Lorna Vindas había visto que muchas microempresas en el área de alimentos no podían despegar, y a veces tampoco iniciar siquiera, porque carecían de los permisos para los locales donde producir y, junto a una socia, creó una alternativa.
Ella es especialista en emprendimientos en el Instituto Tecnológico de Costa Rica, colaborando en la incubadora y brindando capacitación a personas emprendedoras desde hace 14 años.
Cuando se encontraba con alguien a la que le había brindado capacitación o asesoría, preguntaba cómo iba el negocio.
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Muchas fueron las que respondían que no habían seguido por la falta del permiso que otorga el Ministerio de Salud.
Había quienes tampoco habían gestionado u obtenido el permiso de uso del suelo para su local.
También estaban quienes no tenían ni para un local ni para mobiliario y equipo.
“A uno le duele que dejen de producir”, dijo Lorna. “Tienen los productos y por cuestiones de tramitología no pueden seguir”.
En ese caso encontraba a chefs, amantes de la cocina, productoras de repostería, encurtidos o conservas, mermeladas, mantequilla de maní, bebidas, helados y hasta servicios de catering o a alguien que necesitaba prototipar un producto alimenticio.
Una de las emprendedoras que estaba en una situación parecida era Laura Mora.
Laura es máster en comunicación, productora audiovisual, emprendedora desde hace siete años y presidenta de la Asociación Cartago Orgánico.
Un día conversaron y empezaron a hablar con otras personas que tenían ese tipo de problemas.
Muchas no pueden obtener los permisos sanitarios porque no tienen los recursos para acondicionar un espacio conforme lo exigen los trámites.
O en el caso de los permisos de suelo, porque el lugar donde están ubicados no aplica para un local de producción.
Hay microempresas que funcionan sin esos permisos a su propio riesgo.
Lorna y Laura decidieron, entonces, unir sus experiencias en un proyecto que diera una solución.
Lorna también es ingeniera electromecánica, máster en administración de negocios, chef, barista y certificada por el Small Business Development Center, y desde hace diez años propietaria de una empresa de gastronomía.
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A finales del 2018 pensaron en una solución y la crearon: Korú CoWorking Gastronómico y Asesorías.
Antes Lorna había aplicado lo que ella misma enseñaba en las capacitaciones y asesorías para fundar y desarrollar emprendimientos.
Hizo un estudio de factibilidad y los números le daban.
Aplicó la metodología de Design Thinking, para resolución de problemas y diseño de soluciones.
Finalmente diseñó el producto mínimo viable, que se utiliza para hacer pruebas de mercado y ver la respuesta de los clientes.
Laura y Lorna se dieron cuenta que todavía no era posible comprar una propiedad para un local como el que habían pensado.
Primero era mejor alquilar y ver la respuesta del mercado meta.
En noviembre del 2018 conversaron con el propietario de un local en el barrio La Pitahaya de Agua Caliente de Cartago, lo acondicionaron y gestionaron los permisos que se exigen.
Hace dos meses empezó a funcionar.
En lugar del típico coworking de oficinas para alquilar por horas, en Korú las personas emprendedoras encuentran un espacio con mobiliario y equipos que necesitan para producir alimentos o para hacer pruebas de concepto.
En el coworking se alquila es espacio por horas.
Se puede optar por dos tipos de paquetes: 16 horas tiene un costo de ¢110.000 y 32 horas cuesta el doble, en ambos casos con el Impuesto al Valor Agregado incluido.
También está la modalidad “nómada”, para hacer algo puntual, con un costo de ¢8.000 por hora.
No se trata únicamente de ofrecer el espacio.
En Korú las personas emprendedoras también podrán recibir asesoría en negocios con la misma Lorna, servicios de fotografía con Laura, asistencia de tecnólogos de alimentos, ingenieros industriales, gestores en innovación y nutricionistas.
Con ellos pueden mejorar tanto en el desarrollo del negocio como en la producción y la calidad, potenciando lo artesanal, que las microempresas tengan más puntos de venta o de distribución, posicionen sus marcas y aumenten sus ingresos.
Y, por supuesto, se les ayuda con la asesoría para la gestión de los permisos que requiere la persona para que produzca en su propio local.
De forma complementaria se abrirá un sala para cursos de manipulación de alimentos, avalados por el Instituto Nacional de Aprendizaje.
Aparte de disminuir la inversión inicial en un local, como en todo coworking se podrá compartir en una comunidad de empresas del mismo giro de negocio.
También podrán hacer alianzas para compra de insumos, participar en networking o contactos, formalizarse y desarrollar la disciplina que se requiere.
La idea es realizar “tardes de café empresarial”, donde se pueda hacer catarsis, compartir experiencias, obtener retroalimentación sobre gestión de redes sociales, páginas web, y otras acciones que se deben realizar en un emprendimiento.
Todo eso ayudará a actualizar los conocimientos y a estar en un espacio donde cada quien puede concentrarse en su empresa.
“Lo que queremos es que se fortalezcan”, recalcó Lorna.