Donny Madrigal Chavarría creció viendo a su papá Miguel Ángel aprovechar cualquier oportunidad laboral que se le presentara en actividades manuales. Así fue como desarrolló sus habilidades hasta llegar a crear esculturas de madera, a partir de materiales abandonados, e iniciar un emprendimiento cuyo negocio es la artesanía.
Aunque la ocupación principal de don Miguel era aserrar madera, de vez en cuando –en la finca en la que vivían allá en Playa Naranjo de Puntarenas- hacía una carreta, un yugo, o le ayudaba a un familiar a construir su casa para ganar dinero extra.
Versátil, así es como describe Donny a su papá, quien hoy trabaja en una mueblería en San José. A medida que él crecía, fue desarrollando sus propias destrezas.
“Yo le traveseaba las herramientas y me iba a hacer cosillas. A veces se enojaba porque le cogía el serrucho, el cepillo”.
A la edad de 11 años ya hacía estacas de madera para correr cintas a caballo (una costumbre en algunos pueblos rurales), o su abuela le pedía que construyera una mesa y él la hacía.
Sin embargo, tuvo que pasar mucho tiempo para que decidiera ganarse la vida elaborando esculturas en madera.
Desde los 16 años empezó a trabajar en panaderías en Siquirres, en Alajuela y luego trabajó casi por cuatro años en un hotel.
El horario de estos trabajos lo hacía desvelarse mucho y empezó a acumular estrés y cansancio.
Un día –cuando tenía más o menos 27 años- ya no pudo más. Colapsó y eso lo llevó a tomar una decisión radical: dejar su trabajo y emprender.
“Nunca fui una persona de estar encerrado, agarré un formón y un macito y comenzó otra vez el interés por eso (artesanías, esculturas) y, hasta la fecha, trabajo en esto. Me fui haciendo de herramientas más modernas”.
Un escultor ecológico
Madrigal tiene un estilo particular de trabajo: él no crea un boceto de lo que va a realizar, sino que imagina lo que quiere hacer, lo memoriza y moldea los troncos de madera con una motosierra.
Dentro de lo posible, reutiliza la madera que encuentra abandonada, hasta a veces la rescata de ríos o de quemas. No obstante, cuando no tiene alternativa, también debe adquirirla.
“No compro lo que es madera verde, porque sé que la han cortado y tampoco trabajo maderas procesadas”.
Dice que el haber visto crecer un árbol cocobolo cerca de donde vivía cuando era niño, lo hace ser consciente del tiempo que le toma a estos desarrollarse, por lo que pretende ser lo más respetuoso posible con el ambiente.
“El cocobolito lo conocí pequeño, ese palo puede andar en 35 años, todavía existe. Sé que el proceso de un árbol es muy lento”, expresó el escultor de 33 años. “A mí me encanta la madera y no porque me encanta la madera tengo que irla a cortar. Me encanta, más bien, ver a los árboles parados, no en el suelo”.
Sus esculturas principalmente son de torsos y de rostros, pues le gusta plasmar la expresión del ser humano. “El rostro es el que define el estado de la persona, me quiero meter más en lo que son los rostros”.
También ha moldeado cabezas de caballos, de tiburones y de otros animales. Asimismo, otras de sus creaciones representan a los pueblos indígenas.
Una vez que les da forma, los trabaja con lija, los sella y mejora la apariencia de las esculturas con sus herramientas.
Su esposa Roxella Núñez, de 29 años y quien está embarazada, le ayuda a lijar sus piezas.
“Yo le he dicho que agarre la herramienta y haga esculturas, pero le da miedillo”.
Ambos participaron en la Expo Pyme el mes pasado y les fue muy bien vendiendo las esculturas y, además, lograron establecer contactos.
“Me han estado llamando personas, he vendido otras piezas también. Logré contactar con una gente de Sarchí y voy a estar en julio ahí en una exposición”.
Recientemente, estableció su taller en Puntarenas, cerca de Puerto Caldera, donde alquila un local.
Su meta es comprar su propio espacio, por lo que dice que trabajará duro para lograrlo.
Contacto: Si le interesa contactar a este escultor, puede llamarlo al 8741-2276. Su correo es donny_arte_madri@hotmail.com. |