El 13 de mayo del 2010 ocurrió algo inesperado, que perturbó a la familia de Amarilis Guerrero Vargas.
Su esposo Evencio, con el que llevaba casada 31 años, falleció mientras estaba acostado en la madrugada, producto de un aneurisma.
Aparte del dolor que trajo la muerte de su cónyuge, Amarilis tuvo que enfrentar una nueva realidad económica, pues él era quien se encargaba de laborar fuera del hogar: fue conductor de tráiler y luego porteador.
Amarilis se dedicaba a las tareas de la casa y vivía con dos de sus hijos.
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Como el dinero empezó a escasear y no había una pensión a la cual recurrir, Amarilis comenzó a vender productos de catálogo, como cosméticos y ropa interior.
Recibía el apoyo de su hija y de otros familiares.
Alguien le aconsejó que se acercara al Instituto Mixto de Ayuda Social (IMAS) para recibir algún tipo de ayuda.
“Yo no quería ir ahí. Dije: ¿cómo voy a ir a que me ayuden? Ayudan a otras personas”, recordó ella.
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Al final, se arriesgó y se presentó a la institución. Le dijeron que pensara en alguna idea para crear su propia empresa.
Así nació Ecorilis
Amarilis empezó a recordar su vida de niña, cuando vivía con su abuelito Segundo en el campo (en Zarcero de Alajuela), quien la crió en sus primeros años de vida.
Siempre que alguien tenía algún dolor corporal, él reunía hierbas naturales en un trapito, lo colocaba cerca del fogón, lo ponía en la parte afectada y el malestar se aliviaba.
Su mamá Angélica también le había enseñado sobre las propiedades de las plantas medicinales.
Con esos conocimientos, en el 2013 Amarilis comenzó a hacer unas pequeñas muestras de compresas con hierbas.
Las repartió entre sus familiares y vecinos para ver qué pensaban y determinar si funcionaban.
Hizo pruebas y mejoras por un periodo aproximado de ocho meses.
Cuando vio que los resultados eran positivos entre quienes utilizaban su producto, acudió al IMAS y expuso su proyecto, al que denomino Ecorilis.
En la entidad la idea gustó y le brindaron capacitación y apoyo.
En el 2014 participó en su primera feria en la Antigua Aduana y vendió bastante.
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Las compresas se utilizan para cuando las personas sufren contracturas, dolores menstruales, de columna, de cuello o de rodilla.
Pueden emplearlas personas con reumatismo o con los pies cansados o inflamados.
La compresa se calienta en el microondas para activar las propiedades de las plantas y luego se coloca en el lugar afectado.
Se utilizan plantas medicinales como eucalipto, manzanilla, menta, romero, tomillo, lavanda y juanilama.
En algunos casos se usan de forma separada y hay compresas que emplean varias hierbas.
La emprendedora inició con dos productos y ahora cuenta con varias opciones: bufandas, pantuflas, botines, antifaces, rodilleras, para colocar en el vientre, en el cuello y en otros lugares.
La empresaria recibe el apoyo de su hermana María Alicia y de sus hijos.
Los costos de las compresas oscilan entre ¢6.000 y ¢25.000 y, según su tamaño y y el uso que se les dé, tienen una duración de entre seis meses y un año y medio.
Los productos se venden en ferias, por medio de Facebook, en clínicas de terapia y en la tienda de la cooperativa formada por beneficiarios del IMAS que se ubica en el Aeropuerto Internacional Juan Santamaría.
Amarilis quiere que su negocio crezca más, por lo que espera que en uno o dos años pueda montar su propia tienda. Ahí vendería las compresas y también jabones, aceites esenciales y tés naturales.
Además, sueña con exportar sus productos.