Para la abogada y socióloga Francia Carrillo Zürcher tejer va más allá de crear una prenda bonita y colorida. Ella lo visualiza como una actividad que la hace “feliz”, pues la relaja estar en medio de texturas y tonalidades y le da “mucha paz espiritual”.
Aunque ejerció por varios años el derecho corporativo y le gusta ese campo, quiso alejarse de las exigencias que le demandaban la profesión.
Usualmente, tenía mucho trabajo en el bufete familiar en el que laboraba y un “horario muy difícil”, pues debía estar pendiente de las necesidades de los clientes todos los días y a cualquier hora.
Un día se preguntó: “¿Qué es lo que me haría realmente feliz?”.
La respuesta fue más que evidente: tener un negocio de tejidos y que fuera su “remanso de paz”.
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Su plan consistió en concentrarse en el arte que ejerce desde niña y que ha sido por décadas su pasatiempo favorito.
“El nivel de estrés, de velocidad y ritmo de vida que requiere ser abogada es muy distinto al de una pyme, especialmente una pyme de tejido y artes manuales, que es más bien lo que la gente busca para relajarse porque es una terapia y algo muy placentero”, explicó Francia.
Cuatro años atrás, concretamente en marzo del 2014, estableció una pyme especializada en tejidos llamada Penélope Knitting Shop, situada en Santa Ana.
En esta se ofrecen clases de tejido y bordado y, además, se venden todo tipo de productos requeridos para ejecutar esta tarea.
¿De dónde surgió esta pasión?
Desde muy pequeña, Francia observaba a su mamá, la exdiputada Joyce Zürcher, tejer prendas para ella y los demás miembros de su familia.
Era normal ponerse abrigos, medias, guantes o bufandas hechas por doña Joyce, especialmente en los años de su niñez en los que vivió en México y hacía mucho frío.
Poco a poco, se fue despertando en ella la curiosidad por ese mar de colores y fibras naturales y, por ahí de los ocho años, su madre le enseñó a tejer con dos agujas.
Una época en la que sus tejidos la sacaron de apuros fue cuando se mudó a Estados Unidos con su esposo Manuel, pues ambos decidieron cursar sus maestrías: ella en sociología (su primera carrera) y él en genética médica.
En los inviernos, en medio de tanto frío, era común verlos con los suéteres de colores que Francia confeccionaba.
Una vez que se convirtió en madre, era ella quien les tejía abrigos y ropa a su hijo e hija y así la pasión por tejer se siguió extendiendo.
El concepto de su tienda
Sus conocimientos en derecho fueron fundamentales para realizar de forma expedita todas las gestiones requeridas para formalizar y poner en marcha su empresa: inscribir una sociedad anónima y marca, obtener las patentes y permisos exigidos por el ordenamiento jurídico, contratar personal e importar.
El espacio en el que se ubica la empresa procura ser acogedor, rodeado de coloridas lanas, de modo que durante las clases de tejido se pueda compartir con otros amantes de este oficio.
El té y las galletitas son parte de las sesiones, que son impartidas por dos profesoras expertas en esta materia.
Francia se encarga de administrar y dirigir el negocio.
Al inicio, su clientela no era tanta, pero a medida que se dio a conocer ─especialmente en las redes sociales─ fue creciendo.
Actualmente, cada mes se reúne un grupo importante de mujeres y hombres tejedores, desde niños hasta adultos mayores.
Hay cursos de tejido en dos agujas, en croché y en bordado y se dan tres veces por semana con una duración de tres horas. Están disponibles para principiantes, intermedios y avanzados.
En la tienda se pueden encontrar los materiales necesarios para trabajar en diferentes grosores y colores, como lana pura, seda, algodón, fibras acrílicas con algodón, rayón y agujas, entre otros.
En el sitio también tienen una biblioteca de patrones físicos y digitales para que los tejedores puedan encontrar diseños.
Hoy, Francia Carrillo Zürcher se enfoca en aumentar su inventario para ofrecerles más opciones a sus clientes y sueña a futuro abrir una tienda adicional en otra zona del país como Curridabat.