Se le quebró la patilla de sus anteojos y la óptica ya está cerrada. ¿Qué hace? Escanea la que está buena e imprime la que le falta. ¿Ciencia ficción? Por ahora sí; pero solo por ahora.
Las impresoras 3D existen desde hace décadas y llevan años utilizándose en la industria para hacer prototipos de productos. Pero ya se están usando también para imprimir piezas finales.
"Más del 20% de lo que se imprime en estos equipos son productos terminados, en lugar de prototipos y la cifra podría alcanzar el 50% para el 2020", dijo a The Economist Terry Wohlers, quien dirige una firma de investigación especializada en el campo.
Dados los ahorros en tiempo y dinero que los equipos permiten, no es de extrañar.
Por una parte, se requieren menos materias primas porque, al ser manufactura aditiva, solo se añaden materiales donde se requieren, a diferencia de la sustractiva, en la cual se extraen de una materia prima mayor, las piezas que se desean. Esto facilita la construcción de piezas difíciles de crear o que tienen gran detalle interno. Además, el proceso requiere menos energía que en la manufactura tradicional.
Por otro lado, el tiempo para pasar del diseño a la producción se reduce a la mitad o más, calcula Neil Hopkinson, investigador de la Universidad Loughborough. Esto es particularmente útil cuando se requiere cambiar el diseño con rapidez.
"Con las impresiones 3D se tiene más flexibilidad a la hora de hacer cambios y pruebas", aseguró a EF Sebastián Loaiza, ingeniero de aseguramiento de la calidad del diseño.
"Típicamente, las industrias que no tienen acceso a estos equipos realizan sus pruebas en talleres de precisión, que son caros y que requieren que el ingeniero verifique que todas se realizaron de manera adecuada, lo que demanda mucho tiempo", detalló.
Un emprendedor podría entonces aprovechar los beneficios de la impresión en tres dimensiones para fabricar los prototipos o maquetas de sus productos, sin asumir tanto riesgo y costo, antes de embarcarse en la fabricación a gran escala.
Las primeras pruebas le servirían para realizar una evaluación propia; otras posteriores, para obtener retroalimentación de usuarios potenciales; y unas adicionales, para probar las recomendaciones recibidas.
Cuando esté convencido de que el producto cumple con las expectativas, puede contratar su producción masiva, con la garantía de que lanzará algo mejor de lo que originalmente había pensado, más orientado al consumidor al que se dirige.
Precisamente, esta posibilidad de personalizar los objetos que permite la impresión tridimensional es lo que hace a algunos analistas prever que en un futuro los equipos entrarán a los hogares, donde los consumidores descargarían artículos imprimibles en 3D, de la misma forma como descargan música o películas para grabar en DVD.
Programas de diseño en tres dimensiones, como Google SketchUp, AutoCAD y otros que existen actualmente, les permitirían ajustar los artículos a sus deseos y necesidades.
¿Factible?
El ingeniero Loaiza ve ese futuro aún muy lejano, pues no considera que sea adecuado utilizar los equipos para imprimir piezas finales, sino únicamente para hacer varios prototipos y poder evaluarlos de forma rápida y con un bajo costo.
"En el momento en que las impresoras de tres dimensiones logren hacer una pieza igual o mejor que la lograda en los talleres de precisión, sí podrían competir contra la manufactura masiva o personalizada; pero aún no estamos ahí", sostuvo.
Además, opina que el nivel de precisión actual de las impresoras 3D es muy bajo y que no tienen la capacidad para hacer acabados superficiales, como se logra con otros procesos de manufactura.
Ricardo Roca, gerente de mercadeo de IPG para Centroamérica, Caribe, Ecuador y Venezuela de Hewlett-Packard, difiere. "El resultado se obtiene rápidamente, es duradero y, además, se ajusta fielmente a su diseño original", dijo. Esta empresa comercializa, en otras latitudes, impresoras que fabrican estructuras de plástico ABS.
Otras marcas utilizan materiales, como metales, vidrio o arena, con los que construyen la geometría del objeto depositando el material en capas horizontales, una sobre otra.
Un cuestionamiento adicional que se hace a la impresión en tres dimensiones es en torno a la propiedad intelectual.
Como los documentos de los modelos 3D son digitales, pueden ser editados, lo que se prestaría para posibles falsificaciones.
Al diseñador industrial Sergio Rivas no le preocupa ese escenario. "La copia formal no creo que sea un problema a futuro (al menos por sí sola). Se copiarán los productos desde su actuación o desempeño, como por ejemplo, la programación del sistema; no su forma, nada más", dijo el profesor de la Escuela de Ingeniería en Diseño Industrial del TEC.