Rebeca Delgado tiene un kiosko y tres tiendas en los centros comerciales City Mall, en Alajuela, y Oxígeno y Paseo de las Flores en Heredia.
Su negocio se llama RBK Tatuajes Temporales, inició el negocio a los 16 años y, además de los dibujos sobre la piel, ofrece faldas de India, pantalones palazzos de Tailandia y bisutería de Turquía.
Las ventas iban normales, sufriendo como otros emprendedores el vaivén de la economía que se sufrió el año anterior, hasta que llegó la pandemia del coronavirus.
“Ahora no hay ventas”, dijo Rebeca. “Es increíble como de un día para otro pasas de tener cuatro tiendas a no tener nada”.
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La crisis tomó desprevenidos a los negocios de todos los tamaños en Costa Rica y a nivel global. El problema para las micro y pequeñas empresas es que tienen menos músculo financiero para soportar el golpe. Incluso muchas son de subsistencia.
“El gobierno piensa solo en los pequeños emprendedores que cumplen unos requisitos, pero hay otros que no pueden cumplirlos”, advirtió Nidia Ramírez, de Artesanías Sandí Ramírez, un emprendimiento ubicado en Concepción de San Rafael de Heredia.
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En el caso de RBK Tatuajes Temporales tiene cuatro empleadas fijas y seis colaboradoras que se encargaban de los dibujos oriundas de Alajuela, Heredia y San José, algunas incluso con hijos.
Antes de la cuarentena por el coronavirus las ventas se habían recuperado en diciembre, mientras a inicios del presente año se mantenían normales.
Con las medidas recomendadas por las autoridades el flujo de visitantes y compradores en los centros comerciales cayó del todo.
El Ministerio de Salud ordenó medidas de reducción de tránsito de personas y de aseo, pero no ordenó el cierre de los centros comerciales. Con las recomendaciones de quedarse en casa, no hay clientes y no hay ingresos.
“Los centros comerciales no han cerrado, pero no llega nadie”, reitera Rebeca. “La situación es desesperante, pues estamos teniendo pérdidas diarias exorbitantes”.
Después del 13 de marzo, el día que se iniciaron las medidas con fuerza a nivel local, se compró materiales y las colaboradoras adelantaron la confección de bisutería.
Las que no tienen hijos donaron lo que hacían a las que son madres para que se ayudaran.
Con el paso de los días la situación no mejoró. Rebeca, además de pagar los salarios de las colaboradoras fijas, también debe cumplir con los pagos de alquiler en los tres centros comerciales.
Rebeca indica que los otros inquilinos enfrentan una situación similar y estaban enviando al personal de vacaciones, suspendiendo contratos y cerrando operaciones. La perspectiva no es positiva: hay temor por el cierre total de tiendas y despidos.
Las tiendas en los centros comerciales deben cumplir los pagos de alquiler de los próximos dos meses y los gastos de mantenimiento. En algunos casos están cobrando una parte o dividiendo los pagos para los meses cuando se retorne a la normalidad.
Para las tiendas el problema es si eso es suficiente.
Rebeca cerró ayer 24 de marzo las tiendas y suspendió los contratos de las colaboradoras.
De la empresa de Nidia –de artesanías de madera– dependen ella, dos hijos y su esposo, que es socio y se ocupa de la parte de producción y de otras tareas.
Antes del coronavirus tenían una lista fija de clientes que abarcaban escuelas, bazares y personas que dan cursos o que adquieren sus productos para uso doméstico.
Ya tenían encargos que cubrían los próximos meses hasta junio para fiestas de cumpleaños, primeras comuniones, bautizos y hasta de iglesias para Semana Santa.
“Nos cancelaron todos los pedidos”, afirma Nidia, quien además debe ayudar a la mamá que es adulta mayor.
Actualmente apenas vende una décima parte de lo normal, especialmente clientes que les piden productos para la casa.
Se las piden por medio de Facebook y de WhatsApp. Las entregas las realizan a domicilio siempre que la compra sea superior a ¢15.000.
Nidia indica que el año pasado la situación estuvo muy difícil por los conflictos y la incertidumbre causadas por la propuesta de ley del Impuesto al Valor Agregado (IVA).
A finales del año y en enero y febrero de este 2020 el negocio venía recuperándose.
Ella cuenta que lo mismo le venía ocurriendo a los 120 emprendedores reconocidos que hay en San Rafael de Heredia.
De ellos un grupo de 15 pymes se formó para darse apoyo.
Por ejemplo, un emprendimiento conocido como Mr. Baby Food, dedicado a servicios de catering services, ofrece almuerzos y cenas para los consumidores que se encuentran en sus casas.
Nidia abogó para que el gobierno considere en sus planes de ayuda ante la crisis a todos los emprendedores y a las empresas locales para que recurran a las pymes como proveedores de bienes y servicios.
En su caso tiene claro las limitaciones que enfrenta para hacer frente a lo que queda de la cuarentena, aún sin fecha de conclusión.
“Con lo que teníamos habíamos comprado materias primas y lo básico para la casa para un mes”, afirma. “Lo que estamos vendiendo nos permite pagar los servicios públicos, pero si la situación se complica la prioridad será la comida”.