A Jennifer Brenes le corresponde hacer las pruebas de los servidores como parte del Software Services Group (SSG) de Intel, en San Antonio de Belén, para analizar el rendimiento de los futuros servidores a la hora de gestionar grandes volúmenes de información.
También evalúa cómo se distribuyen los datos, cómo reaccionan los equipos ante distintas demandas de información y cuáles recomendaciones hacer para obtener mejores resultados, incluyendo ahorro de tiempo.
"Vemos el rendimiento con diferentes cambios de frecuencias", explicó Brenes, quien tiene 24 años, es oriunda de Tucurrique, en Jiménez de Cartago, y estudió ingeniería electrónica en el Instituto Tecnológico de Costa Rica (TEC).
Ella realizó su práctica en la compañía durante un año y hace diez meses se incorporó al equipo del SSG, convirtiéndose en una de las 2.200 personas que trabajan actualmente en Intel Costa Rica.
La compañía cumple en este diciembre tres años de haber cerrado la planta de manufactura y de la inauguración de su Centro de Investigación y Desarrollo, que incluye ocho equipos de trabajo como el SSG y el megalaboratorio.
En los últimos 36 meses, Intel aumentó la contratación de técnicos y profesionales, las compras locales y el monto de la planilla, aumentando así lo que los economistas denominan el valor agregado doméstico, y ya exporta en 60% de lo que el país vende al exterior por concepto de investigación y desarrollo. La firma también mantiene su centro de servicios compartidos en la sede de Belén.
El próximo año se espera ampliar las actuales unidades de negocio del Centro. "Seguimos proyectando a Costa Rica como destino de Intel", dijo Timothy Scott, gerente de relaciones corporativas de Intel Costa Rica.
Intel instaló su planta de manufactura de procesadores en Costa Rica en 1997 y un año después empezó a exportar. Luego incorporó el Centro de Servicios Globales.
A principios del 2014 la compañía anunció el traslado de la planta a Asia y en diciembre empezó a instalar el Centro de Investigación y Desarrollo.
Ahí actualmente 900 ingenieros diseñan, validan y prueban la siguientes generaciones de procesadores, tarjetas de circuitos impresos, plataformas y software que se necesitan para el funcionamiento de los sistemas de servidores, tabletas, computadoras de escritorio y personales, dispositivos de Internet de las cosas y otros equipos.
Diego Díaz es el gerente de Systems Technologies Readiness de Intel, una unidad encargada de probar y validar los procesadores nuevos y las tarjetas donde se instalan los chips y otros componentes.
Las tarjetas pueden ser de 25 por 30 centímetros, un poco más grandes que una hoja tamaño carta.
También se prueban más pequeñas (de 2,50 por 16 centímetros), totalmente diseñadas y hechas en Costa Rica, que contienen todo lo que necesitaría una computadora para trabajar, video, audio y hasta para los nuevos puertos USB–C, para utilizar un conector múltiple para dispositivos de video, audio y el cargador de energía.
Una vez probadas las tarjetas, los ensambladores de computadoras o tabletas, por ejemplo, definen cuáles componentes dejar.
"En Costa Rica, hasta el momento, no se había hecho nada similar antes", destacó Mauricio Vargas, gerente del Client Computing Group (CCG), al que pertenece la unidad de Díaz.
Díaz, un químico de 46 años, y Vargas, un ingeniero industrial de 48 años, ambos de la Universidad de Costa Rica (UCR), trabajan en Intel desde que se instaló la manufactura en Belén hace 20 años. Vargas incluso estuvo en una planta de la firma en Vietnam.
Ellos son parte del personal de la fábrica que se mantuvo desde 2014. En aquel momento la firma tenía 2.700 empleados.
Desde 1997, tanto la planilla como las exportaciones de Intel Costa Rica estuvieron vinculadas a los vaivenes de la economía global, en partircular de Estados Unidos.
Hasta 2013 el valor agregado doméstico de Intel (que se mide por los salarios y compras locales) apenas fue del 18%, según el estudio que Ricardo Monge, investigador y director ejecutivo de la Comisión Asesora de Alta Tecnología (Caatec), elaboró para la Organización Internacional del Trabajo (OIT) y presentó el pasado 30 de noviembre.
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Ese valor agregado aumentó cuando Intel reconvirtió la planta en un centro de investigación y desarrollo. En el 2016 fue del 44% debido al incremento en el monto de la planilla y la compra de insumos y servicios locales (ver infografía "El paso de la planta al laboratorio").
Lo clave es que la reconversión de Intel puede implicar que otras empresas den el salto a actividades de mayor valor agregado y para atraer inversiones con un aporte de similar o mayor magnitud a la economía local, de la misma forma que hace dos décadas la instalación de la planta de Intel en Costa Rica sirvió para atraer a inversón externa en alta tecnología y en servicios, así como empujó a la industria local de tecnología.
Monge, de Caatec, y José Manuel Salazar, director regional de OIT y exministro de comercio exterior, destacan que de esa forma el país lograría mayor crecimiento, superando lo que llaman la trampa del ingreso medio: bajo crecimiento, competencia con países que utilizan más mano de obra de menor costo, y limitaciones tecnológicas y de productividad para competir con naciones más avanzadas.
El nuevo escenario, en el cual ya Intel aporta más de la mitad de la exportación en investigación y desarrollo del país, abre posibilidades para la contratación de talento calificado, de más compras a nivel interno y que otros sectores se vean beneficiados: proveedores que elevan su calidad y migración de colaboradores de Intel a otras compañías, propias o ajenas, especialmente en el sector tecnológico.
"Depende que aprovechemos las nuevas posibilidades en actividades de investigación y desarrollo", insistió Monge.
Cuando Intel anunció el traslado de la planta implementó un programa para reubicar personal en otras firmas. El otro paso que dio fue renovar la composición laboral: antes había más operarios; ahora hay más técnicos y profesionales, lo que impactado el monto total de la planilla.
Ni el SSG, al que pertenece Jennifer Brenes, ni el CCG donde trabajan Diego Díaz y Mauricio Vargas existían hace tres años.
Marilyn Jiménez, de 33 años e ingeniera de sistemas de la Ulacit, que ingresó a Intel en el 2016. Ella también pertenece al SSG, donde evalúa el rendimiento de diferentes plataformas y procesadores para compararlos con otros productos existentes en el mercado.
A su lado trabaja Giovanna Francesa, de 26 años, una ingeniera en computación del TEC oriunda de Zarcero, que trabaja en Intel desde hace dos años y realiza pruebas de rendimiento de equipos con distintas configuraciones y programas informáticos.
Luis Rosales, gerente del SSG, de 36 años, explicó que otra de las tareas en este laboratorio es realizar una simulación de plataformas de alta capacidad, para ver cómo operan con procesadores de distintos núcleos y con variables diferentes de frecuencia o de potencia.
Aquí se utiliza un cluster de 16 nodos o equipos servidores, que se apoyan en tecnologías de machine learning (aprendizaje de máquina) y de computación distribuida (que resuelve diversos procesos informáticos apoyándose en varios servidores).
Antes de iniciar cada prueba se entrena durante tres días, apoyados en Machiner Learning, la red neuronal del sistema (algoritmos que funcionan como el cerebro humano) en el tipo de operaciones que se van a implementar.
Luego se realiza la prueba para detectar cómo se distribuyen la información y cómo se comporta cada servidor con diferentes volúmenes de datos y de procesos.
Este cluster podría utilizarse en universidades y centros avanzados de investigación científica a nivel global.
Los ingenieros de Intel en Costa Rica también hacen otras pruebas con los equipos que se preparan para los usuarios.
En el laboratorio térmico-mecánico se realizan mediciones estructurales, donde se determina la altura, las dimensiones y otras variables del espacio interno del hardware.
También se hacen mediciones de temperatura de los prototipos de las tarjetas, para lo cual se utiliza una cámara térmica que identifica las áreas que más se calientan y cómo se enfrían.
Otras mediciones son el consumo eléctrico de la memoria RAM y el comportamiento de los flujos de aire en la computadora, así como el funcionamiento del abánico interno.
Con esas métricas se realizan recomendaciones para determinar mejoras y se generan las guías con las especificaciones para los ensambladores de dispositivos, cuyas marcas adornarán los dispositivos que se compran en empresas y hogares.
Incluso se debe medir la presión de los tornillos con que se instalan las partes del hardware para que la conexión sea efectiva y que no presenten problemas.
Todos los detalles cuentan para dispositivos que cada vez deben ser más livianos, más cómodos y con mayor capacidad de procesamiento.
"Los usuarios queremos sistemas cada vez más delgados y con más poder", dijo Natasha León, a cargo del laboratorio termico-mecánico de Intel, una ingeniera mecánica de la UCR, con 33 años, que entró a Intel hace 12 años como ingeniera de procesos en planta y también estuvo una temporada en la fábrica de Vietnam.