Con una pandemia que tiene al mundo distraído, cambios en el aspecto empresarial, fusiones, adquisiciones, cierres y ventas de empresas, más un panorama geopolítico y económico siempre incierto, quizá sea el momento menos adecuado para replantearnos nuestro futuro laboral ¿o no?
La movilidad entre empleos es mucho más compleja que apenas unos años (o meses) atrás y resulta más retador cambiar de aires. Pero precisamente por ello, quizá debamos mostrarnos más alerta que nunca ante los problemas irresolubles que encontremos en nuestro entorno laboral, ya que nuestra voluntad por aferrarnos a nuestros puestos de trabajo a costa de todo puede arrojarnos a los brazos de diversas situaciones indeseables de índole psicológica, emocional y social. O, simplemente, a malgastar nuestra vida (y talento) en un entorno que nos hace infelices.
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El profesor Gerald Brong señalaba en un artículo de Forbes Magazine que cambiar de trabajo debe ser visto como una oportunidad de mejorar, y por eso mismo, debe formar parte de un plan detallado, concebido de antemano y profundamente estudiado. Sobre todo ahora que estamos en un momento laboral con las más altas tasas de desempleo y las oportunidades no solamente son más escasas, sino que más profesionales están compitiendo por una misma posición.
A continuación presentamos algunas de las claves que diversos análisis de firmas consultoras hemos identificado como síntomas de que nuestra relación con la empresa toca a su fin y que debemos hacer algo:
Remuneración inadecuada
La realización personal, alcanzar nuestros sueños de juventud y gozar del reconocimiento de nuestros colegas y compañeros son algunas de las metas que más nos motivan. Pero la más importante de ellas, por mucho que nos cueste reconocerlo –especialmente en una entrevista de trabajo– es recibir un salario mensual que nos garantice nuestra estabilidad y avance personal. Esto se puede extender también a la seguridad que proporciona la empresa respecto a su futuro personal: si por aunque tiempo que pase, sigue sin saber si el mes que viene seguirá trabajando en el mismo lugar, quizá sea hora de poner fin a dicha incertidumbre y buscar otro lugar donde las dudas no le atormenten a diario.
Aquellas empresas en las que el movimiento de contrataciones y despidos es mayor son menos productivas.
Trabajo aburrido
Igual que recibir el dinero suficiente para sobrevivir es vital, cuando la única motivación presente es la económica quizá sea momento de cambiar de aires. En especial porque puede ser el primer paso de un proceso que derive en algo más peligroso, cuando ya sea demasiado tarde para cambiar de dirección. No hay que confundir esta frustración, claro está, con la monotonía relacionada con la cotidianidad. Pero si en ningún momento se disfruta de la labor, algo está fallando.
Cambios en la vida personal
Determinados trabajos requieren del empleado determinadas exigencias que pueden encajar con los hábitos de vida de una persona soltera o que no tiene hijos, pero que son incompatibles con la paternidad o con una situación personal complicada (como hacerse cargo de una persona mayor). Por eso, si no resulta posible que la empresa se adapte a las necesidades del empleado, es preferible empezar a buscar otro trabajo que sí pueda encajar con lo que cada cual requiere. En cualquier caso, una empresa capaz de mostrar cierta flexibilidad frente a los intereses de sus trabajadores es una empresa preocupada por la felicidad de estos.
Algunos compañeros han dejado la empresa
Aunque ya se sabe que son las ratas las que primero abandonan el barco, que mucha gente comience a abandonar la empresa puede indicar, entre otras cosas, que algo marcha mal y quizá no nos hayamos enterado. Lo mismo ocurre con las constantes entradas y salidas de personal. Diversos estudios, como el realizado por los profesores Michelle K. Duffy y Daniel C. Ganster, señalan cómo aquellas empresas en las que el movimiento de contrataciones y despidos es mayor, son mucho más inestables y menos fiables para el trabajador, que en las que los cambios de personal se reducen a la mínima expresión, lo que repercute de manera negativa en la productividad.
No confía en la ética y cultura de su empresa
Ya no se trata simplemente de sentirse identificado con los valores y la personalidad que la compañía defiende, sino de cruzar la línea que separa la falta de compromiso con la sensación de que se está obrando mal de forma absolutamente consciente. Cuando sabe que se está engañando a los clientes, que se están utilizando mecanismos fraudulentos o que el comportamiento de los compañeros contradice sus principios morales, es momento para saltar del barco. Muchas veces, hasta le puede salvar de alguno que otro proceso judicial (y remordimiento moral).
Estar desmotivados y “quemados”
Cuando el trabajo deja de ser divertido, aunque sea de vez en cuando, es signo de que las cosas van mal y que sólo pueden ir a peor. El burnout o síndrome del quemado provoca que nuestro trabajo –muchas veces el que hemos elegido vocacionalmente– nos termine pareciendo pesado, nuestra salud empeore y terminemos aborreciendo lo que antes amábamos. Aunque existen estrategias para mejorar la situación, en muchas ocasiones lo único que se puede hacer es, simple y llanamente, cambiar de aires. Al principio, puede tratarse simplemente de sentir más estrés de lo normal, pero cuando los niveles de este pasan a ser inmanejables, es hora de empezar a plantearse una solución, por drástica que sea.
Su trabajo no es apreciado
Carecer en absoluto de feedback (retroalimentación) positivo puede indicar dos cosas: en primer lugar que, efectivamente, no está haciendo lo que se demanda de usted. En segundo lugar, que sí está realizando lo que se le pide, pero sus superiores no lo valoran. A veces no es nada personal; simplemente ocurre con todos los trabajadores de la empresa. En ocasiones, esto se debe a la reputación que una persona arrastra en su vida laboral, y que es muy difícil sacudirse de encima, por lo que a veces es necesario hacer borrón y cuenta nueva y empezar de nuevo desde cero.
Se siente infrautilizado
Todo trabajo debería implicar un cierto reto hacia el empleado, puesto que es una de las mejores maneras de mantenerse alerta y motivado. La mecanización del trabajo a lo largo del tiempo, que provoca que no tengamos que plantearnos nuevas estrategias o metas, conduce al aburrimiento, y este, al desencanto. Que en ocasiones (especialmente los lunes), puede ser útil, pero no cuando nos quedan décadas por delante en el mismo puesto de trabajo.
Ya usted no está en la empresa (mentalmente)
En un estudio publicado en el Journal of Applied Psychology, sus autores señalan que el abandono mental de la organización suele preceder al físico, es decir, que la falta de conexión con el entorno suele ser el paso inmediatamente anterior a la salida definitiva de la compañía. Un proceso irreversible que muchas veces se alarga y que conviene identificar cuanto antes para no perder nuestro preciado tiempo en algo que ya está terminado.