En últimas semanas, Corea ha sido centro de atención para el mundo luego de que los líderes de Corea del Norte y Corea del Sur, Kim Jong-un y Moon Jae-in respectivamente, se comprometieron a firmar un tratado de paz y trabajar por una península coreana desnuclearizada. Antes de eso, Corea del Sur fue el anfitrión de los XXIII Juegos Olímpicos de Invierno, y recientemente hasta le ganaron al campeón mundial de fútbol en el último partido en la Copa del Mundo.
Posiblemente algunos de los lectores más jóvenes de El Financiero tienen alguna lista de bandas K-pop en su Spotify, y algunos lectores mayores han podido ver novelas coreanas en televisión nacional. También, una buena parte de las visitas al sitio del El Financiero posiblemente provienen de teléfonos móviles marca Samsung o LG –reconocidas marcas coreanas.
Esto es solo una vista parcial del tremendo poder, innovación y desarrollo que se presenta y siente en ese país. Hace poco tuve la oportunidad de pasar un par de semanas en Corea del Sur. Quedé absolutamente asombrado de cómo el país, sus empresas grandes (pero también las pequeñas), el gobierno, academia y su gente, han producido una gran cantidad de avances en múltiples campos, para procurar una mejor vida para sus ciudadanos.
Todo está completamente integrado a plataformas de hardware y software neutrales donde residen múltiples aplicaciones para control de tránsito, pedir comida del supermercado cercano desde una refrigeradora conectada a la red, seguridad ciudadana por medio de cámaras de circuito cerrado, pago electrónico automático en distintos tipos de comercios, entre muchas aplicaciones tecnológicas para solventar la vida diaria de las personas.
Parece que este presente que se vive en Seúl todos los días es el futuro que nos espera en nuestros países: tecnología al servicio del ciudadano, herramientas para transparencia y agilidad para el gobierno, impulso de pequeñas empresas, mayor competencia en el sector privado – todas son cosas urgentes y que anhelamos para nuestro país.
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