La inteligencia artificial (IA) es un concepto capaz de despertar en la mente de las personas admiración y miedo, normalmente hiperbolizados por medio de un futuro perfecto donde las máquinas nos permiten llevar una vida idílica o en una oscura distopía del cyberpunk donde la misma noción de qué significa ser humano se difumina en una crisis de identidad.
Más allá de estos extremos, caricaturizados en mejor y peor forma dentro de la cultura popular, la realidad nos dice que desde ya vivimos —incluso dependemos— diariamente rodeados de la IA cuando usamos nuestros celulares, buscamos en Google, volamos en avión o incluso cuando tomamos un selfie en modo autorretrato (la IA detecta el rostro).
Aún así, el tema de las inteligencias artificiales tomó un nuevo aire con la creación de plataformas para generar textos, imágenes, videos y más de manera automatizada y que llegó a sacudir la forma en la que se puede crear contenido en línea.
Aquí le presentamos algunas de las IA de más fácil acceso para uso recreativo y, cada día más, comercial, además del dilema moral que ponen sobre la mesa.
¿Qué es una inteligencia artificial? Copy.ai lo explica
La inteligencia artificial es el arte de crear máquinas que puedan pensar, aprender y actuar como humanos. Es un poco como la forma en que los humanos pueden hacer cosas, pero con un par de diferencias clave: primero, no es tan emocionante ver a una computadora descubrir cómo jugar al ajedrez o conducir un automóvil; segundo, las computadoras pueden hacer estas cosas mucho más rápido que nosotros.
La inteligencia artificial se trata de hacer máquinas que puedan manejar tareas que normalmente requerirían inteligencia humana. Digamos que quiere una máquina que pueda jugar al ajedrez mejor que cualquier humano, eso es IA. O tal vez quiera poder usar su teléfono con manos libres mientras el carro se conduce solo, eso también es IA.
¿Qué tan bien pueden imitar estas máquinas el comportamiento humano? Pueden juzgarlo por ustedes mismos: yo no escribí los dos párrafos anteriores, lo hizo una inteligencia artificial, más específicamente una llamada Copy.ai, una herramienta de mercadeo que busca facilitar la escritura de los textos que acompañan las publicaciones de redes sociales.
Para que escribiera esos dos párrafos lo único que hice fue darle las instrucciones de lo que quería: una breve explicación sobre qué es una IA y que fuera escrita de manera ingeniosa. Solo eso le bastó para escribir 726 caracteres sobre el tema.
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Lo interesante es el nivel de personalización que ofrece: el texto puede ser persuasivo, amigable, aventuroso, empático, profesional, puede ser el copy de una publicación de Twitter o la entrada de un texto periodístico.
Inteligencias de creación de texto como la de Copy.ai son de las que más han empezado a abundar en línea, especialmente en el área de creación de contenido, Articoolo, Jasper son algunas de las más populares. Hay otras que complementan estas tareas como Article Writer, que es capaz de resumir o parafrasear los textos que se le pidan.
Dall-E, el creador de imágenes
Dall-E es una de las IA más populares en Internet y, también, una donde es muy sencillo entretenerse por horas creando cualquier imagen que le salga de la cabeza (lo sé porque perdí más horas de la cuenta de reporteo en ello).
Funciona de manera similar a los de texto: se le da una instrucción y la inteligencia produce imágenes según lo solicitado.
Lo interesante de Dall-E es que no crea imágenes a partir de otras imágenes existentes (bueno, sí, pero no textualmente), es decir, no hace un collage de lo que se le pida, sino que es una inteligencia que fue entrenada para crear a partir del conocimiento generado por bases de datos.
Pongamos un ejemplo: si yo le pido a Dall-E que me haga un beagle en un parque de día, me hará la siguiente imagen (la cual es única a mi búsqueda y si se la vuelvo a pedir después me hará una diferente):
Ni este beagle ni este parque existen en la vida real, Dall-E los creó a partir del estudio de millares de otras imágenes existentes para comprender cuáles son los elementos en común que componen a un beagle y a un parque de día para, a partir de se conocimiento, generar su propio “beagle” y su propio “parque”.
Además, no solo es capaz de comprender esas formas sino también los estilos. Este es el resultado si le pido el beagle en el parque de día pintado en el estilo Claude Monet:
De igual manera, Dall-E no es la única, plataformas como DreamStudio también permiten resultados similares.
Este tipo de tecnología también se está probando para videos. Google, por ejemplo, tiene Imagen Video, que tiene una premisa similar a la de Dall-E, pero para imágenes en movimiento.
Lumen 5 también tiene la capacidad de convertir texto en videos, pero con un formato más viñeteado y con el objetivo de ser contenido corto para redes sociales (sí, bien se podría hacer una publicación en Instagram construida 100% con IA: un copy de Copy.ai animado por Lumen 5).
ChatGPT, el dolor de cabeza de los profesores
Otra inteligencia capaz de crear textos es ChatGPT, el cual tiene un fin conversacional. “El formato de diálogo hace posible que ChatGPT responda preguntas de seguimiento, admita sus errores, cuestione premisas incorrectas y rechace solicitudes inapropiadas”, así lo describen sus creadores de Open AI, los mismos detrás de Dall—E.
Esta herramienta se puso de moda entre estudiantes que encontraron en ella la manera de realizar tareas, pues es capaz de responderte generalidades sobre una amplia piscina de temas. Poniendo de lado el hecho que utilizarlo para una tarea derrota el objetivo de esta misma —desincentiva el uso del pensamiento crítico y los métodos de investigación—, esta IA tiene sus defectos: no siempre es precisa y tiene vacíos si se le pregunta sobre acontecimientos posteriores a 2021.
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Aún así, hace el trabajo lo suficientemente bien en las generalidades como para convencer a más de un profesor que fue su estudiante quien hizo la tarea y, al usuario, de que hay alguien detrás contestando las preguntas.
ChatGPT nos respondió cuántas palabras hay en el diccionario de Oxford y cómo las tasas de interés reducen la inflación. Bien se le podrían hacer esas preguntas al buscador de Google, sin embargo con esta herramienta se generan respuestas que no están copiadas de un sitio web, sino que son deducidas por la IA según las bases de datos de información que ha estudiado.
Yo le pregunté, perseguido por la curiosidad de qué podría responder una máquina al respecto, cuál era su pasaje de la biblia favorito. Su respuesta, parafraseada: “soy una IA, no tengo creencias ni preferencias, pero a los creyentes les suele gustar Juan 3:16″.
El dilema de las IA
Dejando de lado el dolor de cabeza que algunas IA como las que mencionamos traerán —si no es que ya traen— en materia de derechos de autor (¿a quién le pertenecen los textos y las imágenes generadas por una inteligencia?), una de las preguntas que más ha acaparado la conversación sobre sus usos tiene que ver con la moralidad: ¿es moral utilizar una IA en lugar de contratar a una persona para realizar el trabajo?
Dejemos que sea el mismo ChatGPT el que nos conteste: “la moralidad de usar inteligencia artificial en lugar del trabajo humano es un tema complejo sin una respuesta clara. Por un lado, la IA puede automatizar tareas repetitivas y peligrosas, liberando a los trabajadores humanos para que se centren en un trabajo más creativo y satisfactorio. Por otro lado, la IA también puede conducir al desplazamiento laboral, particularmente entre los trabajadores poco calificados, lo que exacerba las desigualdades sociales y económicas existentes. En última instancia, si es moral o no usar IA en lugar de contratar personas depende del contexto específico y de cómo se equilibran y distribuyen los beneficios y los inconvenientes de la IA”.
El debate puede crecer, note que en este mismo artículo acabo de usar una IA como fuente, algo que quizás también le hubiera preguntado a algún especialista en tecnología o a algún filósofo.
Su respuesta, aunque ronda lo políticamente correcto, puede quedarse corta al mencionar como uno de los mayores riesgos la reducción de oportunidades para los trabajadores “poco calificados” ya que hoy ese espectro es más grande. Si tomamos en cuenta las IA mencionadas anteriormente, estas tienen el potencial de reemplazar profesionales de alto grado académico como productores audiovisuales, mercadólogos, diseñadores, artistas y, para no ir muy lejos, periodistas como yo: la inteligencia artificial de Articoolo es capaz de redactar artículos con solo darle un título, una instrucción y palabras claves.
Dudaré, por supuesto, de la calidad del artículo que genere una IA de la misma manera que lo harán los artistas de las imágenes creadas por Dall-E y los productores audiovisuales de los videos de Lumen 5, sin embargo entiendo el inevitable sesgo —mejor o peor justificado— que acarreamos estas profesiones al ver a una máquina hacer un trabajo que tan convincentemente se ha creído —y para muchos se seguirá creyendo— exclusivo a la sensibilidad humana.
Aún así, sería irresponsable afirmar que este es un fenómeno único de nuestros tiempos: el reemplazo del trabajo humano es tan antiguo como los primeros avances tecnológicos que lo permitieron. Es, también, parte de lo que nos ha dado muchas de las facilidades que hoy tenemos como sociedad.
Para Tomás de Camino, director de la Escuela de Sistemas Inteligentes de la Universidad Cenfotec, como sociedad ganamos mucho con la IA. “Utilizada de manera productiva, amplifica nuestras capacidades, no las reduce, y amplifica específicamente lo que nos hace buenos, que es capacidad de decisión, creatividad, autodeterminación y capacidad de conectar cosas que parecen no estar relacionadas”, dice de Camino.
Lo malo que nos pueda traer, considera, dependerá de nosotros mismos: “si mantenemos una educación atrapada en el pasado, la IA va a dominar sobre nosotros. Tomará trabajos y nos atrapará desprevenidos sin alternativas. También podría dejarnos en círculos cerrados y estrechos, donde nos conformamos con lo que la IA nos da”.
De momento, parece que cuando más se acerquen las IA a replicar la mente humana es cuando más incómoda se vuelve esa barrera moral entre lo correcto y lo incorrecto que hoy, a riesgo de sonar paradójicamente categórico, se acomoda en esa zona gris donde hay más preguntas que respuestas.