Centroamérica pareció dejar atrás las guerras, los acuerdos de Esquipulas (1987) propiciaron la pacificación y tuvimos esperanza que se abrirían caminos de democracia y desarrollo. El resultado ha sido otro.
Guatemala sigue inmersa en su herencia neocolonial y aunque los militares permanecen en los cuarteles, las elites autoritarias persisten en su dominación. La separación de poderes sufre con la persecución de jueces y fiscales, las elecciones se ensucian con exclusión de precandidatos y la hija de un exdictador propone medidas liberticidas. La continuidad opresiva es la nota dominante.
En 2009, golpe de estado en Honduras y su último expresidente es juzgado por narcotráfico en Estados Unidos, hoy se adoptan estados de excepción parciales. El combate contra la delincuencia se transforma en guerra irregular, las soluciones políticas y sociales se postergan. La represión y remilitarización caracterizan el paisaje.
La continuidad despótica sigue en El Salvador, donde un dictador estrafalario impone crueles medidas para combatir a las maras. Concentración de poder en el ejecutivo y violación de libertades públicas, maquillada por poderes legislativo y judicial serviles. Después de una guerra civil, miles de salvadoreños migraron hacia los EUA, donde muchos aprendieron técnicas de pandillas y terminaron deportados a su país de origen. Las maras no son de hoy, son fruto de la interdependencia entre la región y el norte, hijas de una guerra civil y residuo de guerra fría. La remilitarización es otro producto nefasto, los militares abandonan la escena, pero no su poder.
La crueldad despótica resurge en Nicaragua. La pareja sanguinaria se adueña del estado y las municipalidades, destruye la sociedad civil y persigue a la Iglesia Católica. Los dictadores buscan la protección de alianzas externas. Rusia, Iran, Venezuela son aliados para enfrentar a Washington. Inscriben a Nicaragua de nuevo en la rivalidad entre potencias y ponen en peligro a toda la región.
En el sur, la inestabilidad política colombiana es motivo de preocupación. Costa Rica debe estar atenta pues sus alrededores incuban nuevas tormentas.