Ricardo Jiménez no se arrepiente y más bien junto con su esposa Lilliana Solís repasan el camino, enumeran los logros de su empresa de coaching y asesoría ejecutiva personal Synchronicity y aseguran que las crisis, como la actual, ofrece múltiples oportunidades.
Él es informático y trabajó desde el año 1997 en el Banco Central de Costa Rica en el desarrollo del Sistema Nacional de Pagos Electrónicos (Sinpe), la cual se desarrolló con plataformas de Microsoft.
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Debido a su desempeño en ese proyecto, en el 2004 pasó a trabajar a esa reconocida empresa estadounidense, primero como consultor, luego en mercadeo y en ventas.
En este último puesto estuvo a cargo de la comercialización de 20 productos Microsoft en 34 países y territorios de América Latina, con una cartera que sumaba $120 millones anuales.
Su desempeño, además, era reconocido dentro de firma de Redmond, pues fue elegido dos veces seguidas entre los 100 mejores de sus 150.000 empleados a nivel global.
“Me iba muy bien”, afirma Ricardo. En total había obtenido más de 16 premios corporativos.
En Microsoft vio cómo se aplicaban las mejores prácticas gerenciales y de gestión de talento, con capacitaciones “espectaculares”, y empezó a soñar con una empresa propia que ayudara a las compañías a transformarse e impulsar el potencial de sus colaboradores.
Sentía a la vez que había cumplido su ciclo y que no sentía el mismo compromiso emocional.
Una de las capacitaciones que recibió fue en un centro de entrenamiento especializado en coaching llamado iPEC. Ahí fue donde descubrió lo que quería hacer.
“Recibió ese curso vino y me dijo: ‘Descubrí lo mío’”, cuenta Lilly.
Ricardo conversó con ella.
Lilliana había estudiando para farmacéutica en la Universidad de Costa Rica. Luego había trabajado en varias farmacias privadas y en la de un hospital público como regente.
Cuando nació su primera hija, en 2008, decidió quedarse en casa para cuidarla. Luego nació la segunda hija, en 2011.
“Tenía la espinita de realizarme profesionalmente. Yo me preguntaba: ¿qué hay para mí en todo esto?”, cuenta.
Ella podía encargarse de los servicios de bienestar personal, incluyendo el emocional, el mental, el ambiental, el social, el físico y el espiritual. De hecho Lilly cuenta con varias certificaciones especializadas en este campo.
Ricardo conversó con su jefe y definieron un plan de salida de seis meses.
Era el año 214 y ahí acababan 15 años de una fructífera carrera en Microsoft.
La idea era que los ahorros les permitieran iniciar el negocio y empezar a generar ingresos conforme lograban obtener clientes.
En principio nada salió así y más bien empezaron las dificultades.
“Llegué a pensar si había embarcado a mi familia”, reconoce Ricardo.
El año se fue y llegó el 2015. Les tomó más de un año prepararse, certificarse y definir el portafolio de servicios, pues querían traer a Costa Rica una oferta completamente distinta.
Los ahorros se agotaron. Recurrieron a tarjetas de crédito. Buscaron préstamos.
Susana, hermana de Ricardo, trabajó dos años como directora creativa sin cobrarles.
La deuda sumaba ya $100.000. Hipotecaron una vez la casa y tuvieron que volverla a hipotecarla.
Pidieron ayuda a la familia.
También conversaron en la escuela de las niñas, pues llevaban medio año morosos.
Los gastos personales estaban restringidos al máximo.
“Comprábamos las pastas dentales más pequeñas y así íbamos”, dice Ricardo. “No fue un camino por el parque”.
“En realidad fue un camino por el parque Jurásico”, dice de inmediato Lilly, recordando la película de Steven Spielberg, supuestamente ambientada en una isla de Costa Rica en sus primeras versiones.
Realizaron varios talleres de prueba, invitando a conocidos y todo con recursos propios.
Los clientes no aparecían.
El momento más difícil fue cuando, a mediados del 2015, organizaron un evento en un hotel de San José para 25 personas y una noche antes no tenían a ninguna persona inscritos.
Para esta actividad habían pagado la mitad de los costos con tarjetas a sabiendas que la siguiente semana ya no tenían de donde sacar dinero.
La otra mitad también tenía que cancelarla al día siguiente.
Ricardo fue a recoger los manuales impresos que entregarían en la actividad y de regreso se dio cuenta que no tenían participantes registrados. Ni uno solo.
Confiesa que lloró y fue cuando se preguntó si había embarcado a su familia.
Ahí mismo se dijo que precisamente el coaching y todo lo que iban a enseñar era cómo descubrir el potencial que tenemos dentro, de lo que somos capaces las personas.
“Cuando uno se siente mal no se ven las oportunidades. Hay que cambiar de foco, a analizar la situación. Entonces empieza a sentirse mejor, a tranquilizarse, a pensar con más tranquilidad y salen las ideas”, explica Ricardo.
Eso fue lo que hizo. Aplicar lo que él iba a aconsejar de ahí en adelante.
Llamaron a varias empresas. Les ofrecieron descuentos. Exploraron opciones.
A la actividad llegaron las 25 personas del cupo total y, especialmente, de ese evento empezaron a generarse los primeros clientes y contratos.
Los servicios de Synchronicity se enfocan a crear equipos de alto desempeño e innovadores, descubriendo el potencial de las personas, identificando y eliminando las barreras mentales que lo limitan, y desarrollando las capacidades para automotivarse y explotar ese potencial a nivel personal entre los colaboradores y líderes de las empresas.
Ricardo indica que en las empresas se encuentran con personas que piensan que están dando lo máximo y en realidad apenas andan al 20% de sus capacidades, mientras otras se sitúan en su zona de confort, no quieren aportar ni a la empresa ni a sí mismos.
En ese ambiente la productividad, la innovación y el servicio al cliente se ven afectados, al tiempo que muchos empresarios y ejecutivos, que desconocen cómo trabajar con las nuevas generaciones, creen que sólo se puede recurrir a métodos coercitivos, que más bien amplían y profundizan los problemas.
El giro que se debe impulsar es hacia cómo enganchar a los colaboradores, a que aprendan a resolver problemas, a mejorar la comunicación, a implementar la “conversación inteligente”, a identificar sus propias trabas y a trabajar en su propia maestría personal.
Ayudar a dar ese giro cultural y de actitud es en lo que se enfoca Synchronicity mediante talleres, asesorías y apoyo en la implementación de planes de cambio.
También se realizan actividades sin costo para que las empresas e interesados conozcan los servicios, la metodología y el enfoque.
Ricardo y Lilliana afirman haber visto buena acogida en empresas que creen en las personas.
Actualmente su empresa cuenta con seis personas, 75 empresas clientes en Estados Unidos, México, Ecuador, Honduras y Costa Rica, y más de 800 testimonios sobre los resultados que han alcanzado.
Incluso fueron invitados a como conferencistas a un evento en Bogotá, Colombia, sobre el cambio que se vive en la actualidad a partir de las nuevas tecnologías.
Ricardo y Lilly creen que, a pesar de la crisis, la coyuntura de la economía es un escenario ideal tanto para su empresa como para que las firmas impulsen cambios y se preparen para cuando el mercado retome dinamismo.
“Es un momento prometedor”, recalca Ricardo. “La empresa que entienda cómo potenciar e invertir en su talento estará mejor preparada para salir adelante. En lugar de quejarse, las empresas y las personas deben enfocarse en las oportunidades”.
Fue lo que hizo él cuando no tenían ni un solo cliente.