A pesar de las buenas intenciones que la vieja agenda de los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM) planteó en los últimos 15 años, Costa Rica aún tiene grandes brechas.
Entre los desafíos-país vigentes, se colocan nuevamente a los hogares en condición de pobreza como nuestro principal talón de Aquiles. Así como Homero escondiera en su obra La Ilíada , la principal debilidad de su héroe Aquiles, así también a Costa Rica le ha faltado la voluntad política y los recursos financieros para reducirla por debajo del 20%.
Al ser la pobreza tan sistémica en sus causas y efectos, las épicas controversias de nuestro desarrollo no terminan allí. La falta del logro del pleno empleo productivo y el trabajo decente es cada vez más distante si se observa que el desempleo abierto está en 9,6% y el subempleo en el 13% al cierre del 2015.
La pobreza en La Ilíada es algo que viene de Dios, siendo respetada y amparada por los reyes, y así los pobres son tratados con la mayor caridad y sin desdeño. Nuestras instituciones gubernamentales pecan por su gran desdeño también hacia la desigualdad de género y la falta de prevención y diagnóstico temprano del HIV y el sarampión.
La nueva agenda global del desarrollo basada en los Objetivos de Desarrollo Sostenibles (ODS) entró en vigencia desde setiembre del 2015. Es una colosal colección de 17 objetivos y sus 169 metas, que se asemejan más a los poemas heroicos de Homero sobre su musa Calíope en La Ilíada , que a un pacto global firme sobre desarrollo.
Se necesitará de decisiones políticas y presupuestarias que alineen nuestro Plan Nacional de Desarrollo 2015-2018, con los ODS. Pero el “dulce” letargo de nuestras instituciones estatales no nos permite pecar de ilusorios e idealistas porque las musas de Homero no van a bajar a Costa Rica a solucionar nuestras brechas económicas, sociales y medioambientales.
Basados en la monumental tarea para lograr tantos objetivos y metas de la nueva Carta 2030, el Gobierno, la sociedad civil y el sector empresarial deben priorizarse cuáles son los más necesarios para obtener resultados favorables a nivel territorial y local.
Debemos preguntarnos cuáles objetivos y metas de la agenda de desarrollo pos-2015 requieren de una reforma, cuáles necesitan de una verdadera transformación, y cuáles nos obligan a retroceder a pesar de nuestras esperanzadoras ilusiones.
La prospectiva es una disciplina reciente que combina los estudios del futuro, la planeación estratégica y el análisis de gestión del desarrollo. Busca conjeturar sobre posibles escenarios a largo plazo, con el apoyo de la planeación estratégica, que permite escoger el escenario futuro preferido y su respectivo alcance a través de las acciones de la sociedad a corto plazo. Así determinaremos, qué tipo de país deseamos llegar a ser al 2030, y no esperar a que las musas bajen.