Se señala con frecuencia que el problema de la eficiencia en el empleo es que los trabajadores son poco productivos, son poco eficientes y hasta que son flojos. Mis propios alumnos me han señalado que observan que hay mucha mediocridad en el mercado laboral, en sus palabras, “la ley del mínimo esfuerzo”.
Cabe señalar que muchos de ellos trabajan en empresas multinacionales de zonas francas. En ellas, hay muchas prácticas que aún no se encuentran en las empresas de capital local; como el teletrabajo, el trabajo por objetivos, la formación de equipos multitarea, etc., por no mencionar la interacción casi permanente con equipos de otros países, con otras culturas, y prácticas laborales.
En general, los jóvenes señalan sentirse a gusto con sus empleos y los esquemas de incentivos de las empresas en las que forman parte (entre los que se incluyen el poder tener tiempo para estudiar).
La ventaja de trabajar con personas jóvenes es que -en general- son bastante honestos en sus apreciaciones y en algunos casos hasta autocríticos con ellos y las organizaciones en donde trabajan. Hay también quienes trabajan en empresas privadas locales y en el sector público; pero de ellos se escucha con menos frecuencia satisfacción con el empleo.
Si partimos del supuesto económico en el que el salario es directamente proporcional a la productividad del empleo, podemos afirmar que las empresas de zona franca son más productivas que las privadas de fuera de la zona franca y que las públicas, ya que son las que mejores salarios pagan (sin tomar en consideración los altos salarios públicos sin correlación con su productividad).
Afortunadamente, el que estas empresas se encuentren en el país, no es solo favorable por el empleo que crean, en lo fundamental su aporte se encuentra en la cultura laboral que están dejando en el país.
Lo hemos dicho antes, Costa Rica no es un país de emprendedores, tanto como de empleados. Sus antecedentes, su estabilidad, la ausencia de conflictos crearon una sociedad en la que era posible obtener empleo relativamente rápido y con una aceptable remuneración.
Así, ¿para que preocuparse de crear un negocio de futuro incierto, si es posible obtener un empleo que cubra las necesidades sin grandes esfuerzos? Claro, esto no sucede ahora como sucedía dos décadas atrás. Y por ello también hay una brecha laboral que no se cierra y que es necesario ocupar en acciones orientadas a la creación de nuevas empresas. Pero regresemos a los empleados.
Aunque las empresas de zonas francas aportan relativamente poco a las economías (salvo cuando efectivamente se encuentran en los lugares donde deben estar: fronteras y zonas económicamente deprimidas), el gran aporte extra-económico a la economía local es la cultura laboral que están dejando en sus trabajadores.
Por ello es importante que esa cultura se mantenga con su enfoque en la productividad, y no tanto en el tiempo de trabajo. Y aunque la tradición costarricense ha sido formar empleados; estas empresas se están encargando de crear emprendedores. Porque les dan más autonomía para la toma de decisión, los hacen proactivos, los acostumbran a mejorar su comunicación, a trabajar en equipo.
En otras palabras, les aportan el componente emprendedor que no hemos sido capaces de generar en la educación básica, secundaria o superior. Ya varios de ellos han empezado a ver las limitaciones de sus propias empresas, han creado las propias y les venden servicios a sus antiguos empleadores. Algo que nadie esperó se convierte en la posibilidad de futuro para el desarrollo.