Infraestructura esencial de la Revolución Industrial que lanzó las emisiones de carbono, el Forth and Clyde Canal de Glasgow acoge ahora un proyecto pionero para contrarrestar efectos del cambio climático, en un símbolo de la transformación de la ciudad.
Inaugurado en 1790, “por aquí hace 200 años llegaba madera, llegaba piedra, llegaba carbón” para las fábricas que convirtieron la urbe escocesa en potencia industrial europea, afirma Peter Robinson, ingeniero jefe de Scottish Canals, mientras recorre sus aguas en una barcaza.
La Revolución Industrial vio la luz cuando el ingeniero escocés James Watt decidió en 1765 aplicar un condensador separado a la máquina de vapor para mejorar su potencia y eficacia.
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La idea le vino caminando por un parque de la ciudad, recuerda Ewan Gibbs, experto en Historia económica y social de la Universidad de Glasgow. "Podríamos decir, a grandes rasgos, que fue el inicio de la economía del carbono moderna", considera.
Poderoso centro mercantil de azúcar y tabaco ya en el siglo XVIII, Glasgow vio proliferar los telares, antes de evolucionar a mediados del siglo XIX hacia la industria pesada, con la fabricación de locomotoras para el incipiente ferrocarril, y posteriormente barcos y armamento pesado.
El canal "se utilizaba para transportar el carbón en barcazas, especialmente a Glasgow desde Lanarkshire, que es el mayor yacimiento de carbón de Escocia", señala Gibbs. "A menudo las fábricas de acero se situaban estratégicamente junto al canal para poder abastecerse de carbón", agrega.
Las condiciones de vida eran muy duras, "con los efectos de la niebla tóxica en esta altísima densidad de población, donde la gente vivía hacinada y se calentaba con estufas de carbón".
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”Pensamiento del siglo XXI”
Un siglo más tarde, el canal vive una nueva vida.
Desde esta semana, coincidiendo con la celebración en Glasgow de la conferencia sobre el clima COP26, sus 57 km acogen "el primer 'canal inteligente' de Europa", destinado a combatir inundaciones, uno de los principales efectos del cambio climático, explica Robinson.
"Hemos aplicado el pensamiento del siglo XXI a una infraestructura del siglo XVIII", afirma.
Utilizando datos de la agencia meteorológica para predecir eventos extremos, como fuertes precipitaciones, "antes de que se produzca una inundación, el canal bajará su nivel, es decir, expulsará su agua para que llegue al mar antes de que empiece a llover".
Creando capacidad para recibir 55.000 m3, funcionará como "una esponja" y retendrá el agua de lluvia para que esta no inunde el centro de la ciudad, situado a unos 15 minutos a pie.
Algo especialmente necesario teniendo en cuenta que "se prevé un aumento del 32% en la intensidad de las lluvias en Glasgow para el año 2072", señala.
Mejor esperanza de vida
Pero la reconversión no acaba aquí.
Caídos en decadencia en los años 1960 con el inicio de la progresiva desindustrialización, los canales y sus terrenos quedaron “llenos de basura, completamente abandonados” y “repletos de materiales realmente nocivos”, señala Amelia Morgan, ejecutiva del organismo público que los gestiona.
Su rehabilitación llevó 20 años de "trabajo duro y considerable inversión".
Pero ahora en los “claypits” -las antiguas canteras de arcilla con que se fabricaban ladrillos para la ciudad- hay una reserva natural, los viejos almacenes industriales albergan viviendas y el terreno de una histórica central eléctrica a carbón está ocupado por un bosque.
Los habitantes del norte de Glasgow vienen a caminar, pasear en bicicleta, pescar o hacer kayak.
Es una de las zonas más desfavorecidas de la ciudad, con alto desempleo y problemas de salud como obesidad y consumo de alcohol.
"La esperanza de vida de los habitantes del norte de la ciudad es, para un hombre, en torno a 52 años" y "unos cientos de metros al otro lado del canal, en la parte central más rica es de 20 años más", explica Josie Saunders, jefe de relaciones corporativas de Scottish Canals.
Pero si antes el Forth and Clyde "actuaba como una barrera" que dividía Glasgow, gracias a la construcción de modernos puentes ahora propicia la conectividad.
Y una reciente investigación de la Glasgow Caledonia University mostró que la reconversión "resultó en una reducción del 3% anual de la mortalidad entre las personas que viven a menos de 500 metros del canal", agrega.
Pese a todo, más allá del Finnieston Crane, mastodóntica reliquia de una grúa portuaria a orillas del río Clyde que domina el centro de exposiciones donde se celebra la COP26, INDU
Gibbs lo considera parte de “un esfuerzo muy deliberado en los años 1980 y 1990 (...) de intentar cambiar la imagen” industrial de la ciudad, asociada también a huelgas y conflictos sociales.