El ingeniero industrial Jonathan Pravia trabajó algún tiempo como gerente de una tienda y siempre tenía el deseo de liderar su propia empresa.
Averiguó cómo funcionaban las franquicias, decidió adquirir una de un restaurante de comida mexicana y renunció a su trabajo para realizar todos los trámites para abrir el negocio.
Mientras tanto, su esposa Priscilla Quesada siguió trabajando en una empresa.
Acababa de nacer su hija Amanda y, cuando Jonathan hacía todos las gestiones (que le tomaron varios meses), la bebé lo acompañaba a los bancos, a la municipalidad, a la Caja Costarricense de Seguro Social y a otras instituciones.
A veces sentía que le ponían más atención a ella, bromeó el emprendedor de 32 años.
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Durante el tiempo en que Jonathan realizaba todos estos procedimientos no faltaron familiares que le decían que mejor no emprendiera, que ganaba bien en su trabajo, que por qué renunció.
Su papá lo regañaba por andar con la bebé por todo lado.
Después de haber superado "la burocracia", el restaurante por fin abrió en julio del 2015, en Sabana Sur.
Las expectativas no se cumplieron. A mediados del 2017, revisaron los estados financieros y vieron que no eran satisfactorios: tenían deudas y las ganancias no eran suficientes.
Fue así que decidieron salirse de la franquicia y establecer su propio restaurante en el mismo sitio.
Un nuevo reto
Jonathan y Priscilla se arriesgaron: vendieron el automóvil y ambos invirtieron “todo lo que tenían” para empezar nuevamente la aventura de emprender. Ahora iban solos.
El restaurante se inauguró en octubre del año anterior y se denomina Agave Gastro Pub.
Aparte de ofrecer comida mexicana (burritos, tacos, enchiladas), se preparan cortes de carne, hamburguesas, diferentes desayunos, ensaladas y pizzas.
Venden cocteles y cervezas con el fin de atraer más clientes, especialmente en la noche, pues en el anterior negocio no vendían licor.
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Jonathan cuenta que, aunque se ubican en un sitio muy céntrico, ha sido un reto conquistar a los clientes pues hay bastante competencia en el área.
Por ello, han buscado capturarlos de diversas formas.
Les ofrecen descuentos a los universitarios de la Ucimed (que queda muy cerca de su local) y establecen convenios con empresas para que sus ejecutivos vengan más seguido a sus instalaciones, por ejemplo.
El restaurante es de dos pisos. El primer piso tiene un ambiente más familiar. El segundo nivel es un sótano, que es ideal para que se lleven a cabo fiestas y eventos.
Los martes y jueves se realizan presentaciones de comediantes, los miércoles son para ver partidos de fútbol u otro deporte, y los viernes llevan un disc jockey (DJ), entre otras ideas que han implementado para que la gente les visite.
El empresario aseguró que estar en este tipo de negocio "es una lucha constante", pero al final vale la pena.
"Hasta he tenido que ir en mi moto a dejar un pedido de comida, porque el motociclista ese día no llegó y, para quedar bien con el cliente, lo termino haciendo yo", contó.
El plan ahora es convertir su restaurante en una franquicia. Eso sí, evitarán los errores que cometieron previamente y la idea es poner en práctica la experiencia que adquirieron en ese campo.
Tienen el apoyo de un asesor de franquicias y están en busca de un socio inversionista que participe en la formación de su marca como franquicia.
Jonathan aconseja a quien desee emprender que no debe correr a la hora de tomar decisiones, como les pasó a ellos hace tres años.
“Todo tiene su tiempo, pero tampoco se duerma en los laureles. Tiene que automotivarse todos los días y luchar por sus sueños constantemente, sin importar cuáles sean. Pero lógrelos. La satisfacción de verlos realizados es más grande que cualquier problema que se presente”, concluyó.
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