A partir del primer semestre del 2015, el conocimiento de 350 ingenieros y técnico ticos tendrá la responsabilidad de dar el visto bueno para que los chips de Intel en el mundo avancen a la fase producción masiva en Asia.
Con esta nueva tarea, el país renovó su papel dentro de la cadena de valor de la gigante tecnológica, luego del anuncio del cierre de la planta de manufactura para diciembre de este año.
Con ello, se abre una ventana para ponernos en el mapa de la atracción de Inversión Extranjera Directa (IED) que busque un mayor componente de conocimiento e innovación del recurso humano nacional.
Empero, la nueva tarea pone presión al gobierno de Luis Guillermo Solís para cumplir con los compromisos que adquirió con esta nueva inversión: ofrecer un costo competitivo de electricidad, apoyar la capacitación del personal en áreas de ingeniería muy especializadas y ajustar el nuevo estatus de Intel al régimen de zonas francas.
También deberá mantener un ambiente de negocios con congruencia entre los hechos y el discurso político, y la calidad de los servicios de telecomunicaciones.
Por su parte, la compañía de Silicon Valley deberá impactar en las capacidades productivas del parque empresarial mediante encadenamientos.
Para ello, se creó un comité de trabajo que tiene una “alta prioridad” en la agenda del Gobierno y que se reunirá con “periodicidad” para ver el avance de las tareas.
El grupo es liderado por Alexander Mora, ministro de Comercio Exterior (Comex) e, incluye, a la ministra de Ciencia Tecnología y Telecomunicaciones (Micitt), Gisela Kopper, y al gerente de Intel, Michael Forrest.
“Es un mecanismo para operativizar esta iniciativa”, añadió Mora, quien inició la negociación con la empresa desde que fue designado en su puesto. El jerarca destacó que será el enlace con el presidente, a quien tocarán la puerta en caso de requerir apoyo.
En 1997, Intel ingresó al país en el mundo de la manufactura avanzada al anunciar que establecería una planta de ensamble y prueba de procesadores para PC y servidores.
En aquella ocasión también se creó un equipo para asegurar las necesidades de la corporación para instalarse en el país.
Con el tiempo, la compañía añadió a su operación el Centro Global de Servicios y el Centro de Desarrollo e Ingeniería, que tiene labores diseño e investigación en nuevas tecnologías. Ambas eran las piezas que quedaría después del cierre de la planta de manufactura, anunciado el 8 de abril.
Renovación de votos
La decisión de cerrar dicha planta –proceso que tardaría unos seis meses y significó el despido de 1.500 empleados–, respondió a la estrategia de Intel de consolidar sus operaciones de manufactura de procesadores, en Asia.
Dos meses después (el martes 10 de junio), Intel anunció que transformará el Centro de Desarrollo e Ingeniería –que creó en Belén en el 2011– en el Centro de Investigación y Desarrollo que sumará 700 empleados en el 2015.
Allí, la unidad que daba el visto bueno a los procesadores de servidores para su fabricación se convertirá en el Megalaboratorio de Operaciones de Desarrollo de Manufactura, al conglomerar “la mayoría” de las operaciones de este tipo que Intel tiene alrededor del mundo. Este equipo añadirá 100 profesionales más a los 250 que ya laboran allí.
Con ello, los ticos pasarán de evaluar procesadores para servidores (el trabajo que hoy realizan) a tener en sus manos todo el portafolio de chips de Intel. Además, de su capacidad e ingenio dependerá el 80% de las pruebas que un chip debe pasar para llegar a su producción en masa.
“Estoy emocionado porque que es un cambio de timón. El país (Costa Rica) está tomando un papel más relevante desde la perspectiva de investigación y desarrollo y obviamente con los 700 ingenieros de Intel (que integrarán el centro) seremos probablemente el centro de investigación y desarrollo más importante del país”, dijo Michael Forrest.
El Megalaboratorio implica una inversión para el país de $10 millones al año 2016 y el contrato de 100 ingenieros más en eléctrica, electrónica, ciencias de la computación e industriales, además de técnicos y operarios de laboratorio. Muchos de ellos deberán especializarse en áreas sofisticadas y que no se imparten en el país.
Forrest destacó que la nueva operación trae responsabilidades si se quiere que crezcan el Megalaboratorio y las actividades de investigación y desarrollo en general en el país. Otra transnacional que también ha instalado un centro para investigar e innovar es Hewlett-Packard.
“Tiene que existir un grado de compromiso y asociación entre empresas como Intel, el Gobierno y las universidades. Cada uno tiene que estar muy cerca de la otra para ayudar a moverse”, dijo.
Precisamente, el acuerdo entre el Gobierno e Intel –al que se llegó el jueves 5 de junio en suelo nacional y se cerró cuatro días después en California–, implica que se apoyará la capacitación que el personal requiere para sus nuevas labores.
El camino ya existe. Hace dos años, un acuerdo entre el TEC, Micitt e Intel permitió la creación de una maestría a la medida para los funcionarios de la gigante tecnológica.
Gisela Kopper, del Micitt, explicó que la idea es fortalecer las alianzas con el TEC y la Universidad de Costa Rica y los mecanismos de apoyo con que se cuenta, como el Fondo de Incentivos y el préstamo con el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) que permitirá invertir $23,5 millones en capacitación.
El gerente de Intel reconoce que se analizaron otros países a nivel global que no precisó.
En la elección de albergar el Megalaboratorio en el país, afirmó, pesaron las habilidades del recurso humano nacional y la preparación que se hizo con la maestría a la medida para mejorar las habilidades.
También contribuyó la banda horaria (con Estados Unidos) y la estabilidad y redundancia de la conexión de Internet que el Instituto Costarricense de Electricidad (ICE) ofrece a Intel.
Karla Blanco, gerente de Relaciones corporativas de la corporación, explicó que la conectividad es una variable sensible en la operación porque el Megalaboratorio debe estar conectado con la operación global de manera constante y en actividades críticas.
El segundo compromiso del país con Intel es el costo de la electricidad que deberá ser competitivo. Blanco comentó que el costo de kilowatt hora en Estados Unidos es de siete centavos por hora, frente a ocho centavos por kilowatt hora que se paga en el país.
Alexander Mora dijo que el compromiso es mantener este costo promedio anual, el cual ya está establecido en el Plan Nacional de Desarrollo y Plan Nacional de Energía.
A esto se une que el presidente de la República, Luis Guillermo Solís, ya tiene en borrador una propuesta para bajar las tarifas eléctricas, según publicó el diario La Nación el 12 de junio.
Daniel Ramos, analista de Pyramid Research, destacó que Costa Rica, Brasil y Chile son los países que ofrecen las tarifas eléctricas más altas, lo cual es un factor crítico para la industria. Ramos considera que el país tiene que moverse para mejorar su competitividad, pasos que ya ha tomado Chile y Brasil, países que aplican hoy planes para reducir este costo con ayuda de tecnología.
Otro de los compromisos con Intel es ajustar su nueva operación en el país en el régimen de zona franca. Mora indicó que se “sacarán los compromisos de manufactura (que salen del país) y se integrará la operación del Centro de Investigación y Desarrollo con el Megalaboratorio. Esto lo que hace es activar los beneficios de exoneración de impuestos por cinco años más.
Sin embargo, el mayor compromiso del país es hacerse visible como una zona apta para investigar e innovar, como lo hizo con manufactura avanzada a través de Intel hace 17 años.