabricación de quesos artesanales.
En Monte Azul Quesos, explicaron que usan la tecnología para controlar los procesos de temperatura, de empacado al vacío y de conservación del queso con las cámaras de refrigeración.
El objetivo de tecnificar ciertas etapas es obtener un producto de mejor calidad.
Melissa Matamoros, encargada de Relaciones Públicas y Mercadeo de Monte Azul, dijo que la tecnología ha sido un aliado en la producción de los quesos. Sin embargo, el uso de ella es limitada para respetar la tradición manual durante la fabricación.
“Existe la posibilidad de incorporar más aparatos tecnológicos en la producción, pero siempre enfocados en la regulación de la temperatura. No en la elaboración en sí del queso como el batido, drenado y moldeado”, enfatizó Matamoros.
Lo mismo sucede en la confección de artesanías.
Instrumentos con mayor tecnificación son utilizados incluso por los fabricantes más pequeños.
Mario Ureña, vicepresidente de la Asociación de Artesanos de Santa Ana y quien también se dedica a la fabricación de artesanías, comentó que el uso de un torno automático le ha facilitado el trabajo y mejora la rapidez.
El uso de este tipo de herramientas le ayudan para que los acabados sean más profesionales, pero siempre mantiene la esencia artesanal.
Según Ureña, cada pieza tiene su toque personal y a pesar de la ayuda que le ofrece la tecnología, no son piezas industrializadas.
Chorreadores de café, organizador de joyas y piezas decorativas tienen un mejor acabado que conlleva menos esfuerzo físico.
Los artesanos poseen la cualidad de fusionar las tradiciones autóctonas con las innovaciones tecnológicas.