Para comenzar, definamos qué es una “Startup Nation”: es básicamente el sobrenombre que se le puso a Israel porque tiene más startups per cápita que cualquier otro país del mundo. Compañías como Waze, Monday.com y Fiverr, son todas producto de la ola de innovación israelí que se viene dando desde hace ya más de 30 años.
¿Y cómo logró el pequeño país de Israel, una nación de apenas 9 millones de habitantes, convertirse en un semillero de startups? Pues para ponerlo de forma simplista: los fundadores abrieron las puertas de sus empresas a sus competidores para cooperar en investigación y desarrollo, las universidades coordinaron con el gobierno y los fundadores para determinar qué conocimientos y qué tipo de investigación hacía falta en el mercado, y el gobierno asumió un rol de facilitador para que las startups pudieran crecer.
Todo suena muy fácil y muy idílico, pero obviamente no sucedió de la noche a la mañana, y requirió muchísimos años de resiliencia, idiosincrasia que fomentaba la constante innovación e individuos que no se daban por vencidos.
Costa Rica, tiene varios elementos para convertirse en una Startup Nation. Aquí más de un escéptico pensará que la autora es una soñadora y debo decir que sí lo soy, pero también veo el potencial que tiene este país y el talento que en estos momentos está siendo subutilizado y subestimado.
El ecosistema en Costa Rica hoy se ve como un conjunto de instrumentos sin director: la mayoría de los jugadores por separado suenan muy bonito, pero definitivamente requieren un director o directora que los una en una sola orquesta y los dirija.
En el país existen dos incubadoras universitarias, Auge y TEC Emprende, que año tras año apoyan proyectos en todas sus etapas: desde la idea hasta el lanzamiento, y que aportan recursos presemilla para que los fundadores puedan crear prototipos. También tenemos unos pocos fondos de inversión que aportan capital semilla a nuestras startups, sobre todo en la etapa donde ya se ha lanzado a vender en el mercado. La Promotora de Comercio Exterior (Procomer), tiene un programa de preaceleración para startups de economía verde, y Cinde (agencia costarricense de promoción de inversiones) lleva años trabajando con el Ministerio de Educación para incluir el concepto de innovación dentro de la educación costarricense. Cinde incluso tiene un hub de innovación en biomateriales que permitiría que muchas firmas en esa vertical puedan conectarse con potenciales inversionistas y personajes importantes del ecosistema.
Por otro lado, existen varias cámaras de tecnología, como Cámara de Tecnología, Información y Comunicación (Camtic), que apoyan ideas y proyectos de innovación. Y por supuesto, de los instrumentos más importante de nuestra futura orquesta: tenemos muchas startups en estado naciente, otras tantas en estado emergente y unas pocas que ya han logrado inclusive escalar, venderse o levantar varias rondas de inversión. Uno de los casos de éxito más reconocido es el de Establishment Labs, la primera startup tica que logró una valoración de más de $1.000 millones al hacerse pública en Nasdaq.
Todos y cada uno de estos “instrumentos”, elementos esenciales de una Startup Nation, están en este momento funcionando como islas en el mar: por separado, sin tener mayor coordinación unos con los otros. ¿Y cómo podemos unirnos bajo una misma sombrilla, se preguntarán los lectores? No será fácil, pero quienes deben tomar la dirección del ecosistema son los mismos fundadores de las startups, los emprendedores. La razón es muy clara: el gobierno y la Asamblea Legislativa, puede crear leyes y políticas que promuevan y faciliten el desarrollo de las startups, pero la restricción de tiempo que tienen estas entidades públicas es mucha considerando que cada cuatro años tenemos cambios en su dirigencia, y la velocidad con la cual se mueven nuestras instituciones es normalmente mucho menor que la velocidad que requieren estas empresas. Por ende, si bien necesitamos que nuestros dirigentes gubernamentales allanen el camino: su acción tendrá efectos a mediano y largo plazo.
Por otro lado, los inversionistas, principales interesados en que las startups tengan éxito para cumplir con su misión de inversión y también obtener réditos, están suficientemente ocupados en ser proveedores, en acompañar a las startups y mentorearlas, pero no tienen el tiempo ni tampoco surgieron para dirigirlas.
Los fundadores de las startups son quienes deben tomar la batuta de la dirección, y armar su propia orquesta. Ya se están viendo esfuerzos de este tipo en Costa Rica. Un ejemplo son los varios grupos de WhatsApp que se han creado y donde el intercambio de información y ayuda es diaria y abundante. De a pocos, están organizándose meet ups, o reuniones de startups donde son invitados los distintos jugadores del ecosistema para generar networking e intercambio de conocimiento.
¿Y ahora qué sigue? Que al menos unos cuantos fundadores unan esfuerzos y atraigan a más fundadores, más proveedores de servicios y más inversionistas a que toquemos todos en la misma orquesta. Preveo que esto sucederá en los siguientes 5 a 10 años y confío en que el talento costarricense nos lleve a ser una top Startup Nation en la siguiente década o antes.
La autora es emprendedora y mentora de startups.