Catalina Jensen es la fundadora y propietaria de Sed de Mar, un emprendimiento dedicado al diseño, confección y comercialización de trajes de baño.
Aunque ya venía vendiendo en redes sociales y en varias tiendas, con la crisis actual causada por el coronavirus COVID-19 ella vio la oportunidad de lanzar mascarillas con una tela de alta tecnología y con diferentes diseños.
La alta demanda la obligó también a dar el salto a una tienda en línea, para responder con más rapidez las solicitudes, evitar errores y ordenar todos los pedidos.
La experiencia perdurará y ya tiene los nuevos planes.
“Me abrió los ojos”, asegura Catalina.
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Cuando terminó sus estudios de diseño de interiores en la Universidad Veritas en 2011, Catalina viajó a Dinamarca a una escuela de diseño textil ubicada en una ciudad llamada Vra.
Ahí confirma su inclinación por el diseño textil y al año siguiente regresa a Costa Rica con la idea de una empresa propia en vestidos de baño, pues le encanta la naturaleza y la playa.
Para reforzar sus competencias de negocios, empezó a estudiar administración de negocios en la UACA.
A finales de 2013 empezó a comercializar la marca en redes sociales y a vender productos en varios puntos de venta en San José y en las costas.
En San José vendía a través de una tienda ubicada en Los Yoses llamada De aquí y de allá, fundada por un colectivo de diseñadores.
Las ventas eran estables, aunque el desafío principal aquí es que el retorno es más lento cuando se vende a través de las tiendas físicas.
A eso se sumó que durante el 2019, las ventas empezaron a declinar como en todo el comercio.
Catalina empezó a apostarle más a las ventas en redes sociales, especialmente Facebook e Instagram, haciendo las entregas por medio de Correos de Costa Rica.
También, reforzó la presencia en ferias de emprendedores.
La decisión fue acertada. Las ventas directas le aseguraban efectivo más rápido.
Pero se vino el COVID-19 y en pleno verano, la temporada alta de ventas de trajes de baño.
Desde el inicio de la emergencia, era evidente que las ventas se iban a ver afectadas.
Las tiendas cerraron por las medidas de emergencia.
Entonces retiró la mercadería que estaba en la tienda y ofreció descuentos a través de las redes sociales.
Lo vendió todo.
Con ese dinero pasó a la nueva idea. “Fueron decisiones en el momento”, confiesa ella.
No tenía idea de qué hacer y lo único claro era que venía la crisis.
Simplemente investigó y tomó decisiones. A mediados de marzo por todo lado se hablaba de la urgencia de usar mascarillas, que escaseaban en el mercado y que lo que se ofrecía eran mascarillas desechables, de un uso y generadoras de más desechos.
En su investigación, Catalina revisó materiales y con uno de sus proveedores vio unas telas de alta tecnología, antibacterial y antifluidos.
De inmediato empezó a hacer la prueba y el 9 de abril hizo el lanzamiento. Al día siguiente las había vendido todas.
Aparte de enfocarse en un producto que le urgía al mercado, le dio valor agregado con la tecnología textil elegida y además utilizó los los diseños y estampados inspirados en paisajes y la fauna de Costa Rica que ya usaba en los bikinis.
“Eso gustó mucho”, dice.
Aparte se generó trabajo para otras personas. Con los bikinis, ella se apoyaba en cinco personas, incluyendo la diseñadora gráfica María José Morúa, y un taller de confección.
Para las mascarillas, debido a la demanda, son 17 personas y cuatro talleres, ubicados en Pavas, Santo Domingo de Heredia, Heredia centro y Tres Ríos.
Al principio producía de acuerdo a los pedidos, pero a los tres días supo que había que dar un giro y empezó a trabajar con inventario.
El riesgo en estos casos es quedarse sin efectivo y con stock en bodega.
Nada de eso le ha sucedido.
Lo que llega de los talleres se va al final del día. Ya vendió un total de 11.000 mascarillas.
Normalmente recibe 30 órdenes de compra de clientes directos. Y también descubrió un nuevo mercado: hay empresas que piden de 100 a 1000 unidades para sus colaboradores.
A las empresas les encanta, pues se personalizan con el logotipo o marca comercial.
La alta demanda por redes sociales y WhatsApp sobrepasó las expectativas.
“Era muy difícil llevar el control”, confiesa.
Eran tantas las órdenes al día y tantos los cambios (de cantidad, de dirección, de tipo de mascarilla) que tuvo que empezar a utilizar una hoja de cálculo en el Drive de Google.
Cada pedido y cada actualización había que apuntarlas y actualizarlas en la hoja de cálculo.
También incorporó la respuesta automática tanto en el WhatsApp como en el Messenger del Facebook, dado que era imposible atender cada mensaje recibido.
Aún así había errores, por supuesto, porque todo era muy empírico.
Se dio cuenta, entonces, que era necesario canalizar la información de otra forma, de manera automatizada.
Otra vez se puso a investigar. Hacía algún tiempo había recibido la propuesta para tener su catálogo de productos en el centro comercial virtual o marketplace Oliba.
La opción que encontró fue esa, precisamente, ya que le ofrece una plataforma digital por $45 mensuales donde los pedidos quedan ordenados.
En 24 horas subió la información a la tienda y el domingo 19 de abril empezó a ofrecer las ventas a través de esta tienda en lìnea para que los clientes compren ahí.
Para las personas que todavía tienen resistencia y para las empresas se les da la opción de que envíen un correo y hagan una transferencia para la compra.
Ahora en lugar de tener que apuntar cada pedido, la plataforma incorpora la información de manera automática, el cliente compra y se le responde a cualquier hora.
Catalina se concentra en la comercialización y ahorra tiempo. Si hay que cambiar la dirección o la orden de compra, el cliente escribe a un correo.
Las mascarillas, al utilizar tela de alta tecnología, se puede lavar hasta 50 veces, la persona puede respirar bien y continuar labores durante el día. Si se usa todos los días, cada mascarilla dura 50 días.
El precio individual para las mascarillas individuales son de ¢5.000 (monocromática) y de ¢5.500 (estampada).
Se ofrecen paquetes de 7, 14 y 24 que van desde ¢29.400 hasta ¢112.800.
En pedidos de 200 unidades o más, al por mayor, el precio es de ¢3.000 y a partir de 1.000 unidades cuestan ¢2000.
También se puede encontrar en tienda Misticansa (Escazú) y Manta Raya (Playa Guiones, Nosara). En De Aquí y allá estarán a finales de esta semana.
Como todo promociona las mascarillas en redes sociales y ahora está en Internet con su tienda en línea, le ha preguntado de Holanda, Irlanda, México, Jamaica y Estados Unidos.
El problema aquí es que Correos no está realizando envíos internacionales y con DHL le sale al doble del costo de producción.
Pero ya le quedó la espinita y espera contactar a la Promotora de Comercio Exterior (Procomer), va por nuevos diseños (piensa en diseños inclusivos) y quiere tener su propia tienda en línea, no solo estar en un marketplace.
Además, piensa en los anteriores productos y ahora quiere ampliar el mercado ofreciendo trajes de baño a toda la familia para todas las edades y también para hombres.
Más allá, para poder implementar todos estos proyectos, la principal lección está aprendida. Muy bien aprendida.
“Esto me abrió los ojos”, insiste Catalina. “Es fundamental tener una plataforma digital. Me di cuenta lo necesario que es tener una página web”.