Virgilio Vidor Enzo, un italiano de 67 años quien vive hace muchos años en el país, proviene de una familia que siempre estuvo involucrada con las uvas, desde su bisabuelo.
Quizás por eso, cuando era niño desarrolló un interés profundo hacia la naturaleza, las plantas y se fue identificando con esta fruta.
En Italia, su familia poseía varios viñedos.
“No eran millonarios, eran campesinos. Somos originarios del norte de Italia, de la provincia de Treviso y yo soy nacido y crecido en la zona de Roma, en un pueblo frente a la playa que se llama Fregene”.
En 1972, con 24 años, se trasladó hasta Costa Rica, con su papá Fiorenzo (un pintor y campesino), su mamá Rina y su hermano Pepe.
Ellos compraron una finca en Playa Panamá, en Guanacaste y empezaron a sembrar y a regar 10 variedades de uvas que trajeron desde Italia por medio de un permiso que les otorgó el Ministerio de Agricultura.
“Llegamos como inmigrantes locos, tipo Tarzán. Ahí no había ni caminos para entrar, éramos medio hippies”, recordó.
Su fama se empezó a extender en la región, pues lo que hacían era algo “muy raro” en ese entonces. Así empezaron a vender las uvas entre los guanacastecos, las cuales se iban “rapidísimo” pues todos querían probarlas.
Incluso llegaron a vender vino. Pero, ese no era su foco principal, sino la investigación.
De acuerdo con Vidor, el gobierno tico se interesó en su proyecto. “Salíamos en el periódico a cada rato, cada semana, era increíble”.
Empezaron un proyecto con el gobierno de Costa Rica -financiado por la Agencia Internacional para el Desarrollo de Estados Unidos- y su finca se convirtió en un centro experimental de uvas donde Vidor era el director.
“Investigábamos la factibilidad del cultivo de uva en Costa Rica. Se probaron cientos de variedades traídas siempre con el permiso del Ministerio de Agricultura. De estas sirvieron unas tres o cuatro y nosotros hicimos híbridos y cruces”.
En 1980 el proyecto finalizó y no pudieron seguir, pues requerían de financiamiento.
Él regreso a Italia y empezó a trabajar como consultor para la Unión Europea en temas de desarrollo agrícola y rural, pues tiene estudios en Agronomía.
Luego empezó a trabajar en un proyecto en Nicaragua.
A pesar de enfocarse en otros temas en el desarrollo de su trabajo, en todo su tiempo de laborar como consultor, nunca abandonó su interés por las uvas y siempre se mantuvo investigando sobre ellas.
Un jardín laboratorio en Curridabat
Costa Rica caló en él y después de un tiempo regresó al país. Actualmente, tiene un jardín laboratorio en Lomas de Ayarco de Curridabat.
Él aún sigue trabajando como consultor, por lo que mantiene un pie en Nicaragua y otro en Costa Rica. Desde el 2011 volvió a trabajar de lleno en su laboratorio.
Hoy Vidor dice que tiene entre 1.000 y 1.200 tipos de uvas, a raíz de los experimentos que ha realizado.
“Son individuos, cada uno diferente del otro, producto de los híbridos entre las variedades que yo tengo, que he mantenido, 200 y pico de variedades", explica. "A su vez, yo las cruzo una con la otra y produzco los miles de híbridos, que también son tipos diferentes para experimentar cuál produce mejor uva, más dulce, más resistente”.
Uno de sus híbridos se llama Nonno Giovanni, en honor a su abuelo.
Vidor explica que este es un híbrido de tercera de generación. "¿Qué significa? Que yo crucé la uva tica silvestre con la europea la primera vez", afirma.
El resultado de ese cruce lo volvió a cruzar con la uva europea y repitió el experimento otra vez. "Esta es una uva casi europea, con bastante vigor de la uva tica, con racimos muy grandes, con sabor dulce, con color morado claro".
Otro híbrido se llama Rina -el nombre de su madre- que es una uva de tono dorado y bien dulce. También trabajan con un híbrido muy común -que no es propio- llamado Isabella, que es una uva mediana y resistente al clima tropical.
Su trabajo no es sencillo, sino que lo que ha alcanzado se debe a años de trabajo.
Hoy su proyecto principal es hacer los híbridos con la uva silvestre tica.
Su plan es lograr que la uva tica sea lo más rica posible y resistente. Además, que la pueda cultivar cualquiera, no solo los científicos ni los millonarios, dice el investigador.
“Yo quiero usar la uva tica, que los ticos tengan su uva, que no tengan que adaptar otra uva de afuera de acá, la idea es defender lo nuestro”, recalcó. “Cuando yo me vaya (fallezca) quiero haber dejado algo a este país, que quiero mucho porque me ha hospedado, quiero dejar una herencia, una huella”.
Algunos centros de estudio se están interesando en sus proyectos. Lo han visitado de la Universidad Nacional y hay interés de la Universidad Técnica Nacional y de un laboratorio de la Universidad de Costa Rica.
En razón de este trabajo de tantos años con las uvas, surge una pregunta: ¿Está Virgilio Vidor obsesionado con las uvas? ¿Cómo describiría su relación con esta fruta?
“No lo llamaría obsesión, porque la obsesión es como una enfermedad. No, no, las amo, una pasión, la palabra es pasión“, concluyó.