Cuando Leslie Feinzaig participaba en concursos de emprendimientos en Estados Unidos, impulsando su proyecto, los ganaba. Pero cuando realizaba una presentación ante los inversionistas, en su mayoría hombres, el resultado era decepcionante. Es la situación que enfrentan las emprendedoras. “Apenas el 2% de los proyectos que reciben inversión de capital de riesgo son de mujeres”, dice Leslie.
Empezó entonces una iniciativa para reunir a las mujeres fundadoras y que ocupan cargos de Chief Executive Officer (CEO) en startups, que eran exitosas recibiendo fondos para sus empresas, con el fin de compartir sus experiencias y creó Female Founders Alliance, con sede en Seattle, Estados Unidos, una organización con programas de apoyo a emprendedoras.
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Tras graduarse en 1996 en secundaria en el British School en Costa Rica, Leslie estudió en London School Economics, en Inglaterra. Debido a la crisis de las puntocom y su efecto en el mercado internacional, las posibilidades de encontrar empleo allá se redujeron. Ella regresó al país y empezó a ayudar en la tienda de un familiar en San José (“mi familia siempre ha sido emprendedora”, dice) y luego en Procter & Gamble.
En 2005 obtuvo una beca para estudiar una Maestría en Administración de Negocios (MBA,por sus siglas en inglés) en la Harvard Business School y cuando concluyó, a los dos años, fue contratada por la empresa de consultoría de unos de sus profesores hasta que el permiso de trabajo expiró.
Leslie buscó un trabajo que le permitiera ganar la visa para seguir trabajando en EE. UU. y lo obtuvo en Microsoft, cuya sede se encuentra en Redmond, a 24 kilómetros de Seattle, en el estado de Washington, en la costa oeste. En el gigante informático Leslie trabajó en las divisiones de gestión de productos en línea y en la de las consolas y productos de videojuegos Xbox. Ahí estuvo hasta 2013, un año antes de casarse. “Aprendí mucho en Microsoft”, cuenta.
Su siguiente paso fue trabajar en startups, una del mercado de videojuegos y otra de comercio electrónico. En la primera estuvo hasta que fue adquirida por una firma estadounidense en esa industria y de la segunda renunció cuando, con tres meses de embarazo, pensó que era momento de tener su propia empresa.
Leslie empezó a explorar conceptos para lanzar su propia empresa y vio la oportunidad en el campo de los juegos educativos. Con su experiencia empezó a diseñar los productos y a obtener retroalimentación de educadoras y de una red de 150 estudiantes menores de edad, que probaban los juegos en línea o en persona.
En setiembre de 2016 lanzó su producto y durante los meses siguientes visitó como mínimo una docena de jugueterías del estado de Washington. En una de ellas conoció a la propietaria y ella le dio la oportunidad de tener un puesto de demostración o display. Leslie iba los fines de semana, con su hija en brazos. Los resultados se iban dando.
Ella quería comprobar primero que había demanda y que el producto era exitoso pese a la baja inversión, con la idea de convencer a capitalistas de riesgo. Empezó a asistir a competencias del sector y a otros eventos. Cuando competía, ganaba. Pero la ignoraban cuando realizaba presentaciones ante los inversionistas o los analistas de las firmas.
“Sabía que era difícil”, señala Leslie. “Sabía en lo que se estaba metiendo. Pero no esperaba que existieran esas barreras. Me decían que no tenía suficiente tracción, pero yo pensaba: ¡cómo si el producto tenía resultados, aun cuando la inversión era baja”.
A principios vio un dato en una publicación de Pitchbook: 2% de todo el capital de riesgo se invierte en emprendedoras y el 98% en emprendedores. Eso le puso cifras a lo que estaba viviendo. “Fue revelador”, dice Leslie. “Me planteé acercarme a aquellas mujeres que han tenido éxito recaudando fondos”.
Ella sabía que esas experiencias serían muy enriquecedoras para muchas emprendedoras que también se estaban empeñando en convencer a los inversionistas.
Así fue como creó un grupo en Facebook. Al mes ya eran 25 mujeres CEOs de Seattle. Empezaron a reunirse también. La noticia se esparció. Leslie incluso tuvo que crear un formulario para asegurarse que aplicaran fundadoras y CEOs. El proyecto empezó a crecer.
Buscó recursos y empezó con patrocinios de firmas reconocidas. Las actividades de la organización le demandan cada vez más tiempo, por lo que tuvo que decidir si seguía su propia startup o no.
Female Founders Alliance actualmente cuenta con una comunidad de 25.000 personas seguidoras, incluyendo no solo mujeres, que lleva cuatro años funcionando con programas de aceleración, eventos con firmas de capital de riesgo y encuentros para generar networking, todas dirigidas a impulsar startups fundados por mujeres con alto potencial, que incluso reciben inversiones de hasta $30 millones (serie B).
Leslie detalla que la comunidad la conforman 2.100 empresas en la actualidad de sectores como software como servicio (SaaS, por sus siglas en inglés) o en la nube, tecnología en salud, sitios electrónicos y aplicaciones móviles para consumidores, tiendas en línea e incluso de biotecnología, entre otras. En conjunto esas firmas han recaudado $2.600 millones.
El año anterior las actividades se reiniciaron en agosto y de forma virtual, una modalidad que ya venían implementando desde 2019 y en combinación con eventos presenciales hasta marzo del 2020. Entre ellas, además del programa de aceleración, se realizan mentorías, conferencias con firmas legales, de capital de riesgo o de consultoría especializadas en startups, e incluso con medios de comunicación.
La prestigiosa publicación TechCrunch ha realizado varias publicaciones sobre la aceleradora Ready Set Raise de la Female Founders Alliance, una en setiembre de 2018 en el lanzamiento de este programa y otra en octubre pasado. La aceleradora, confiesa Leslie, se enfoca en proyectos de alta calidad.
“Recibimos cientos de aplicaciones y admitimos menos de 2%”, sostiene. Con resultados garantizados: el grupo graduado a finales de 2020 de ocho startups ya recaudó $7 millones y muchas de ellas no han cerrado aún su ronda de inversión, por lo que podrían incrementar el capital recibido.
Las emprendedoras no solo tienen dificultades para obtener capital. También deben lidiar con la falta de credibilidad de parte de los inversionistas, los sesgos de género sobre sus ocupaciones y que han tenido menos posibilidades para la capacitación tecnológica incluso en sociedades desarrolladas como EE. UU.
Las consecuencias las sufre la sociedad como un todo. Boston Consulting Group, firma especializada en estudios de mercado, estima que si se invirtiera en emprendimientos liderados por mujeres lo que se invierte en los encabezados por hombres se generaría $5 billones en la economía mundial, así como empleos.
“Es un potencial desperdiciado”, recalca Leslie. “Cuando hay un problema así de grande es porque no existe una sola causa. No es fácil de solucionar”.
De acuerdo con las estimaciones de los últimos años del Foro Económico Mundial se tardaría entre 133 y 200 años para que se logre la equidad de género. “Con la pandemia —en la cual el impacto mayor en empleo es para las mujeres— probablemente tardemos más”, indica Leslie.
La tarea hoy es apostar a empresas de alto potencial de crecimiento como las startups, son las que impulsan la tecnología para los próximos años y décadas, generan empleos y oportunidades, y podrán reinvertir. Aunque el 98% de la comunidad de Female Founders Alliance es de EE. UU. las puertas están abiertas para otras regiones, incluyendo América Latina, donde hay algunas integrantes incluyendo de Costa Rica.
“En Costa Rica las empresas y quienes tienen capital deben fomentar las iniciativas de innovación, las startups y en STEM (ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas, por sus siglas en inglés)”, recalca Leslie. “Me gustaría decir que lo que hago no es necesario. Hay mucha necesidad. A mi generación le decían que se podía lograr lo que se quisiera. Yo quisiera que mis hijas, de cinco y dos años, que sí es posible, que se logró el cambio”.