Shanghai.- China está a la vanguardia en el uso de la tecnología de reconocimiento facial, presente tanto en restaurantes de comida rápida como en universidades, la lucha contra el crimen e, incluso, en los distribuidores de papel higiénico de lugares públicos.
Sus defensores alegan que esta tecnología hace la vida más fácil y segura, pero sus detractores ven en ella una forma más del Gobierno de vigilar de cerca a los 1.400 millones de chinos.
En Shanghái y en otras grandes ciudades, el reconocimiento facial se ve incluso en las calles, con el objetivo de atrapar a quienes infrinjan las normas de circulación.
Así, los peatones que cruzan la calle por lugares en que no esté permitido son sistemáticamente fotografiados y su foto aparece, inmediatamente, en una gran pantalla instalada en la intersección más cercana. Si no quieren verse en esta "pantalla de la vergüenza", tiene que pagar una multa de 20 yuanes (3 euros).
La población china, gobernada por el Partido Comunista, es una de las más vigiladas del mundo, en un país con alrededor de 176 millones de cámaras de seguridad operativas. La gente preguntada al respecto en un cruce de Shanghái no parece especialmente molesta por la novedad.
"Puedo aceptarlo. Los culpables son fotografiados en público, después de todo, y es una forma de hacer respetar la ley", explica una empleada de hospital de 42 años, que se presenta únicamente por su apellido, Wu.
"Pero supongo que hay gente que podría decir que se está violando su vida privada, y preocuparse por la forma en que esta información podría ser almacenada", añade.
La policía utiliza esta tecnología para encontrar a sospechosos buscados. Fue empleada recientemente en la pequeña ciudad de Qingdao, productora de la cerveza Tsingtao, donde unas cámaras situadas en la entrada de un festival de cerveza permitieron detener a 25 sospechosos.
Todos los chinos de más de 16 años deben tener un carné de identidad con foto y dirección, lo que significa que las autoridades disponen de un enorme banco de datos.
China, consideran los expertos, está muy por delante de Occidente en esta cuestión, principalmente porque sus leyes sobre la vida privada son mucho menos estrictas y por que sus ciudadanos están acostumbrados a ser fotografiados, a que se recojan sus huellas digitales y a dar todo tipo de informaciones personales a las autoridades.
Pero esta tecnología se inmiscuye también en toda suerte de transacciones. Esto va del sistema "sonría para pagar" empleado en la cadena de restaurantes de comida rápida KFC hasta otros usos menos tradicionales.
En los aseos del Templo del Cielo, en Pekín, los distribuidores de papel higiénico están equipados para luchar evitar robos. Si alguien intenta utilizarlos varias veces, el distribuidor lo reconoce y no le da más papel, recordándole educadamente que ya ha sido servido. Antes de sugerir, igual de educadamente: "Por favor, vuelva más tarde".
Una de las universidades de Pekín instaló esta tecnología en la entrada de los dormitorios para asegurarse de que solo sus alumnos entran en ellos, "lo que nos permite verificar mejor dónde se encuentran los estudiantes", explicó un responsable del centro a la agencia Xinhua.
Los bancos también han empezado a equipar sus cajeros automáticos con esta técnica, para sustituir a las tarjetas de crédito, y los profesionales del sector turístico también ven ventajas en el reconocimiento facial : China Southern Airlines ha empezado a eliminar las tarjetas de embarque.
En Shanghái, además, un sistema oficial permite detectar a gente perdida por la calle, principalmente personas ancianas o con discapacidad cognitiva, y llevarlos con su familia.
Este nuevo avance se enmarca en una estrategia más amplia de desarrollo de la alta tecnología.
El Gobierno chino anunció en julio que pretende hacer de su país el número uno en inteligencia artificial para 2030, con un mercado local de $150.000 millones.
Esta tendencia, según Yue Lin, profesor de Derecho en la Universidad de Shanghái, está impulsada principalmente por compañías chinas de tecnología como Alibaba o Baidu.
Pero aún es pronto para evaluar las consecuencias que esta técnica pueda tener en la vida privada, considera Yue. "La autoridad de la policía no ha cambiado pero, indiscutiblemente, tiene más poder", juzga.
"Esto no ocurre solo en China, pasa lo mismo en todo el mundo. Pero, quizá, para los chinos sea algo bueno y para los estadounidenses, algo terrible".