Desde hace mucho tiempo, la humanidad no se había visto sometida a una presión de selección natural tan repentina y fuerte como ahora, recordándonos que somos entes biológicos susceptibles a morir. La posibilidad de morir nos brinda una perspectiva más realista sobre el valor de las cosas. Así, volvemos a priorizar la salud, el alimento, la familia y la seguridad sobre otras cosas.
La crisis también debería motivarnos a apreciar mejor el valor de la ciencia y la tecnología. Nunca antes en la historia se había aislado y caracterizado un virus pandémico tan rápido. En poco tiempo se logró tener varias vacunas en ensayos clínicos. Rápidamente se encontraron medicamentos para su control. Con esa misma velocidad, se están prescribiendo tratamientos a nivel local.
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La situación nos recuerda la importancia que se debería asignar a la formación científica en todos los ámbitos de la sociedad. Nos ha mostrado lo valioso que es contar con líderes informados tomando decisiones informadas.
Sin embargo, urge mejorar la calidad de la educación que recibe toda la población. Todos los ciudadanos deben estar en capacidad de entender, prevenir y convivir con esta enfermedad o cualquier otro fenómeno que ocurra en el planeta. Se debe formar para el pensamiento crítico y uso de la razón, así como para acatar instrucciones con disciplina.
Hay razones para ser optimistas y pensar que en el mediano plazo venceremos. Necesitamos confiar y ser solidarios. Hay razones para agradecer y valorar mejor el aporte imprescindible de científicos y médicos en la solución de la crisis, así como sus respectivas instituciones.
Sin embargo, esto también es una oportunidad para criticar el desdén que reciben los mismos científicos en épocas de estabilidad, en contraposición con la sobrevaloración que se le brinda a “influencers” y populistas, los cuales poco aportan en momentos cruciales.
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Por último, una de las grandes lecciones colaterales aprendidas durante esta crisis es que la sociedad no puede seguir haciendo las cosas céteris páribus. Un virus ha causado daños irreversibles a un modelo económico social y ambientalmente insostenible. Quizás llegamos a un punto de inflexión. Tal vez sea una oportunidad para hacer el “borrón y cuenta nueva” y aspirar a una nueva economía menos consumista y más amigable con el ambiente.