Iliana Velázquez Moncada pasa estos días atendiendo el kiosko de su negocio Ili Vanilli que acaba de abrir en el centro comercial Paseo Metropoli, en Cartago. pues para ella es fundamental tener presencia, conocer a los clientes y ayudar a los colaboradores.
La empresa, dedicada a preparar y vender mini cupcakes en diversidad de sabores, actualmente tiene otros dos puntos, uno en Escazú Village y otro en Plaza Tempo, ambos en Escazú.
Fundar el emprendimiento, hacer crecer el negocio, cumplir con la gran cantidad de requerimientos formales (seguridad social, Tributación, patentes municipales, etc.) y pagar con puntualidad la planilla requieren más que sacrificio.
“Hay que tener pasión por lo que se hace”, dice Iliana. “Problemas hay todos los días y para atenderlos se debe tener organización y aprender a resolver en el momento”.
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Ella nació en Miami, Florida, de padre y madre costarricenses. El papá pasó 25 años trabajando en diferentes destinos fuera del país para una firma estadounidense. Cuando se vinieron a vivir a Costa Rica, ella tenía 11 años.
Iliana volvió a Estados Unidos a finales del 2001, después de estar en la Universidad de Costa Rica y darse cuenta que derecho no era lo suyo.
En Nueva York estudió una carrera especializada en la operación de tiendas de comercio al detalle, comunicación con énfasis en moda y para brindar consultoría en imagen.
Estando en su trabajo en EE. UU., en una firma dedicada a la comunicación de moda y productos de belleza de lujo, una amiga -que se quedó sin empleo por la crisis financiera del 2008- vendía cupcakes en un puesto cercano al que diariamente acudían Iliana y sus compañeras de oficina.
“Nos volvimos adictas a los cupcakes”, recuerda Iliana.
En el 2010 toma la decisión de volver a Costa Rica para estar más tiempo con su familia, pues a su padre le diagnosticaron una enfermedad.
En ese tiempo trabajó con una empresa de comercio minorista, en la cual ayudó a abrir varias tiendas, y llevó la maestría de administración del Incae, donde se graduó en el 2012.
Iliana dejó la empresa (“me cansé”). Cuando los primos y otros familiares empezaron a pedirle que les hiciera queques, un amigo le sugirió dedicarse a este negocio.
Ella pensó en los cupcakes y hasta pidió la franquicia a las amistades en EE. UU. La respuesta negativa que recibió no la detuvo y empezó a probar recetas, llevó cursos y recurrió a sus ahorros.
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El siguiente paso fue empezar a darlos a conocer en ferias que se realizaban en centros comerciales y en el espacio itinerante El Mercadito, donde vendía e iba haciendo su clientela, especialmente.
Así le llegó el primer pedido grande: 1.500 mini cupcakes.
Lo que le esperaba.
En ese tiempo usaba el horno de la cocina de la mamá. La resistencia no aguantó. Como la hermana vivía al frente, Iliana cruzó con todos los materiales y terminó ahí de preparar el pedido.
No fue la única experiencia que le quedó de esos inicios.
La materia prima la compraba en supermercados y recorría los puntos de las distintas cadenas para encontrar los mejores precios. Aun así los costos no eran los óptimos, hasta que encontró proveedores de insumos a granel.
Ahora trabaja con un horno industrial y los de la casa son el plan B... por aquello.
“Cuando uno tiene un emprendimiento son muchos las experiencias y gajes del oficio que suceden”, advierte Iliana.
Con los ahorros compró una antigua camioneta Volkswagen, estilo Combi, la pintó de colores y la convirtió en su vitrina en los eventos y actividades a los que se presentaba.
En el 2016 abrió su primer local en el centro comercial Escazú Village, ubicado a la par de Walmart Escazú.
“Me la jugué como un vikingo”, dice.
Para abrir este primer punto de Ili Vanilli refinanció su apartamento, utilizó los ahorros del fondo de capitalización laboral y hasta consiguió una socia a la que le vendió acciones de la empresa.
A la socia la escogió después de reunirse y entrevistarse con varios inversionistas que le habían demostrado interés en el negocio.
Tener socios es como un matrimonio, por lo que había que encontrar a alguien muy afín y la halló en una amiga con la que se lleva muy bien.
También le dio acciones a su madre y a su padre, como agradecimiento por el apoyo que le venían dando. Tras el fallecimiento de él, las acciones las conserva su mamá.
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Así reunió los $40.000 que invirtió en el local, el cual también es centro de producción.
Al año siguiente abrió el kioko en el mercado gastronómico El Mestizo de Plaza Tempo, también en Escazú, y hace dos semanas el de Paseo Metropoli, en el nuevo espacio gastronómico Arajo, para los que invirtió entre $8.000 y $12.000.
Ili Vanilli también está en Uber Eats.
Así ofrece mini cupcakes en sabores como red velvet, mantequilla de maní, churchill, Oreo, Choco menta, vainilla, salted caramel, arándano, banano Nutella, guayabita, chocolate, y siempre tiene un sabor del mes.
La oferta se complementa con queques (por ejemplo, uno basado en helado Napolitano, de Naranja Holandesa y de higos) y bebidas postreras.
La propuesta de Ili Vanilli es mantener el sabor casero y artesanal utilizando los mejores materiales, sin reemplazar ingredientes por precios ni usando premezclas.
El crecimiento lo ha alcanzado con recursos propios, ahorrando, reinvirtiendo, y sorteando las múltiples dificultades que enfrenta todo emprendedor para poder abrir una empresa.
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Iliana apunta contra los requisitos que piden los bancos para brindar financiamiento a las pequeñas empresas, pues piden estados financieros a negocios que van a iniciar apenas.
Asimismo, apunta a la carga que implica la cotización a la Caja Costarricense del Seguro Social (CCSS); los costos de los servicios públicos; y a las dificultades con los trámites en las instituciones públicas para los permisos.
-Le faltó un requisito- cuenta Iliana que más de una vez le dijeron en alguna entidad.
-Pero ese no está en la lista de requisitos- reclamaba ella.
-Es que Usted tiene que saberlo- dice que le respondían.
Para ella es fundamental cumplir los requerimientos formales de una empresa, pues es consciente que no hacerlo “no le sirve al negocio”.
A esas dificultades se le suma que el 2019 empezó con malas ventas. Los bloqueos, las huelgas y manifestaciones, y el desempleo se dejaron sentir en menores compras por parte de los clientes.
La opción era aguantar, pagar puntualmente los salarios, no endeudarse con los proveedores ni con tarjetas de crédito, establecer arreglos de pago con las instituciones, cuidar las finanzas, y dar a conocer el producto con mercadeo... “a nadadito de perro, jugándosela”.
A eso se suma apoyarse en otros empresarios, con redes de apoyo.
Iliana afirma que en la actualidad las ventas vienen incrementándose y que el plan por ahora es consolidar los puntos de venta en Escazú y el de Cartago, aunque de reojo mira hacia Moravia, Curridabat y Heredia.
El problema que ve, especialmente en Heredia, es el tráfico, pues se requiere tener presencia, así como atención y traslado de productos con rapidez a cada punto.
“Hay que tener pasión, tener organización y volverse expertos en dar respuestas rápidas”, recalca. “La idea es estar bien para cuando vengan las vacas gordas”.