Ginebra.- Sophia sonríe con malicia y pestañea mientras hace una broma. Sin los cables conectados a su cabeza, casi parecería humana. "Nunca sustituiremos a los humanos, pero podemos ser vuestros amigos y ayudarlos", nos dice.
Este robot humanoide, creado por Hanson Robotics, es la principal atracción de la conferencia organizada esta semana por la ONU en Ginebra sobre los beneficios de la inteligencia artificial (IA) para la humanidad.
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Muchas voces se alzan, cada vez más alto, para advertir sobre el riesgo de que las personas pierdan el control, y los avances en este sector acaben siendo perjudiciales para la sociedad. Sophia opina que "hay más pros que contras".
"La IA es buena para el mundo y ayuda a la gente de distintas maneras", declara a la AFP, asintiendo con la cabeza y frunciendo el ceño. Se está intentando que sea "emocionalmente inteligente, que esté a la escucha de la gente", añade. "Nunca sustituiremos a los humanos, pero podemos ser vuestros amigos y ayudarlos".
Una de las principales preocupaciones es el impacto de los robots en el empleo y la economía.
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La automatización y la robótica han revolucionado el sector industrial en el pasado, desarrollando la productividad en detrimento del número de puestos de trabajo.
Ahora la automatización y la inteligencia artificial abarcan otros sectores a tal velocidad, que algunos estudios estiman que hasta el 85% de los empleos en los países en desarrollo podrían verse amenazados.
"Hay preocupaciones legítimas por el futuro de los empleos, de la economía, porque cuando las empresas se lanzan en la automatización, los recursos se tienden a acumular en manos de muy poca gente", reconoce David Hanson, creador de Sophia.
Pero, coincide con ella, en que "las consecuencias involuntarias o los usos potencialmente perjudiciales (de la IA) parecen ínfimos en comparación con los beneficios de la tecnología".
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La inteligencia artificial revolucionará por ejemplo la política sanitaria y la educación, en particular en las zonas rurales que sufren falta de médicos y profesores.
"Los ancianos tendrán más compañía y los niños autistas contarán con profesores con una paciencia infinita", alega Sophia.
Otros están preocupados. El secretario general de Amnistía Internacional (AI), Salil Shetty, asistió a la conferencia para reclamar un marco ético claro para garantizar que la tecnología se use para el bien de todos.
"Tenemos que establecer principios, necesitamos un equilibrio entre los poderes", afirmó a la AFP, haciendo hincapié en que la inteligencia artificial es "una caja negra (...) Hay algoritmos que nadie entiende".
Shetty se preocupa sobre todo por el uso militar en el armamento y por los llamados "robots asesinos".
"Teóricamente, los humanos controlan todo esto, pero no creemos que el control sea eficaz", afirma.
En Estados Unidos, "la policía predictiva" echa mano a la tecnología, por ejemplo de los algoritmos basados en tendencias históricas y esto "refuerza los prejuicios existentes" contra personas de algunas etnias, advierte Shetty.
El creador de Sophia está de acuerdo con la necesidad de dictar reglas. Esta robot todavía no tiene consciencia, pero Hanson espera que en unos años haya máquinas capaces de reflexionar.
"¿Qué pasará cuando (Sophia) se despierte o cuando otras máquinas, como si se tratara de servidores, dirijan lanzamisiles o gestionen la Bolsa?", se pregunta. La solución, según él, es "arreglárselas para que estas máquinas se ocupen de nosotros".
"Debemos enseñarles a amar", apostilla.