El famoso cantautor cubano Silvio Rodríguez, nada sospechoso de enemistad con el régimen, se entrevistó recientemente con unos artistas y luego manifestó: “Tiene que haber más puentes… más diálogos…menos prejuicios; menos ganas de pegar…menos costumbre de escuchar a quienes hablan lo mismo con las mismas palabras, década tras década, como si las generaciones no vinieran también con sus propias palabras e ilusiones”.
La rebelión ciudadana contra el sexagenario régimen ha venido acompañada de nuevas palabras e ilusiones, cristalizadas en una canción llamando a la vida y rechazando el totalitario Viva la Muerte de la política leninista que busca siempre resolver las diferencias con el recurso a la guerra. Somos humanos, dice la canción,” no nos tratemos como animales”, humanismo frente al G2 y sus criminales maestros estalinistas de la KGB.
Pistolas y palabras vacías contra un pueblo que no cesa de oír el mismo discurso mientras que “…las cazuelas no tienen jama” y el materialismo grosero por la divisa sustituye al Che y a Martí.
La ilusión por la libertad rechaza el grito necrófilo de “patria o muerte” que ha llevado a la tumba a miles en busca de revoluciones que hacen volver la historia a sus puntos de partida: las dictaduras de variado signo.
Patriotas que cuestionan que su país sea propiedad de la oligarquía comunista y han roto el silencio de mayorías oprimidas por fusilamientos, aventuras guerreras y el mutismo que imponen doctrinas del siglo XIX.
Patria que no se detiene en el cincuenta y nueve, sino que renace con fuerza en la segunda década del siglo XXI. Valentía frente a los que ya sobran políticamente y no tienen nada que ofrecer.
“El pueblo se cansó de estar aguantado”. Un nuevo amanecer despunta, aunque la ruta será dura. Los dictadores no abandonan fácilmente los escenarios, pero los cubanos demuestran que la vida triunfa sobre los sepultureros.