Shirley Herrera Rivera tuvo que dejar atrás un negocio que la apasionaba, la creación de piezas decorativas pintadas en madera conocida como arte country, y reinventarse en un área un tanto diferente: la pastelería.
Luego de un año y medio de tener una tienda en la que vendía sus productos artísticos y de 10 años de practicar esta técnica, las alergias empezaron a afectarle: se le hinchaban las manos y los ojos y su cara se enrojecía.
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Visitó un especialista y él le hizo ver que el compuesto bisfenol A presente en las pinturas que utilizaba era lo que le causaba las alergias.
“El doctor me dijo: ‘Si quiere mejorar, tiene que dejar de pintar’”, recordó.
Shirley tuvo que tomar la difícil decisión de cerrar su tienda y este hecho, unido a la muerte de su padre en el 2014, la hizo entrar en depresión.
Una nueva pasión
Para salir de su depresión, Shirley quiso tomar medidas. Como a ella siempre le había gustado la cocina, decidió llevar cursos de pastelería desde el nivel de principiante hasta avanzado.
Un día publicó en Facebook un queque que había preparado para una de sus clases. En su mente no había ninguna intención de vender. La cocina era un mero pasatiempo.
La esposa de un primo quedó encantada con lo que vio y le pidió que le elaborara un queque de una especie de jungla para la fiesta de su hermano, un guía turístico.
Con cierto temor, Shirley lo hizo: confeccionó un mono, un cocodrilo, hojas y la figura del guía.
Esa fue su primera clienta.
Luego se dieron más pedidos y así nació su empresa Shir’s cups & cakes, en la cocina de su casa en Santa Ana.
Sus productos incluyen queques, cupcakes, galletas dulces, repostería salada y en agosto de este año incursionó en la venta de almuerzos y desayunos.
La presentación de sus platillos es importante. De ahí que los colores y las figuras especiales destacan en sus pedidos.
Con el paso del tiempo, el negocio ha ido creciendo gracias a que los clientes quedan contentos y la recomiendan.
Actualmente, elabora postres y otros alimentos para empresas y centros educativos en las festividades que se realizan a lo largo del año.
Con el apoyo de su esposo Allan, construyó una cocina en su casa para su empresa.
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Y con un crédito de casi ¢9 millones, otorgado por Fundecooperación el año anterior, adquirió una batidora industrial con capacidad de 20 litros y un centro de cocción inteligente.
Este equipo especial le permite cocinar sus postres y también le ha brindado la posibilidad de crear un servicio de catering más robusto, a través del cual vende almuerzos y desayunos.
El despegue la llevó a contratar a dos empleadas que le asisten en la elaboración de la comida.
Este año, se convirtió en proveedora de la empresa Bacardi y, cuando hay actividades y reuniones, ella se encarga de brindar la alimentación.
Para Shirley, el haber cambiado de negocio fue algo positivo, que incluso hoy disfruta más.
Aunque la pintura es algo que le gusta mucho, el preparar postres le deja una gran satisfacción, por las expresiones de felicidad de los niños y padres al ver los queques para sus fiestas.
“Eso era lo que yo quería”, “wow, muchas gracias”, le dicen muchas veces.
La emprendedora le aconseja a las personas que quieren fundar su negocio hacerlo, sin titubeos. Pero, eso sí, a medida que van creciendo, insta a no descuidar la calidad.
“Me he dado cuenta de que muchas personas empiezan con algo pequeño, van surgiendo, pero para abaratar costos empiezan a cambiar ingredientes y todo cambia completamente”, concluyó.