Microsoft lanzó Windows 8. Fue de los secretos a voces más grandes de la historia de la industria, ya que sabíamos que lo estaban esbozando desde antes que Windows 7 fuera lanzado en 2009. En junio de 2011, todos vieron su nueva interfaz durante la D9 Conference. Luego, tuvimos acceso al ‘Building Windows 8 Blog’, y, en junio de este año, pudimos tenerlo de primera mano en el Exploring Windows 8 en Ámsterdam.
Los ejecutivos del gigante sabían que otros se habían hecho con buenos sectores de un mercado que ellos antes controlaban y decidieron apostarle a un producto que no se pareciera en nada a lo que antes habían hecho. El único precedente con una aventura así era el paso de Windows 3.1 a Windows 95.
De primera entrada, el nuevo Windows 8 nos quita algo, pero nos da algo a cambio. La vieja interfaz desaparece y pasamos a una nueva curva de aprendizaje. La ventaja está en que este será el único ambiente que tengamos que conocer para interactuar con todo.
Para las empresas, el nuevo OS puede resultar atractivo. Si ya están corriendo Windows 7, pueden soportar el nuevo con los mismos equipos. Además, en su versión Enterprise pueden utilizar el ‘Windows to Go’ que ejecuta el sistema desde una llave USB para evitar el robo o pérdida de datos cuando se cambia de máquina.
Woody Leonhard y otros detractores de la empresa han despotricado contra Windows 8, y lo acusan de ser complejo y poco probado. No obstante, el nuevo OS ya ha batido récords de actualizaciones. Sobrepasó los 4 millones en tres días. En Costa Rica, la empresa reportó ya 4.000 descargas.
No es fortuito que Apple y Google hayan escogido los días del lanzamiento de Windows 8 para hacer los suyos. Saben que Microsoft puede ser algunas veces un gigante dormido. Pero, mientras duerme, también sueña y, al despertar, algunos sueños resultaron muy interesantes.