Costa Rica es una cantina. Alcohólicos, borrachos, jumas, tanderos, chicheros: siempre desconfiar de la profusión de sinónimos. Una cosa no genera tantos nombres a menos de que tenga una presencia fortísima en la cultura. El guaro es una ideología: “Prefiero un trago que una mujer”; “Si tiene problemas con el guaro y el trabajo, no trabaje”; “Esta cantina es como una barbería: si está pelado jale”; “Tatica Dios, si con la bebida te ofendo, con la goma te pago y me quedás debiendo”; “Vámonos emborrachando y qué caramba hasta que amanezca el día”. Costa Rica es el único país en el mundo que tiene un himno al guaro.
LEA MÁS: El guaro es una mierda
El guaro es una droga. Ni más ni menos. Y un tortuoso camino hacia el infierno, también. El infierno social, el psíquico, el hospitalario, el laboral, el familiar, el relacional… ¡Ah, si algo nos revela el guaro es cuántos infiernos hay en la sociedad y en cuántos de ellos -acaso en todos- podemos caer. “Prefiero un trago que una mujer”: amigos, amigas, despierten: ¿son ustedes conscientes de la tremenda suma de antivalores que esta frase propone? La mujer reducida a cosa, y a cosa por debajo del alcohol. La mujer - droga, la mujer - medio de enajenación, la mujer - alucinógena, la mujer - intoxicación etílica, la mujer - veneno… ¡pero en todo eso inferior al guaro! ¿Que es apenas una canción? Amigos: es en las canciones, en la poesía popular, donde mejor se incardina la ideología de una sociedad, sus aberraciones y patologías colectivas.
El Estado tiene, por poco, el monopolio del alcohol. Deriva de él rentas inimaginables. Es el gran intoxicador de sus ciudadanos. No admite competencia: sólo él quisiera tener derecho de envenenar a la gente. Y luego -¡qué aberrante contradicción!- esa enorme fábrica de borrachos llamada FANAL crea, para limpiarse la cara, instituciones de ayuda al alcohólico. El Estado llena a los ciudadanos de grilletes, usufructúa de su dolor, y luego tiene que prodigarse en todas direcciones atendiendo cirróticos que él mismo manufacturó. Inmoral. Profundamente inmoral. ¿Y la poderosísima Cervecería Costarricense? Pues ahí sigue. Inflando panzas, idiotizando al país, sumiendo a los ciudadanos en el sopor, contribuyendo al aumento del cáncer de recto, vendiendo “Rubias Pilsen”… y luego patrocinando nobilísimas causas sociales, haciendo las veces de paladín de grandes proyectos de beneficio colectivo. ¿Por qué simplemente no dejan de producir vientres hipertróficos e irreversibles hepatopatías?
Y luego los pataleos de siempre: “El ciudadano debe reivindicar su derecho a beber” Pues sí. Todo el mundo tiene derecho a estar equivocado y a escoger la manera que le plazca de autodestruirse. Siquiera no maten, manejando borrachos, a los que no quieren aún morirse. “La bebida es propia de los espíritus dionisíacos.” Basta de estupideces, señores: Dioniso era objeto de un culto que conlleva una compleja, ancestral filosofía. Nada tiene que ver con los borrachitos llorones que se atiborran de bocas de chicharrón en una cantina de albañal. “El alcohol hace emerger la parte más auténtica de nosotros.” No. El guaro enajena, esto es, nos convierte en alguien ajeno a nosotros mismos, fractura el principio de identidad: un extraño, a menudo monstruoso y violento, habita de pronto nuestro ser. El alcohol, el cigarrillo, la droga son la plegaria moderna: prácticas ritualizadas, juzgadas “extáticas”, “reconfortantes”, “reveladoras”, epifanías artificialmente inducidas.
Y son ustedes, padres de familia, quienes con mayor frecuencia corren a dilapidar sus aguinaldos en guaro, y despiertan el primero de enero postrados en la amnesia, el remordimiento, la miseria material y espiritual, y el sordo rencor de sus familias. No creo que ningún programa gubernamental, así fuese creado e implementado por Platón, Tomás Moro, Saint-Simon, o Marx vaya a modificar nunca el hecho de que Costa Rica sea un país de borrachos cantando su repulsivo “huipipía” por las calles -y a menudo también desde los caños- de nuestra infecta capital.