Milena Calderón se asoció con dos cuñados para abrir un local de la franquicia de Mr. Jeff, para servicios de lavandería en carretera vieja a Tres Ríos.
No era su primera experiencia de negocios. Ella se unió a su esposo Guillermo Núñez hace nueve años en la administración de las carnicerías que él tiene en esa misma zona.
Ambas experiencias tienen sus propios retos.
Las carnicerías porque en su proceso de crecimiento requerían una estructuración de la operación.
“Yo lo admiro mucho”, dice Milena. “Tiene una gran visión para ver oportunidades. Luego yo le digo qué se puede hacer y qué no”.
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La lavandería implica cumplir los compromisos con la franquicia española, entrar en un mercado nuevo, conquistar clientes desde cero y hasta repartir volantes con sus socios, Alejandro Buendía y Esteban Zúñiga.
“Les dije que es mejor repartir volantes para promover su propio negocio que andar repartiendo curriculums buscando trabajo”, cuenta Guillermo.
Si en la casa antes desayunaban, almorzaban y cenaban carnicería, ahora la conversación familiar -hasta los sábados en la noche cuando están todos juntos- es sobre la lavandería.
Guillermo empezó a trabajar en carnicerías desde sus catorce años, cuando dejó el Liceo Vargas Calvo. En uno de los trabajos, no le cumplieron las condiciones prometidas y llegó a Tres Ríos buscando empleo.
Se lo dieron en una carnicería que tenía un abogado. Con lo que ganaba (¢80.000 por mes) gestionó un crédito para la casa en que sus padres vivían en Granadilla. Pagaba ¢75.000 y lo que le quedaba era para sus gastos.
“El día del cumpleaños de mi papá le dije a él que esa vez no le podía dar ningún regalo, pero que le tenía esto: y le di la escritura de la casa”, cuenta con emoción.
El primer negocio
-¿Por qué si Usted es tan buen empleado no tiene su propio negocio?- le dijo el jefe.
En el 2003 el jefe le dijo que iba a abrir una carnicería y que necesitaba que se la administrara. La carnicería estaba en un supermercado y cuando lo vendieron debieron salir de ahí.
Guillermo fue a pedir trabajo en otra carnicería de Tres Ríos y el dueño le ofreció que se hicera cargo. Aceptó y pidió traerse a un empleado, cuyo hijo recién había nacido.
A las pocas semanas el propietario de la carnicería -que estaba enfermo- le dijo que se quedara con el negocio, se hicera cargo de las deudas con los proveedores y del alquiler del local (eran ¢12 millones) y que le diera empleo.
“Duré como tres años sin comprar ropa”, recuerda.
Para ese entonces Guillermo y Milena llevaban dos años de noviazgo.
Cuando se conocieron ella trabajaba en una librería de Tres Ríos y estudiaba en el colegio nocturno. Luego siguió estudió recursos humanos en una universidad privada y trabajaba en Farmacias Fischel.
En algunos momentos Milena le prestó dinero para pagar el aguinaldo del empleado y para comprar más carne -especialmente cerdo- por la demanda de la época, con la condición de devolverlo en enero.
“Negocios son negocios, amores son amores”, le decía ella. Lo había aprendido de su abuelo.
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Un día Guillermo fue a un curso para pequeñas empresas y el instructor, un argentino, le recomendó que si él no era mezquino ni agarrado debía buscarse a alguien que sí lo fuera para que le ayudara en el negocio.
“Pensé en ella”, cuenta Guillermo. “Le propuse que se viniera a administrar la empresa”.
Para ese entonces estaban casados y él hacía malabares para llevar adelante dos carnicerías. La segunda carnicería la abrió en el 2005 en un local casi a la par de la primera y que le servía también para hacer el procesamiento de las carnes.
Con dos carnicería, empleaba a 14 personas.
La decisión de salirse de Farmacias Fischel para ir al negocio Milena no la tomó de la noche a la mañana. Ya tenía un hijo y en algún tiempo después tendría el segundo.
Milena se hizo cargo de la administración hace nueve años. Se complementan a la perfección.
Él tiene un ojo clínico para los negocios. Ella hace los números, ve los trámites que se deben cumplir (Senasa, Ministerio de Salud y Municipalidad) y encabeza la ejecución.
Ella confía en el conocimiento y la experiencia de Guillermo. Él en cómo ella evalúa si realmente hay una oportunidad.
“Uno pone el negocio para ganar. Si se pierde, se aprende y eso le sirve para el siguiente”, dice él.
Mr. Jeff
A finales del año pasado Milena escuchó a sus cuñados, Alejandro y Esteban, hablar de abrir un negocio con la franquicia de Mr. Jeff.
A Milena le interesó y se lo comentó a Guillermo. Él preferíaa enfocarse en una tienda que había abierto y le pareció bien que ella se asociara en este nuevo negocio, siempre que no descuidara la administración de la carnicería.
En enero del 2019, Milena, Esteban y Alejandro participaron en un curso de Mr. Jeff donde explicaron -a ellos y a otros interesados- los compromisos de las partes, la cantidad de locales que esperaban instalar, la inversión, el modelo de negocios, los costos de operación, el punto de equilibrio (estimado en tres meses promedio).
Más adelante recibieron capacitación para brindar el servicio como ellos lo tenían diseñado. “Si no es por eso, yo lo haría como lavo la ropa en la casa”, dice Milena.
Fue el mismo Guillermo el que un día vio un local en San Juan de Tres Ríos, le tomó una foto y se las envió. El sitio tenía las condiciones que pedía Mr. Jeff: tamaño, ubicación y mercado potencial, que utiliza apps para pedir servicios.
Al adquirir la franquicia, además, Mr. Jeff garantiza a cada tienda una cobertura específica.
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El contrato lo revisaron dos abogados amigos, quienes le dieron su visto bueno. Al primer pago por el derecho a la franquicia hay que sumarle un royalty que deben abonar periódicamente.
La marca se encarga de la publicidad y ellos deben cumplir con los estándares de atención, rotulación, decoración, pintura, mobiliario, y tiempo de tratamiento de la ropa (también se lavan cortinas, edredones y otras piezas grandes).
Los equipos se adquieren a partir de las recomendaciones de Mr. Jeff. La gran ventaja es trabajar con una marca reconocida y con todo el proceso definido.
Abrieron en abril pasado. Dice Milena que ya están a punto de alcanzar el punto de equilibrio, ese momento cuando el nivel de ventas sobrepasa los costos.
“Sabemos de otra tienda donde al mes lo lograron”, dice. “Los factores para lograrlo varían”.
Claro, hay que esforzarse.
En la gestión de la lavandería cada socio aporta el conocimiento y la experiencia que han logrado desarrollar desde su propia especialidad.
Todos meten el hombro, como cuando, por ejemplo, se distribuyen en varios puntos de Tres Ríos y reparten, junto con otros familiares, los volantes de promoción.
Hasta Guillermo ahora va en su vehículo a hacer entregas de ropa.
“Si ando la camiseta de la carnicería, me cambió como Superman y me pongo la camiseta de Mr. Jeff”, cuenta. “Yo les dije que es mejor que repartan volantes para su propio negocio”.
De la franquicia, por supuesto, aprendieron muchas cosas que aplican en la carnicería ahora que ya tienen cuatro locales y la planta de procesamiento.
Además de tener su propio logo y camiseta, saber cuántos empleados deben tener en cada tienda para que sea rentable y los estándares de orden, aseo y procesos (ante cada administrador aplicaba su criterio).
Ya piensan en una app para la carnicería.
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Guillermo y Milena son claros en la responsabilidad que es emprender.
“No solo es abrir un negocio”, dice Guillermo. “Esto no es para todos”.
“Hay que tener credibilidad con los clientes, proveedores, familia, bancos. Con todos”, dice Milena.
No tienen dudas. Para ellos, en todo caso, es mejor emprender. Aunque se pierda, siempre se aprende. Y lo cierto es que ellos están ganando y aprendiendo.