“Un caficultor necesita tres cosas”, dice Johnny Alvarado, productor agrícola de Santa Fe, en Pittier de Coto Brus, a unos 35 kilómetros de San Vito. El proviene de una familia netamente cafetalera de la zona. “Tres generaciones”, dice. Incluso cuentan con un microbeneficio conocido como Hermanos Alvarado desde hace cinco años.
“Lo que se necesita— detalla Johnny— es el mercado, el financiamiento y las nuevas variedades de café”.
Mercado hay y, a través de diferentes iniciativas, se tiene acceso a nuevas variedades de café. Nada más hay que adaptarse. El financiamiento es otra historia, o mejor dicho: la misma de casi siempre.
“Cuesta mucho que los bancos crean en los productores”, afirma Johnny. “Por la situación del Covid-19, la mayoría cuida sus capitales y al productor le cuesta conseguir crédito. Piden un proyecto y la mayoría de las veces las personas no están preparadas”.
Un informe del Banco Central de Costa Rica indica que en 2018 indica que el 13,5% del total del saldo de crédito al sector privado fue otorgado a micro, pequeñas y medianas empresas (mipymes) y menos del 1% fue a mipymes del sector agropecuario.
El reporte señala que tres de cada mipymes no utilizan ni tarjetas de crédito ni préstamos bancarios debido a que usan sus propios recursos, tienen aversión a endeudarse y a “elementos relacionados con las características de la oferta de crédito como trámites, tiempo de resolución y condiciones”.
El Sistema Nacional de Banca para el Desarrollo ha orientado el 52% del financiamiento otorgado al sector agropecuario, pero apenas el 23% a pequeñas empresas y menos del 8% en la provincia de Puntarenas, a la que pertenece Coto Brus.
Nada de eso hace que los productores se rindan y más bien se buscan alternativas.
El centro agrícola cantonal al que pertenece Johnny, junto con medio centenar de productores tanto de café y de otros productos (hortalizas, legumbres, tubérculos, verduras y frutas), presentó hace unos cinco años un proyecto de una planta al Ministerio de Agricultura y Ganadería (MAG) y al Instituto de Desarrollo Rural (Inder) para crear una planta que permitiera preparar el café.
Con los cambios en este mercado, las oportunidades son múltiples, como se demuestra en el caso de la experiencia de los productores de la zona de Los Santos, que en Coto Brus se tiene muy presente. Ahí también se utiliza el modelo de los microbeneficios y cada quien, con el código del Instituto Costarricense del Café (Icafe), realiza su propia venta.
En el microbeneficio se quita la cáscara y se seca el grano (se pone al sol en un patio), para que quede con la humedad (10,5%) requerida. Luego se le da reposo y los granos adquieren homogeneidad. En Coto Brus el clima no lo permite, por lo que se necesitaba la planta. Ahí, además del secado en un horno, se pela y se zarandea el grano. Además, se cuenta con una sala de catación, siempre con la mente enfocada en cumplir los estándares europeo y estadounidense.
La planta cuenta con marca propia (Aromas) e impulsa la producción en la zona. El número de microbeneficios aumentó de 10 a 25 en esos cinco años. Los pedidos también aumentan. Durante la pandemia, aunque al inicio hubo una pausa, la población en confinamiento aumentó el consumo de café. La expectativa es que el próximo año el mercado siga creciendo.
Como parte de la respuesta de los productores locales, se introdujeron nuevas variedades de café, más resistentes a enfermedades (como la roya), que implican menores costos y tienen mayor productividad por hectárea (hasta cinco veces más fanegas).
Los precios también son atractivos, pues el productor está recibiendo en promedio 20% más. Según el Icafe, desde el 4 de enero hasta finales de abril de 2021 el precio promedio de los futuros de café en Intercontinental Exchange Stock Price (ICE) aumentó casi 12%.
A Coto Brus incluso se acercan productores de otras zonas del país, que les compran los almácigos, y de firmas exportadoras. A Johnny le empezaron a comprar almácigo que sembraba en la finca familiar.
Johnny se asoció con otro productor de la zona, Michael Siviany Delgado y crearon Almácigos Coto Brus, especializados en dos tipos de plantas o almácigos de café: Catigua-M62 y Obata, cuyas semillas —debidamente certificadas— compran al Icafe. “Estamos abiertos al cambio”, insite Johnny.
El proyecto es sencillo. Las semillas se cultivan en el vivero en regueras durante dos meses y luego se traslada el almácigo a una bolsa que contiene un sustrato (compuesto de abono orgánico, grasa de arroz y tierra base, entre otros). Cada uno alcanza entre 30 y 40 centímetros de alto en un periodo de seis a doce meses.
El Inder les dio apoyo con insumos y capacitación. Johnny y Siviany concursaron en una licitación del mismo Instituto a través del Sistema de Compras Públicas (Sicop). Johnny conocía algo de cómo funcionaban las contrataciones en el Estado, pues participa en juntas administrativas en un colegio y en el centro agrícola.
Pensaron que eran los únicos que habían presentado ofertas, pero no fue así. Otras empresas participaron y la adjudicación se la llevó una de ellas. Sin embargo, revisando, Johnny se dio cuenta que podían apelar y lo hicieron. Al final el mismo Inder se dio cuenta de los errores en la primera adjudicación.
Sivianny y Johnny asumieron el proyecto. Durante cuatro años (finaliza en 2023, pero incluye opción para extenderse) deben entregar la cantidad de almácigos que les pidan, ya sea uno o ya sea 12 millones. Para no tener sobresaltos, se trabaja con una proyección. El contrato del Inder representa el 50% de los ingresos.
Los almácigos se entregan a los productores para su propia producción y sus cosechas se llevan a los beneficios para su procesamiento o a plantas como las que se tienen en Coto Brus.
Aparte del Inder, Almácigos Coto Brus cuenta con otros clientes, como productores privados, exportadores y compañías que compran entre 200 y 200.000 almácigos. En todos los casos se hace a pedido previo.
Con la idea de responder a esta demanda (entre 30% y 35% anual) fue necesario buscar financiamiento, pues había que comprar más terrenos e insumos. ¿Dónde conseguirlo?
Otro productor les recomendó preguntar en Fundecooperación para el Desarrollo Sostenible, que realizaba una gira por la zona. La entidad ha colocado más de ¢1.800 millones con más de 100 operaciones de financiamiento revolutivo. Según Andrea Matarrita, gerente de crédito de Fundecooperación, de la cartera activa de café (de ¢760 millones), un 15% es en la Zona Sur: ¢115 millones.
Johnny y Sivianny obtuvieron ¢25 millones en 2019. Al año siguiente, recibieron otro monto similar. El financiamiento permitió adquirir la propiedad que necesitaban y también más materia prima. La producción pasó de 850.000 a 1,2 millones de almácigos, que se venden a un precio promedio de ¢200 cada uno.
Al Inder le entregan almácigos que se distribuyen entre productores del mismo Coto Brus, Pérez Zeledón y Cañas, entre otros sitios. También se han realizado entregas a productores de café de San Ramón de Alajuela.
Las posibilidades de exportar directamente están abiertas. De hecho, ya los han contactado desde el otro lado de la frontera sur, de productores de Panamá.