Uno de los temas de moda en Costa Rica es la reactivación económica. Pese a la cotidianidad del discurso, pocos se han preocupado por explicar en qué consiste ese concepto o que entienden por él. Esto es preocupante, pues ni siquiera los encargados de su gestión le han dedicado tiempo a esta tarea.
El país atraviesa una “desaceleración”, no una “depresión”, según asegura con cierto alivio el Banco Central de Costa Rica (BCCR). La razón por la que afirma esto es porque tenemos tasas de crecimiento positivas, aunque modestas. Se espera que eso cambie pronto, pero ¿eso qué varía? ¿Son crecimiento y reactivación la misma cosa?
La respuesta a la última interrogante es no, no son lo mismo. Ciertamente el crecimiento y la dinámica de la actividad económica pueden y suelen estar asociados, pero no necesariamente.
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El crecimiento económico se refiere al incremento en el tamaño de la economía, usualmente medido por el cambio en el producto interno bruto (PIB). La reactivación económica, por su parte, está asociada a la dinámica interna de la economía y sus relaciones.
Una economía puede ser cada vez más grande, sin que por ello se vuelva más dinámica. Igualmente, una economía puede tener el mismo tamaño pero ser más o menos dinámica en distintos momentos. Actualmente algunos teóricos incluso proponen la necesidad de dejar de crecer, alcanzando tamaños sustentables.
Distinto tratamiento
En términos generales, el crecimiento y la reactivación pueden ir de la mano, pero no se trata de una relación incondicional. Promover crecimiento no es la única solución, ni garantiza la solución, aunque algunos lo piensen así.
Un segundo elemento a tomar en cuenta en el caso de Costa Rica es el origen de la situación actual. Históricamente el origen de las crisis, recesiones, desaceleraciones, o como quiera decírsele, suele encontrarse en el sector monetario o en el financiero especulativo, por lo que las medidas, o recetas, para tratarlas suelen ir dirigidas desde esos mismos ángulos.
Pero el caso que enfrenta el país hoy es distinto. El problema se originó desde el sector real. El presente nos muestra un caso particular, en el que el manejo de la deuda pública contagió a los agentes y sectores de incertidumbre. No se trata de un fenómeno originario del sector monetario o el financiero, por lo que el tratamiento también debería variar.
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Los problemas de la deuda provocaron una cascada de malas expectativas que contagió al resto de la economía. Sumado a ello, la situación se agudiza por la fragmentación y descontento social, lo que golpeó aún más las expectativas. Las constantes huelgas y descontento también han dejado su impacto en el sector privado.
Debe procederse con cuidado a la hora de implementar medidas, ya que si se aplican soluciones comunes para problemas del sector monetario o financiero puede que estas no sean suficientes ni ataquen al problema de fondo. En el mejor de los casos mitigarán sin solucionar.
Cabe resaltar que este tipo de fenómenos no es único, ya que la temida desaceleración de las economías mundiales lleva una naturaleza similar. Surge a raíz de hechos reales, en las tensiones comerciales entre Estados Unidos y China, o la salida de Reino Unido de la Unión Europea, y sus relaciones, entre otros casos.