Ha habido señales que indican que Petrocaribe no le conviene a Costa Rica, ni resuelve el problema de los altos precios en los hidrocarburos. Hay bastante evidencia de que como país de economía pequeña (con déficit fiscal del 6% del PIB, con una historia política exterior específica y con una imagen internacional que cuidar), no nos sirve entrar a este cuestionado club. Luis Guillermo Solís no debería tardarse en decir no, especialmente porque es experto en asuntos internacionales; a menos que esté jugando un poco sus cartas y barajando a ver si puede pagarle algún favor al partido Frente Amplio, aunque sea con una golosina.
El lado económico . Partamos del hecho que pactar con Petrocaribe no significa gasolina o búnker más barato. El precio que vamos a pagar cuando lleguemos a la bomba será exactamente el mismo que hoy o, en su defecto, más caro por el cambio en los precios internacionales. Venezuela pertenece a la Organización de Países Productores de Petróleo que dicta los precios internacionales, por tanto, no es posible que venda por debajo del precio internacional.
Por otro lado, la mayor causa del porqué en Costa Rica tenemos la gasolina más cara es por ese 30% de impuesto de venta y ya el presidente Solís dijo que no se puede eliminar. Así que, definitivamente, el precio de la gasolina con Petrocaribe no será más barato para nuestro bolsillo.
El negocio de Petrocaribe es vender derivados de petróleo a crédito. La condición es pagar un 50% en un periodo de 90 días y el otro 50% a un plazo de 25 años, con una tasa de interés que oscila entre el 1% o el 2%, sin saber si deberemos pagar en papel moneda o en especie (bienes o servicios).
¿Tendremos la producción local o la mano de obra suficiente para pagar una deuda que por tipo de cambio y fluctuaciones en los precios internacionales no sabremos nunca con exactitud de cuánto es? O bien, si es en papel moneda, adquiriremos una deuda casi inagotable, porque por cada año que pase de consumo petrolero, se extiende un año más ese plazo de crédito, es decir que cuando tengamos 50 años de deuda habremos pagado apenas los primeros 25. Esto irremediablemente significa que les heredaremos una deuda más a los futuros gobiernos y a las nuevas generaciones.
La visión país de carbono neutral y de energía sustentable se verían afectados. La apuesta por una deuda en derivados del petróleo a tan largo plazo, implica un retroceso en nuestros avances de política ambiental. Costa Rica ha cosechado grandes logros en la construcción de la visión país sobre la protección del ambiente. La discusión nacional sobre el cambio de la matriz energética se ha desarrollado con más fuerza en diferentes foros de la sociedad civil y se ha llegado a la conclusión de la urgencia de dejar depender de hidrocarburos para producir electricidad y sostener las flotas vehiculares en general.
Resulta inconsecuente asumir una deuda para seguir sosteniendo un “modelo energético” que desde todo punto de vista no es viable. En 50 años estaríamos pagando una deuda por un producto que desde ya sabemos que debe ser sustituido por su poca rentabilidad económica y ambiental. Eso sería como invertir en un carro modelo 70, a sabiendas que en cinco años ya no podrá circular; es mejor tomar ese dinero prestado e invertir en un carrito más nuevo que contamine y gaste menos. Así avanzamos.
Tema inconveniente
Nuestro presidente debería centrarse en diseñar ya una política energética que permita abrir alternativas de transporte limpio y la producción de energía limpia; en lugar de soñar con la anuencia de Nicolás Maduro a darnos cooperación energética. Si el Presidente quiere cooperación en este ámbito, entonces que se acerque a los países que sí saben de seguridad energética, como por ejemplo Alemania.
Petrocaribe fue diseñado por Hugo Chávez como herramienta de ejercicio de poder en el escenario internacional. Petrocaribe no solo es una organización comercial que vende petróleo, sino que es una de las piezas del rompecabezas que Chávez armó para hacerse de una cuota de poder en el sistema internacional y así hacerle un contrapeso a EE. UU. Si analizamos a profundidad los procesos que se dieron en América Latina a partir del 2000, podremos entender que la entrada a Petrocaribe implica necesariamente compromisos diplomáticos en foros internacionales. Pensar o afirmar que esta adhesión se circunscribe a un hecho meramente comercial es, además de ingenuo, una novatada en el análisis de las relaciones internacionales. No es de recibo caer en “análisis” simplistas o “inocentones” aduciendo que un futuro acuerdo con Petrocaribe no afecta nuestra conducta internacional.
Por cualquier lado que se mire el tema Petrocaribe, incluso si nos fijamos en el ejemplo de otros países que ya abandonaron ese proyecto, como Guatemala y El Salvador, se puede concluir que a Costa Rica no le sirve ni en términos económicos, ni en nuestra línea vanguardista en el tema ambiental, ni en temas de de política exterior. Además de que no resuelve el gran problema energético que está atravesando el país. Pero sí nos podría generar una serie de limitantes o ruido en la escena internacional. El presidente Solís debería impedir que el Frente Amplio le siga insistiendo en este tema, aunque eso implique pagarle con una moneda distinta de la pactada.