Por cada investigador dedicado a las tecnologías e ingenierías en las universidades públicas del país, hay dos que se enfocan en las ciencias sociales.
Es una brecha que responde al enfoque social tradicional de la academia, pero que clama por ajustarse a la economía de un mundo en el que cada vez se exige más innovación tecnológica.
Para ello, es necesario estimular la relación entre las universidades y las empresas con mejores políticas de propiedad intelectual y menor burocracia, coincidieron las autoridades en el tema.
Otros datos corroboran la brecha que sufren las ingenierías. Por ejemplo, en la carrera por obtener inversión universitaria para investigación, las ciencias sociales le sacan 58 puntos porcentuales de ventaja a ingeniería.
Entre ellas, la diferencia de inversión es de $58 millones de inversión total del 2010 al 2013.
Esta tendencia se mantuvo en los últimos cuatro años, los más recientes de los que tiene registro el Ministerio de Ciencia, Tecnología y Telecomunicaciones (Micitt). Esta entidad facilitó los datos de las universidades públicas, basados en el manual de Frascati, para el análisis de EF.
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Otras áreas también le sacan ventaja a las ingenierías: las ciencias exactas obtuvieron un promedio del 23% de la inversión en los años tomados en cuenta y las agrícolas, un 18%.
En la lista siguen las ciencias médicas con un 8% y hasta en el penúltimo lugar aparecen las ingenierías y las tecnologías con un 6%. Solo en las humanidades se invierte menos que en la tecnología, con un 5% de los recursos totales de esos años.
El Instituto Tecnológico de Costa Rica se sale de la canasta, pues su inversión se enfoca en tecnologías y en ciencias agrícolas en porcentajes que rondan el 30% en cada área.
La inversión en ciencia y tecnología incluye pago para investigadores y presupuesto para institutos o áreas académicas. Queda por fuera la inversión en equipos y en infraestructura, que es tomada en cuenta en otro tipo de indicadores.
El rompecabezas de la inversión
Las universidades son las que más invierten en Investigación y Desarrollo (I+D), un indicador que el Micitt mide cada año (el más reciente es el 2013).
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Para invertir, las universidades utilizan diferentes modelos que responden a planes institucionales, nacionales y al interés del mercado, pero, sobre todo, al interés de sus profesores y estudiantes por quedarse investigando.
Alice Pérez, vicerrectora de la Universidad de Costa Rica, aseguró que en su institución no existen preferencias entre áreas.
La UCR representó el 61% de la inversión en investigación de las universidades en el 2013 y los fondos destinados al área de ciencias sociales fueron de $14,3 millones. Un millón de dólares más que las ciencias exactas, el siguiente rubro con mayores recursos.
DESCARGUE: la base de datos completa de la inversión universitaria en I+D
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Pérez explicó que las cifras del Micitt no reflejan la totalidad de inversión de la UCR, que también tiene proyectos de acción social y consultorías para el Estado.
También resaltó la misión de institutos como el Laboratorio Nacional de Materiales y Modelos Estructurales, que trabajan de la mano del Estado, y el papel que cumplen los intercambios con empresas agrícolas.
Para el jerarca del Micitt, Marcelo Jenkins, las escuelas de ingeniería deberían aprender de las de ciencias agrícolas en temas relacionados con transferencia tecnológica.
Los titulares en investigación de la Universidad Nacional (UNA), la Universidad Estatal (UNED) a Distancia y la UCR coincidieron en que un proyecto podría registrarse en un instituto de investigación del área social y tener un enfoque de innovación. “No toda la innovación es tecnológica”, argumentó Pérez.
Para el director de investigación de la UNA, Daniel Rueda, la inversión muchas veces responde a la naturaleza de las universidades. "La UNA tiene un enfoque social". Coincide con él la vicerrectora de la UNED, Lizette Brenes, quien además aclaró que la investigación en la UNED se ajusta al Plan Nacional de Desarrollo del país y se enfoca en cantones con menor desarrollo urbano.
"Todas las investigaciones son congruentes con nuestra misión de democratizar el conocimiento y el desarrollo inclusivo", dijo Brenes.
Sin embargo, los actores de la academia parecen estar claros en que es necesario compensar la balanza y algunos planes para lograrlo comienzan a vislumbrarse.
Las inversiones en nuevos edificios para carreras de ingeniería en la Universidad de Costa Rica, financiados por medio de fideicomisos, son ejemplo de ello. Aunque la inversión en infraestructura no entra dentro de las categorías de los indicadores, sí se evidencia en el impulso académico.
Investigación “viva”
Las dos áreas que reciben la menor inversión son las que registran una evolución más pronunciada. En parte, porque su base de medición es de menos millones.
Las ciencias médicas tuvieron el mayor repunte, con un crecimiento del 65%en sus recursos. De $5,4 millones en el 2010 a $9 millones en el 2013.
Le siguen las ingenierías, que en el 2013 obtuvieron un 50% más de recursos ($5,5 millones) que en el 2010 ($3,7 millones).
El Banco Mundial señala que esta última área promueve el crecimiento industrial y ayuda a mejorar los niveles de vida de la población.
Para que la investigación se traduzca en beneficios cuantitativos, es indispensable que se alíe con las industrias, dijo Jenkins, quien hasta hace poco dirigía un instituto de investigación en la UCR. “Es una barrera típica, pero en Costa Rica es mucho más alta”, comentó.
La directora de clima de inversiones de la Coalición Costarricense de Iniciativas de Desarrollo (Cinde), Vanessa Gibson, coincide. “La investigación debe estar viva y no muerta”, apuntó.
Se refiere a estudios que puedan tener un impacto real en la población: que no se queden en papel.
Las universidades se enfrentan, además, a un reto en el área tecnológica, pues de alguna forma deben competir contra grandes empresas por su recurso humano.
Para ello, dijo Miguel Rojas, coordinador del Centro de Biotecnología del Tec, los planes de estudio deben contemplar investigaciones con fondos de las universidades.
Pérez también plantea la posibilidad de crear doctorados y maestrías para fomentar la investigación universitaria en áreas que en este momento se quedan atrás.
De lo contrario, Costa Rica seguirá replicando y aumentando su dependencia en las innovaciones tecnológicas foráneas, comentó Rojas.