El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, está utilizando la guerra económica para ir tras la consecución de sus objetivos de política exterior. En agosto, su gobierno anunció que duplicaría los aranceles a las importaciones de acero y aluminio de Turquía, con el fin de presionar a las autoridades turcas para que liberen a un pastor religioso estadounidense detenido durante dos años por cargos de espionaje. A principios del próximo mes, Estados Unidos también aumentará sus sanciones unilaterales contra Irán.
La administración de Trump sabe que una fuente clave de influencia económica de Estados Unidos es el papel del dólar como moneda de reserva dominante del mundo. Por lo tanto, para contrarrestar el poder desproporcionado que tiene Estados Unidos en cuanto a desestabilizar la economía mundial se necesita reducir la proporción del comercio internacional que se lleva a cabo en dólares. ¿Puede el euro servir como una alternativa creíble?
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El euro es la segunda moneda más importante del mundo, pero aún está muy por detrás del dólar estadounidense. Dos tercios de todos los préstamos emitidos en moneda extranjera por bancos locales están denominados en dólares, en comparación con tan sólo el 20 % en euros. Se aplican proporciones parecidas a las reservas de divisas a nivel mundial.
“Absurdo”
El presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, tiene grandes deseos de cambiar esta situación. El mes pasado, declaró que era “absurdo” que “Europa pague el 80 % de su factura de importación de energía —que suman un valor de €300.000 millones al año— en dólares estadounidenses”, a pesar de que solamente alrededor del 2 % del total de dichas importaciones de energía por parte de la UE provienen de Estados Unidos. Luego, hizo un llamado para que el euro se convierta en “el instrumento de la nueva soberanía europea” y prometió “presentar iniciativas para reforzar el papel internacional del euro”
Juncker no es el único, entre los líderes europeos, que reconoce cuán poderosa puede ser la moneda única cuando se trata de proyectar poder. El ministro de Asuntos Exteriores alemán, Heiko Maas, ha propuesto que la Unión Europea establezca su propio sistema de pagos internacionales.
Pero estas propuestas, si bien son ambiciosas, pueden pasar por alto lo que realmente se necesita para elevar el estatus del euro. Si se incrementa el papel del euro en el comercio internacional, también se aumentaría las tenencias de activos en euros por parte de empresas extranjeras y se aumentaría el volumen total de préstamos denominados en euros. Un mayor comercio mundial en euros podría llevar a que los sistemas bancarios en el exterior se conviertan en sistemas que estén fuertemente expuestos a esta moneda.
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Eso significa que, en caso de una crisis, el Banco Central Europeo tendría que tomar medidas, al igual que lo hizo la Reserva Federal de Estados Unidos en el pasado. Durante la crisis financiera mundial del año 2008, la Fed sirvió como prestamista mundial de última instancia de facto, aceptando líneas de swap no garantizadas, no solamente con bancos centrales que operan con monedas de reserva, como por ejemplo el BCE y el Banco Nacional de Suiza, sino también con bancos de economías emergentes, como aquellos de México y Brasil. El objetivo fue estabilizar la economía mundial, pero la liquidez también ayudó a detener los disturbios internos provenientes de las ventas de activos en dólares en el exterior y a impedir que los bancos extranjeros luchen desordenadamente por comprar dólares.
El BCE adoptó un enfoque mucho más restrictivo. A finales del año 2008, comenzó a proporcionar euros a los bancos centrales de Hungría, Letonia y Polonia, pero les exigió que presentaran valores denominados en euros como garantía. El BCE quería proteger su hoja de balance frente a una exposición no garantizada al forint húngaro o al złoty polaco. Sin embargo, estos países tenían muy pocos valores elegibles para obtener suficientes euros bajo los términos iniciales del BCE. El BCE tardó un año más para que, bajo presión de Austria y otros países, establezca líneas de swap adecuadas frene a colateral en moneda extranjera, con los bancos centrales de Hungría y Polonia.
Incluso en la actualidad, el BCE proporcionará liquidez en euros sólo a países considerados sistémicamente relevantes para la zona del euro. Este enfoque reacio al riesgo contrasta con aquel de la Reserva Federal y, lo que es más importante, contrasta con el enfoque del Banco Popular de China, institución que en los últimos años ha establecido una extensa red de líneas de swap para promover el uso del renminbi en el comercio – y, por lo tanto, promover su posición como una moneda internacional.
“Lo que sea necesario”
Si la visión de Juncker se va a hacer realidad, el BCE tendrá que abandonar esta mentalidad pueblerina y deberá adoptar un papel al estilo del que desempeña la Fed: como prestamista internacional de última instancia. Sin embargo, aún no está claro si el BCE estaría realmente dispuesto a dejar parte de su hoja de balance general expuesta a la suerte de los países que no pertenecen a la zona del euro.
El BCE tiene buenas razones para ser cauteloso: carece de una contraparte política similar a la que tiene la Fed en la persona del Secretario del Tesoro de Estados Unidos. Sin un ministro de finanzas de la zona del euro con quien coordinar en tiempos de crisis, una decisión del BCE dirigida a ayudar a terceros países – incluso a ayudar a países de la UE – podría enfrentar una fuerte resistencia. La renuencia del BCE a establecer una línea de swap con Hungría puede ser un buen ejemplo: Hungría ya se estaba distanciando de la UE.
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Con el pasar del tiempo, el BCE tomó la decisión de hacer “lo que sea necesario” para salvar al euro. Pero si los líderes europeos quieren promover la visión de Juncker con respecto a fortalecer la soberanía de la UE mediante el impulso del papel internacional del euro, no pueden confiar en que el BCE repita ese abordaje, sin contar con el apoyo institucional adecuado.
Por el contrario, los líderes de la zona del euro deben completar las reformas de la arquitectura de la unión monetaria y proporcionar una contraparte política al BCE, para que apoye la política monetaria centralizada. Esta es la mejor respuesta inicial a los ataques económicos de Trump. Cualquier otra cosa sería poner el carro delante del caballo una vez más.
Jochen Andritzky, quien fue secretario general del Consejo Alemán de Expertos Económicos, es miembro visitante de Bruegel, un grupo de expertos con sede en Bruselas.
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