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Hace alrededor de cinco meses, Manuel Rivas Molina, de 59 años, decidió cerrar su centro de reciclaje ubicado en Turrialba, en la provincia de Cartago.
La falta de oportunidades financieras para comprar un camión y una embaladora, que le permitiesen trabajar más eficientemente, lo desmotivó y casi lo hace tirar la toalla.
Pero, el apoyo de los turrialbeños, quienes todos los fines de semana se acostumbraron a llevarle sus materiales a Rivas, su pasión por el ambiente y su oficio, pudo más. Nunca se dio el cierre.
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“La gente le decía que no, que no se fuera, que qué iban a hacer con la ‘basura’. Algunos le llaman basura, no le llaman reciclaje. Además, a él esto le encanta, vieras cómo le gusta”, recordó su compañera sentimental desde hace 16 años, Margarita Valverde Navarrete, de 41 años, y quien participa activamente en el negocio.
Hace más o menos dos años, el sobrino de Rivas, Víctor Alvarado, y un amigo de este tenían a su cargo la empresa Turricicla Sociedad Anónima. Como Alvarado era estudiante universitario y tenía responsabilidades académicas, Rivas se encargaba de administrarla.
Gracias a ello, aprendió el teje y maneje de este tipo de empresa, pues anteriormente sus oficios habían sido muy diferentes. Por varios años se desempeñó como operador de maquinaria agrícola y cinco años después se dedicó a ser guarda de seguridad privada.
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Pero, ¿qué lo hizo dejar su trabajo de guarda para iniciar en un área que desconocía por completo?
“Trabajé en una empresa de seguridad privada en Cartago, renuncié y me vine a trabajar con mi sobrino. Cuando ellos estuvieron con la idea de desistir, yo les dije que por qué no me daban la oportunidad a mí. Soy una persona muy positiva y digo que la edad no cuenta. Yo habría conseguido trabajo, pero me gustó esto del reciclaje y aquí estoy. Estamos contribuyendo con la madre naturaleza y con el pueblo de Turrialba”, dijo orgulloso.
Su sobrino accedió y le traspasó el negocio, que formalmente será suyo cuando finalice los trámites legales que están en proceso. Sin embargo, Alvarado vendió la maquinaria y el transporte, de manera que Rivas tuvo que empezar de cero.
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El hecho de que el negocio ahora fuese completamente de su propiedad, y de su familia, implicaba realizar inversiones para comprar una embaladora (máquina que se emplea para compactar los materiales) y un camión. Sin embargo, al tocar las puertas de los bancos con el fin de obtener apoyo financiero, estas se cerraron.
Finalmente, pudo comprar un camión en mayo, gracias a un préstamo.
Su gran reto aún es adquirir esa embaladora que le permita reunir los materiales en pacas. Cuando los materiales están organizados en pacas, las empresas pagan más por ellos. Pero, el costo de la embaladora es millonario y, por ahora, Rivas no puede darse el lujo de comprarla.
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¿Cómo funciona la empresa?
Turricicla realiza campañas de reciclaje en diferentes puntos de ese cantón cartaginés.
Los sábados inician su faena en las instalaciones externas del Maxi Palí, al frente de la Universidad de Costa Rica, desde las 8 a. m. hasta las 3 p m.
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Pero, además, realizan campañas en el barrio El Coyol, en Sitio Mata y en Santa Rosa de Turrialba. También recogen materiales de la fábrica de bolas Rawlings y de otras empresas del cantón.
Solamente el pasado sábado 28 de junio, en las afueras del Maxi Palí, entre 10 a.m. y 11 a.m., llegaron nueve vehículos, incluido un taxi y un camión, a dejar bolsas y hasta sacos de material reciclable.
Luego de recopilar el material de los sábados, Rivas realiza dos viajes hacia Canadá de La Suiza de Turrialba, donde tiene su centro de acopio, el cual alquila.
Allí le ayudan su esposa Margarita; su hijo Manuel, de 15 años, quien está en octavo año del colegio; y su hijastro Isaac Steven, de 17 años, a quien considera su hijo. También cuenta con el apoyo de dos trabajadores más.
En el centro de acopio se clasifica todo el material: el papel se divide en papel de color, papel blanco y periódico. Todo se lo vende a la empresa Kimberly-Clark.
Los envases plásticos se dividen por colores y son vendidos a Florida Bebidas, mientras que el vidrio se almacena en estañones y se debe quebrar con mazos.
También se acumula cartón, tetrapack, bolsas plásticas y otros materiales que le venden a otras empresas del país.
Rivas también recoge equipo electrónico, que le entrega -sin recibir remuneración alguna- a una empresa en Cartago, la cual luego envía el equipo a una empresa canadiense.
En un mes, Turricicla llega a amontonar 10.000 kilos de cartón, el cual venden empacado a ¢55 el kilo o suelto a ¢25 el kilo. En cuanto a los envases de plástico, llegan a acumular 3.000 kilos en un mes y lo venden a ¢140 el kilo.
Estos dos materiales son el sostén principal del negocio, pues son los que más ganancias dejan.
Afición a la lectura
La compañera de Rivas, Margarita Valverde, se ha convertido en una experta en la clasificación del papel y esa es su función principal en la empresa.
Valverde es originaria de Chinandega, Nicaragua. Llegó al país cuando tenía 15 años y conoció a Rivas en Linda Vista de Siquirres, cuando él trabajaba en una finca.
Ella es amante de la lectura y cuenta cómo la gente suele llevar libros y enciclopedias en perfecto estado para que sean reciclados. La mayoría de veces, ella no se atreve a deshojarlos, sino que prefiere dejárselos y ‘devorarlos’ para aumentar sus conocimientos e, incluso, mandárselos a su abuela –quien es como su madre- a Nicaragua, pues comparte su afición por los libros.
Su esposo da fe de ello: “Ella llega, se baña, se acuesta y se pone a leer”.
El mismo Rivas también confiesa ser amante de la lectura.
“Leo de religión, de historia, de geografía. Yo ignoraba muchas cosas y gracias a la lectura he aprendido”, dijo emocionado. "Esta enciclopedia que tengo aquí se la voy a regalar a mi nieta; me encantan las enciclopedias. Con esta enciclopedia me di cuenta que existieron siete reinas con el nombre Cleopatra, pero la que se nombra todo el tiempo es la última. Cuando nos traen reciclaje, salen enciclopedias buenísimas y yo digo: Ay no, ese libro no se puede romper. Como ahora la gente usa Internet, ahora ahí todo lo averiguan y no está mal, pero es una lástima que boten los libros”.
Rivas está muy motivado y sueña con hacer crecer su negocio. Quiere contratar más personal, pero insiste en que para hacerlo requiere de la embaladora, que le ayudaría a aumentar sus ganancias.
Al consultársele si todavía valora cerrar, dijo: “Este negocio es duro, pero no, no está en mis planes”.
La pasión de su familia y del mismo Rivas por el reciclaje lo confirman y mantienen el negocio.