La distinción derecha e izquierda se originó en la Revolución Francesa. La Asamblea Nacional se dividió entre quienes apoyaban monarquía y aristocracia (Derecha) y los que querían limitar la autoridad del rey y establecer la república (Izquierda).
Estas contradicciones se han mantenido y variado en el tiempo, como cepas diferentes, y representan una amplia gama de creencias e ideologías.
Las izquierdas han conocido variantes: comunismo fracasado, social democracia y el progresismo; diversas y complejas, en evolución constante en torno a la igualdad y justicia social.
Las derechas también se han desarrollado diversas. Conservadurismo, tradicionalismo, autoritarismo fascista y nazi, neoconservadurismo reaganiano y patrioterismo populista.
Algunas derechas han mutado en democracias iliberales que rechazan las libertades, colocando la soberanía arriba de la democracia. La proliferación de la extrema derecha en Europa y el “trumpismo” en Estados Unidos son nuevas versiones.
La ultraderecha se caracteriza por nacionalismo extremo (Vox), xenofobia, autoritarismo y culto al hombre fuerte, tradicionalismo (religión, familia, propiedad), racismo y antisemitismo. Empero, no siempre estos elementos convergen en una identidad estática.
América Latina no es ajena a este delirio, cuyo gen se expresa en el autoritarismo de Bukele, bolsonarismo, Kast en Chile y el avance de Javier Milei en Argentina.
Este libertario, partidario del Estado mínimo, mezcla su credo económico con su oposición al aborto, matrimonio igualitario y educación sexual. ¿Libertario que rechaza libertades? Se declara anarco capitalista, pero… ¿libertad de mercado sin libertades individuales? Defiende la libre portación de armas y promueve el cierre de los ministerios de Educación y Desarrollo Social.
Milei ve al estado como enemigo de la libertad, los impuestos como un robo, el libre mercado como el gran regulador social y los valores conservadores como esenciales.
El fantasma de la resurrección ultraderechista recorre nuestras tierras.