En la edición anterior de EF (961), don Miguel Ángel Rodríguez, en su artículo “Un argumento falso”, se refiere a algo que nos debería preocupar a todos: el cambio estructural en el tipo de cambio real.
El proceso de acumulación de reservas que experimentó nuestra economía a partir de 1999 –tal como se observa en el gráfico adjunto– nos indica que el BCCR devaluaba la moneda a un mayor ritmo del necesario. Es decir, el tipo de cambio subía 15, 12, o 10 céntimos diarios, cuando lo ideal hubiera sido que fueran menos céntimos por día. Esto se mantuvo hasta la adopción de las bandas cambiarias en el 2006 e, incluso, en términos relativos, lo vimos cuando el tipo de cambio estuvo pegado al piso de la banda.
El razonamiento detrás de esta afirmación es muy sencillo: Si usted compra algo por encima del precio en que todos lo venden, todos le venderán a usted, por lo que usted terminará con un mayor inventario; pero si usted vende algo por debajo del precio en que todos lo compran, usted se queda sin inventarios ya que todos le compran a usted.
Lo mismo le ocurre a cualquier banco central cuando compra y vende a un tipo de cambio determinado: Si el BCCR compra dólares a un tipo de cambio mayor al de mercado, todos le venden divisas, por lo que sus reservas aumentan. Caso contrario, el que venda por debajo del tipo de cambio de equilibrio de mercado, se queda sin dólares.
Asunto de fondo
Un aumento constante de las reservas en un contexto de tipo de cambio fijo o semifijo (como las minidevaluaciones) es una señal indiscutible de la subvaluación de la moneda local (el tipo de cambio debería ser más bajo).
Esto sugiere que en algún momento, la metodología de ajuste de las minidevaluaciones perdió eficacia, debido a cambios en las canastas representativas de los índices de precios al productor local y externo, lo que se puede atribuir a la reconfiguración económica que ha venido ejerciendo el sector servicios en nuestra economía: cualquier factor que haga que aumente la demanda de bienes y servicios nacionales en relación con los extranjeros provocará una apreciación de nuestra moneda en el largo plazo.
Hay que recordar que en los últimos años de la década de 1990 el país logró atraer a empresas como Intel (1997), Western Union (1998), Sykes (1999), Procter & Gamble (1999) y Hospira (1999), entre las principales de ese primer impulso por consolidar nuestra integración comercial.
Este análisis, sencillo y lógico, está respaldado incluso por un documento técnico del mismo BCCR (DIE-DM-10-2003-DI), publicado en el 2003, que señaló que existía una “subvaluación real que podría sugerir que la pauta de ajuste cambiario es excesiva” y añadía que dicho fenómeno empezó a ocurrir a finales de los noventa.
Observando tanto las reservas monetarias netas del Banco Central, como este documento técnico, queda claro que, en el pasado, se había señalado que la devaluación era excesiva: la Junta Directiva del BCCR no tomó en consideración esa evidencia.
Es importante para la credibilidad en el BCCR que este atienda sus propios documentos técnicos.
No obstante, en todo caso, en buena teoría el cuestionamiento técnico que hago a la política cambiaria del BCCR de finales de los 90, durante los primeros años del 2000 y de la defensa del piso de la banda a partir del 2006, no le debería incomodar a don Miguel Ángel, debido a que existe consenso, desde hace muchos años, sobre la independencia del accionar del Banco Central respecto a los gobiernos de turno y, por supuesto, confiamos que en su administración se aplicó ese principio.