Una vieja conversación de café vuelve a aparecer por estos días, y nos deja perplejos con cosas que, paradójicamente, venimos discutiendo desde hace años atrás. Me acuerdo cuando empezaba como emprendedor y la charla giraba en torno a si debíamos o no registrarnos en redes sociales como Facebook; intuíamos que algo íbamos a tener que ceder al obtener una capacidad de comunicarnos inédita en la historia de la humanidad.
Internet, la tecnología, sus beneficios y riesgos para la sociedad tiene larga data, pero recobra posicionamiento en el debate social hoy, tras el documental de Netflix The Social Dilemma, que está siendo unos de los últimos hits de la plataforma norteamericana. El documental se suma a la reciente aceleración digital provocada por la pandemia y el uso de la data para rastrear y evitar contagios por algunos países, entre otros temas. En definitiva, el debate se cierne en torno a la utilización de la data, la privacidad, pero también sobre el derecho a la información de calidad y la salud de las personas.
Para Jaron Lanier, el más radical de los que aparecen en el documental, autor de “Diez razones para borrar tus cuentas de las redes sociales ahora”, no hay una solución posible mientras dos personas que quieran comunicarse necesiten un tercero interesado para poder hacerlo. Ese tercero son las plataformas que nos brindan herramientas “gratuitas”.
No alcanza este comentario para el análisis, pero la discusión aquí es sobre los monopolios y las prácticas nefastas que estos suponen. Si esos terceros se concentran en uno pocos, si nadie controla el alcance del uso que le dan a nuestra información, tenemos un problema.
La discusión escala a niveles geopolíticos, donde se dirimen asuntos tan sensibles como la monopolización de las búsquedas y la publicidad online por medio de tácticas anticompetitivas o la estrategia de “adquirir, copiar o matar” las posibles amenazas que surjan en el ámbito de sus modelos de negocio, entre otras, según lo denuncia el informe elaborado por un comité de la Cámara de Representantes de Estados Unidos. La realidad es que hoy, Netflix, Google y Amazon, Facebook, Microsoft y Apple suponen más del 43% del tráfico de Internet.
Otros fenómenos bien desarrollados en el documental se disparan con la aceleración digital, como las noticias falsas, “que se propagan seis veces más rápido que las verificadas” y el aumento de la ansiedad relacionado al uso de las redes sociales.
Las noticias falsas no son nuevas ni exclusivas en los canales de redes sociales, para algunos expertos en temas de desinformación su uso sistemático comienza en la Segunda Guerra Mundial con Joseph Goebbels. “Hay que hacer creer al pueblo que el hambre, la sed, la escasez y las enfermedades son culpa de nuestros opositores y hacer que nuestros simpatizantes lo repitan en cada momento”. Es decir, apostaban por amplificar este tipo de ideas para que la gente las adoptara como una verdad.
Sin bien las noticias falsas hoy se transmiten mucho más rápido y alcanzan mayores audiencias, también generan anticuerpos, como los medios y organizaciones que dedican a verificar información (ya existen más de 100 sitios en el mundo) o el periodismo de soluciones, que se está ampliando como metodología de periodismo confiable y resolutivo. Como se multiplica lo malo, se multiplica lo bueno.
Es innegable que las redes sociales vinieron a generar un impacto en nuestras vidas. El estudio “The welfare effects of social media”, conducido por investigadores de Cambridge, analizó la supresión en el uso de Facebook sobre una muestra de 2.743 usuarios y demostró diversas formas en las que la red puede mejorar la vida de las personas, ya sea como una fuente de entretenimiento, un medio para organizar una organización benéfica o un grupo activista. Pero también que se mejora el bienestar subjetivo y se reduce sustancialmente la demanda de utilización posterior al experimento, lo que sugiere que existe potencial de adicción. No sería la primera, ni será la última que nos aflija a los seres humanos.
Somos los constructores de nuestro feed o muro, los responsables de que en él fluyan contenidos relevantes, de calidad.
Si somos capaces de suprimir lo banal, lo inútil, lo superflúo, como en cualquier otro aspecto que no aporte valor en nuestras vidas, y usamos las redes sociales como las verdaderas herramientas de conexión que son, estaremos explotando sus beneficios y disminuyendo sus amenazas. Mientras tanto: ¿Qué podemos hacer como usuarios? Es para mí la pregunta más significativa. Ya es hora de pensar con un criterio racional, qué uso le vamos a dar a las plataformas digitales, pero también de que las plataformas sean más transparentes en modo que utilizarán nuestros datos para que nosotros podamos tomar las mejores decisiones.