Con el inicio de cada año, es común que nos planteemos metas a nivel personal en todos los ámbitos. Este mismo ejercicio lo efectúan las empresas con sus respectivos departamentos. Puntualmente, para los equipos de Recursos Humanos, podemos identificar una serie de retos y oportunidades para el desarrollo de las relaciones laborales, dentro de los cuales se destacan:
1. Formación del personal para la prevención y manejo de conflictos interpersonales: las relaciones entre personas siempre conllevan intrínsecamente el conflicto, pues este forma parte de la sociedad. Ahora bien, desde la perspectiva laboral, el conflicto puede aparecer si, ante una situación específica, un líder no atiende o resuelve una situación de forma oportuna y correcta.
En este sentido, toda compañía debe procurar contar con líderes que tengan las habilidades y destrezas necesarias para interactuar de la mejor forma con sus equipos, esto sin detrimento del ejercicio de sus facultades como representantes patronales. Así la formación y capacitación son figuras claves; por ende, conceptos como el upskilling y reskilling brindarán herramientas para abordar de buena manera los conflictos interpersonales y mejorar la competitividad de las empresas.
Además, la formación del talento es una inversión determinante de los patronos para el crecimiento profesional y así fidelizar al personal. ¿Tiene ya su compañía detectadas las necesidades de capacitación según los puestos y necesidades operativas? ¿Existen documentos (contratos de becas y garantías) que permitan asegurar que la inversión realizada en el personal permitirá su retorno y aprovechamiento a lo interno?
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2. La salud mental y el bienestar integral de las personas: según datos brindados por la Organización Internacional del Trabajo, la salud mental en el trabajo tiene un impacto en la sociedad y en el mundo laboral, con 12.000 millones de días laborables perdidos cada año debido a la depresión y la ansiedad. Se dice, también, que una mala salud mental puede influir aún más en la salud física y aumentar el riesgo de accidentes laborales.
Los entornos de trabajo y la forma en que se cumplen las obligaciones laborales pueden crear factores de riesgo para la salud mental; por ejemplo, las exigencias y el control del trabajo, la carga y el ritmo de trabajo, el desarrollo o no de la carrera profesional, la seguridad en el trabajo y el equilibrio entre compromisos laborales y el ámbito personal pueden ser determinantes en este tema. Bajo este contexto, proteger y promover la salud mental en el trabajo se convierte en un reto mayúsculo para todo empleador.
Entre las medidas a considerar se encuentran la creación de reconocimientos y beneficios para el personal que coadyuven a generar un bienestar integral.
Dentro de estas condiciones, podemos hablar de reconocimientos económicos para que las personas disfruten o accedan a servicios de disfrute personal o familiar (por ejemplo: pago de gimnasio); otorgamiento de espacios o tiempos remunerados para fines personales, entre otros; siendo fundamental generar y revisar las políticas y acuerdos aplicables en cada organización para así identificar si estamos ante la posible creación de condiciones sobre las cuales cabe cuestionarse: ¿tienen naturaleza salarial? ¿se convierten en derechos adquiridos?
Finalmente, siempre resulta conveniente sensibilizar al personal sobre el tema de la salud mental y brindar acompañamiento tanto a la persona afectada como a su entorno laboral. Los representantes patronales capacitados pueden apoyar a sus equipos, en aras de lograr un ambiente de trabajo más saludable y con empatía.
3. Aprovechamiento de la tecnología: las transformaciones tecnológicas en curso y proyectadas para el futuro afectan una amplia gama de actividades productivas y generan, de manera simultánea, oportunidades de desarrollo y bienestar, así como preguntas, amenazas y desafíos; siempre bajo la premisa de que la tecnología llegó para quedarse en los centros de trabajo.
Ahora bien, el uso de la tecnología debe ponerse en la balanza con los derechos laborales, de manera que se cuente con regulaciones claras sobre el manejo de información sensible, el secreto de las comunicaciones del personal, la eventual disponibilidad para atender situaciones de forma inmediata, entre otros.
Además, se recomienda el cierre de brechas tecnológicas que permita minimizar lo que podría entenderse como “estrés tecnológico”. En este escenario, el uso de plataformas de educación y herramientas de desarrollo profesional que ayude a los trabajadores a mantenerse actualizados puede ser un valor diferenciador para las empresas.
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Nos espera un año 2025 lleno de retos y desafíos determinantes en el ámbito laboral; por ende, todo empleador deberá mantenerse atento al desarrollo de los asuntos mencionados. La implementación oportuna y eficaz de buenas prácticas –con sus debidas reglas de juego– será fundamental para sacar provecho del contexto de constante cambio y evolución en el cual nos encontramos inmersos.
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El autor es abogado y socio de la firma BDS Asesores.