La fintech costarricense Wink cumple siete años de estar integrada dentro de Coopenae, un matrimonio que unió a una startup tecnológica con una cooperativa acostumbrada a la industria financiera tradicional, un caso poco común en Costa Rica.
Tras este periodo, Wink está fortaleciendo su rol dentro de la entidad con miras a convertirse en una cooperativa 100% digital para competir en el mercado local. Además, de cara a su público, está afinando su estrategia para fidelizar a sus usuarios, además de crear nuevos productos.
Esto sucede mientras la escena de fintech en Costa Rica sigue recibiendo a nuevos actores, aunque el país todavía tiene anclas que deben desamarrarse para permitir más dinamismo en una industria que une finanzas con tecnología.
Hacia la digitalización
La relación entre Wink y Coopenae se selló en 2018, cuando la cooperativa compró a la fintech luego de los buenos resultados de un periodo previo en el que ambas entidades habían colaborado.
Coopenae, en ese entonces, estaba interesado en empezar a digitalizar sus procesos, algo que las fintech saben hacer bien. Wink, por su parte, tuvo acceso al core bancario de la cooperativa y puso a disposición su tecnología. La combinación dio como resultado una neocooperativa, como se autodenomina Wink.
Hoy, el rol de Wink dentro de Coopenae es más vital que nunca: se está en un contexto efervescente de las fintech en Costa Rica —y el mundo— en el que las instituciones bancarias tradicionales se esfuerzan por montarse en la tendencia digital.
“Nosotros seguimos siendo el ala 100% digital. Nuestra función es digitalizar procesos y llevar a que cualquier cosa que queramos hacer dentro de la cooperativa la podamos hacer con solo un teléfono”, comentó Diego Loaiza, gerente de Wink, en entrevista a El Financiero.

Entre los objetivos de Wink actualmente están bajar la carga operativa, reducir la intervención humana y aumentar la eficiencia en los procesos de la cooperativa.
Loaiza comentó que, aunque Wink reporta directamente a la gerencia de Coopenae, tiene autonomía para avanzar a su propio ritmo y funciona como un departamento separado.
La misión final es llegar a ser una cooperativa 100% digital para competir abiertamente y de manera más contundente con la banca tradicional en el país, pero antes se deben llevar a cabo diversas transformaciones tecnológicas con el fin de que tanto el paso de Coopenae como el de Wink vayan al mismo ritmo.
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Un ejemplo de ello es la prospección de crédito, algo que Wink ejecuta de forma digital, pero en lo que Coopenae aún sigue el esquema tradicional.
“Al armar una unidad aparte, y con gente más joven y diferentes capacidades tecnológicas, es un poco más ágil poder desarrollar y sacar productos”, afirmó el gerente.
Estrategia recalibrada
En estos siete años, Wink ha logrado capturar a 160.000 asociados, un 55% del total de usuarios de Coopenae. El crecimiento es de entre 2.500 y 3.000 nuevos asociados por mes.
No obstante, la estrategia se ha alineado a nuevos objetivos. En vez de atraer nuevos clientes, Wink se está enfocando en fidelizar e incrementar el uso de sus productos de los actuales asociados.
Un 56% de los 160.000 asociados se consideran activos, lo que significa que usan Wink al menos una vez al mes. El resto está registrado pero no tiene esa intensidad de uso, aunque pueden transaccionar por medio de Coopenae.

Para fidelizar, Wink está trabajando en nuevos productos. Uno de ellos ha sido la tarjeta de crédito, que se lanzó hace poco más de un año.
Hasta el momento se han entregado 1.100 tarjetas en un proceso cuyo único requisito para acceder a ella es haber usado la tarjeta de débito de Wink por seis meses.
Con base en este periodo, Wink elabora un perfil que determina si el usuario puede acceder a una tarjeta de crédito con un monto acorde al historial de cada persona.
En el proceso para evaluar y entregar tarjetas de crédito participa un algoritmo, un sistema que está en pruebas. Este algoritmo, que aún no tiene inteligencia artificial, pero que se le incorporará paulatinamente, realiza un análisis de comportamiento de la cuenta de débito que ayuda a predecir la probabilidad de impago.
Loaiza comentó que Wink espera pronto agregar herramientas de inversión y luego abrir la opción de microcréditos. “Necesitamos engordar más la plataforma para tener más profundidad de productos”, afirmó.
Escena local se robustece
La industria de fintech en Costa Rica continúa mostrando signos de buena salud. Según la iniciativa Misión Lunar, de Mastercard, la última edición del reporte contabilizó 61 empresas de este tipo en el país.
La mayoría de ellas se dedica a dos sectores: pagos digitales y software financiero, con algunas otras en nichos más específicos como préstamos digitales y criptoactivos.
El reciente evento Ticoblockchain, realizado el 27 de marzo y organizado por la Asociación Blockchain y la Asociación Fintech de Costa Rica, reunió a empresas, líderes y actores nacionales e internacionales de ambos sectores.
Wink y otras empresa nacionales que participaron en la conferencia expusieron las oportunidades que todavía tiene la tecnología financiera en el país, aunque existen algunos escollos que impiden un mayor crecimiento.
Uno de ellos es que operar una fintech por sí sola es aún “complicado”, reconoció Loaiza. Principalmente es un tema económico, pues el desarrollo de la tecnología y los salarios de los profesionales de este ámbito encarecen la operación. Aún más costoso puede resultar lidiar con la regulación actual, algo en lo que Wink se apoya en Coopenae.
Lo segundo es la normativa. Costa Rica carece aún de una legislación fintech adaptada a este tipo de empresas. El país ha optado por regular este sector con las mismas reglas o similares a las de la banca tradicional, como han hecho otras jurisdicciones.
Pamela Méndez, representante del Centro de Innovación Financiera (CIF), explicó en el evento que esta práctica surge a raíz de que el marco normativo de los bancos está probado, busca nivelar la cancha de todos los actores y evitar arbitrajes.
No obstante, la Asociación Fintech, junto con otras entidades, está trabajando en una propuesta de legislación propia.
Otro obstáculo, más difícil de moldear, es el tamaño del mercado. Costa Rica goza de una amplia oferta de fintech para un mercado que empieza a saturarse y que es poco atractivo para empresas de calado latinoamericano. Loaiza cree que en el país aún hay oportunidades, especialmente en inclusión financiera y crédito, pero considera que el foco debe estar en crear productos que puedan exportarse a otros mercados.
Un ejemplo de ellos es la fintech costarricense Impesa, que luego de entrar en años anteriores a varios mercados centroamericanos, hace unos días anunció su ingreso a México en asociación con el banco Afirme, lo que significa el estreno de una startup financiera de Costa Rica en ese país, uno de los mercados más grandes de Latinoamérica.
Por lo pronto, Wink descarta dar un paso fuera del país y mantiene su enfoque en el mercado local.